martes, 19 de octubre de 2010

El Isidoro Cañones de nuestra época














Cuando era chica me encantaba leer las historietas “Locuras de Isidoro.” Seguía con devoción las aventuras de Isidoro Cañones, el famoso playboy porteño, concebido por el dibujante argentino Dante Quinterno, creador también de otro conocido personaje, el cacique tehuelche Patoruzú.
De la mano de Isidoro conocí los boliches de moda en el Buenos Aires de los años setenta, los que a mis escasos doce años parecían tan lejanos y fascinantes como el Taj-Mahal. Leyendo estas historietas me reí de las ocurrencias de su protagonista, me escandalicé con lo que en ese entonces me parecía una vida disipada y secretamente desee que Isidoro lograra salirse con la suya para poder seguir malgastando junto a su amiga y fiel compañera Cachorra, el dinero de su bienintencionado y pacato tío, el Coronel Cañones.

Isidoro era cobarde, vividor, le gustaba el juego, la bebida y las mujeres, odiaba el trabajo y los deportes, no respetaba la autoridad, su leit motiv era vivir la vida a toda costa, y si era a costa de alguien mejor.
Mi héroe no era exactamente un dechado de virtudes, sino el prototipo del vivillo porteño, pero era rebelde, popular, simpático, un seductor nato, cualidades muy valoradas en la adolescencia, de estas y las ganas de transgredir un poco, quiero suponer, vendría mi atracción por este personaje.

El tiempo pasó, en los años siguientes tuve la ocasión de conocer distintos tipos de “Isidoros de carne y hueso”, por supuesto que era más simpática la versión en papel que la realidad, y muchas de las características de este personaje que me divertían de chica, llegaron a exasperarme cuando me las encontré de grande en personas cuyos nombres no pienso mencionar.

El otro día leyendo el diario argentino La Nación, me topé con el siguiente titular: “Cancelan la obra de Fort en Uruguay” el copete de la nota agregaba “Se iba a presentar Fortuna, pero no se vendieron las localidades suficientes y los productores decidieron dar de baja el espectáculo; se devolverá el dinero de las entradas vendidas.” Fue ahí que se me prendió la lamparita y llegué a la siguiente conclusión: Ricardo Fort es el Isidoro Cañones de hoy en día.

Fanáticos de Isidoro: Antes de indignarse, déjenme elaborar el porqué de esta afirmación.
Si lo piensan bien, hay sospechosas semejanzas entre los dos personajes, y como si esto fuera poco, el guión del espectáculo que pretendían presentar en Montevideo, se asemeja sospechosamente a una de mis historietas favoritas de Isidoro “Novio de América.” En este número el protagonista se ve obligado a acompañar a su tío en un viaje de negocios, ya que este no se anima a dejarlo solo en Buenos Aires, Isidoro aprovecha la ocasión para ponerse de novio con cuanta rica heredera va conociendo en su gira por Latinoamérica. Todo se complica cuando este fanfarrón se vanagloria de su hazaña en una entrevista de televisión que es transmitida por todo el continente.

“Fortuna” la obra de Fort se trata de un playboy millonario que vive en una mansión, y tiene novias por todo el mundo, el problema aparece cuando todas deciden sorprenderlo visitándolo para su cumpleaños.

Isidoro se valía de su encanto y su labia para seducir a las mujeres, Fort en cambio utiliza su billete, pero salvando las diferencias y los más de cuarenta años que separan a los dos personajes, no puedo dejar de pensar que estos dos porteños son el fiel reflejo de diferentes épocas de la sociedad argentina.
Isidoro Cañones es el fruto de la imaginación de Dante Quinterno y sólo vive en sus historietas, Ricardo Fort es de carne y hueso, -aunque parece de plástico-, y también es el fruto de la imaginación: la suya. Este hombre logró crear un singular personaje, con la complicidad de los medios, que supieron ver la atracción que este Isidoro millonario, prepotente, plástico, siliconado y de sexualidad dudosa podía llegar a ejercer en un publico “Tinelizado”.

Cuando los comparo, a pesar de sus múltiples defectos y de ser un pelafustán, un zángano, un botarate, un mequetrefe como diría su tío y benefactor, el Coronel Cañones, me quedo mil veces con Isidoro. Aunque este es solamente unos trazos en un papel, lo veo como un personaje bastante más interesante que Fort.

El joven Cañones es una caricatura de la sociedad porteña de las décadas del sesenta y setenta; con él conocí costumbres, lugares, personajes de esa época, y aunque no era ningún ejemplo a seguir, lo prefiero con su oportunismo y picardía, al exhibicionismo hueco de ese mutante mediático que pretendieron importar a Uruguay por unos días.

¡Qué suerte que la “Fort Beach” está en Mar del Plata, y por ahora no se les ocurrió replicar semejante experimento en Punta del Este!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Flo! Espectacular! Realmente muy bueno!

Adrianc dijo...

Buenisimo como te explayaste,nadie lo ubiera echo mejor.Aún me gusta leer de muy vez en cuando algo de Patoruzu e Isidoro para recordar que aprendi a leer con sus caricaturas.Saludos,Adrian

Mario dijo...

La diferencia entre Fort y Isidoro es demasiado evidente, Isidoro no se comia la galleta....Jeee
Fort es un putazo....

Saludos....