domingo, 20 de abril de 2008

La temporada, esa ingrata


Se la espera con la impaciencia con que espera el infiel a su amante, con resignación como la solterona espera al novio que nunca llega, con la certeza con la que el condenado a muerte espera lo inevitable, con la inconsciencia del niño que espera el paseo aunque no sabe adonde va. Llega y nos pasa por encima como un tsunami, una ola gigantesca que todo lo barre y quedamos boqueando, aferrándonos a lo que podemos para no perder pie, buscando un punto de referencia en ese mar de autos, de bronceados desconocidos que parecen estar pasándola “bomba”, de atareados trabajadores que corren de un trabajo a otro tratando de “hacer la temporada” y con el botín tratar de sobrevivir el resto del año o al menos hacerlo más llevadero.

Se va y no nos dice ni adiós, cada día se va mas temprano, esa ingrata, no se si la esperan en otro lado, se que vivimos en función de ella y parece que ni cuenta se da, sabe que ahí estamos, esperándola…. Como algo lejano en mayo, esperanzados en julio, impacientes en octubre, envalentonados en diciembre y luego zas! Llega, hace de las suyas y se va, con sus turistas, sus autos, sus fiestas, sus dólares, euros y cruzados y nos deja cansados, aliviados, un poco tristes y algo desconcertados, preguntándonos… ¿Ya pasó? ¿Y que pasó? ¿Valió la pena la espera? De todas maneras a ella no le importa, como una coqueta que se sabe admirada, el año que viene volverá a hacer su entrada triunfal a fines de diciembre, a hacer de las suyas y dejarnos con la certeza de que vamos a estar ahí, esperándola, año tras año, fieles, resignados a nuestra suerte de amantes ocasionales. Ya que, quien sabe que hará esa coqueta el resto del año… igual mucho no nos importa, mientras no se olvide de nosotros!