martes, 14 de septiembre de 2010

Colita de ratón


Las asociaciones, agrupaciones, alianzas, confederaciones o ligas están formadas por individuos con un fin común, para beneficiar, supuestamente, a los miembros que la integran.

Los uruguayos somos dignos descendientes de la madre patria. La vieja España nos ha dado además del gusto por el chorizo, un individualismo rabioso que atenta contra cualquier tipo de asociación, que implique la suma de nuestras preciadas singularidades para beneficiar, supuestamente, al bien común.

Buscando referencias para este articulo, me encontré con el blog del publicista español Luis Bassat, donde decía lo siguiente: “Se dice que los españoles preferimos ser cabeza de ratón que cola de león. Y muchos empresarios se enorgullecen de ello. Pero así nos va. Tenemos miles y miles de pequeños empresarios propietarios, pero muy pocos reyes de la selva.” ¿No les suena conocido esto?

La superabundancia de cabezas de ratón, hace que muchas de nuestras asociaciones adolezcan de falta de liderazgo, apatía de sus miembros, descreimiento en la misión de la institución, frustración de sus directivos, lo que termina resultando en el inevitable debilitamiento de la entidad.

La figura más perniciosa para todo tipo de asociaciones es la del “figuretis maximus.” Estos individuos, una vez infiltrados empiezan, como gigantescas sanguijuelas, a nutrirse de la savia vital de la institución. Con su protagonismo despiadado, logran monopolizar la energía que debería fluir hacia todos los miembros de la agrupación, logrando atrofiarla hasta que tras una larga y dolorosa agonía, esta termina marchitándose y extinguiéndose

En Punta del Este pululan unos cuantos de estos ejemplares; los vemos en cuanto congreso, fiesta, recepción, desfile o feria hay, gravitando hacia los fotógrafos con la esperanza de que alguien alimente su perniciosa egolatría, documentando y difundiendo su presencia en tal o cual evento. Los políticos, los inmobiliarios y los autoproclamados relacionistas públicos son propensos a contraer una dolencia que describo a continuación.

El “individualismus cronicus” una vez contraído, se propaga por el cuerpo de la víctima, inflamando el ego hasta que este explota en pequeños pedazos. El primer síntoma de esta enfermedad es la incapacidad para cooperar con sus semejantes, seguido de delirios de grandeza “Todo esto lo logre yo solo” dicen, olvidándose que en la mayoría de los casos, simplemente están siguiendo el camino abierto por miles de sus pares que allanaron el terreno, para que hoy puedan proclamar su supuesta victoria.

“Vivimos en una época de tal individualismo que ya no de habla nunca de discípulos; se habla de ladrones” dijo el polifacético artista francés, Jean Cocteau. Todo el mundo quiere ser el que tuvo la idea, el único en beneficiarse; si la idea es buena pero viene de otro, necesariamente hay que cuestionarla.

El espíritu de equipo nace de la conjunción de varios objetivos principales: sinergia e intereses comunes, objetivos claros y realizables, medios para obtener esos objetivos. Si alguno de estos elementos falla el espíritu se desinfla, el ánimo decae y se produce un desbande mayúsculo, que hace cada vez más difícil la tarea de convencer a los escaldados participantes del experimento, de las bondades del trabajo en equipo.

El ejemplo de lo que se puede lograr cuando se trabaja bien en conjunto, que nos dio la selección uruguaya en el Mundial de Sudáfrica, debería inspirarnos para, aunque sea por un momento, hagamos a un lado nuestro afán de protagonismo y trabajemos en pos de la unidad.

No es lo mismo cuando varias voces unidas gritan lo mismo, que aislados grititos histéricos, lo primero se escucha y se respeta, lo segundo irrita.

Pero que nadie se confunda ni me interpreta mal; considero que siempre hacen falta líderes -¿qué hubiera sido de la selección celeste sin Forlán, Lugano y Tabárez?- pero líderes genuinos, generosos, seguros de sí mismos, que trabajen por la victoria del equipo. Imaginen que hubiera pasado si Forlán no pasara nunca la pelota.

Venzamos nuestra natural reticencia a la colaboración, no inventemos más pretextos. Muchas asociaciones no funcionan porque sus miembros no se comprometen, creyendo que esta no tiene nada que ofrecerles, y a su vez esta tiene muy poco que brindar si está integrada por la suma de individuos apáticos, que no están dispuestos a volcar un poco de su tiempo, energía, creatividad, -y a veces ni siquiera pagar su cuota-.

Pobrecitas las asociaciones, con tantos miembros pero tan solas y desamparadas; los ególatras las usan para darse ínfulas, las pisotean, las aplastan mientras sus miembros, indiferentes, las miran de reojo y se preguntan “¿Para esto me hice socio?”

martes, 7 de septiembre de 2010

Muerte e impuestos

“En este mundo nada es seguro, excepto la muerte y los impuestos”, esta es una frase usada por diferentes autores- entre ellos Daniel Defoe creador de la novela Robinson Crusoe-, y el político, científico e inventor estadounidense, Benjamín Franklin. Este último utiliza esta oración en una carta escrita en 1789 a Jean-Baptiste Leroy, un físico y escritor francés, con quien solía mantener correspondencia.

Pasaron más de doscientos años, y este enunciado parece estar más vigente que nunca. La guadaña y los impuestos siempre están presentes en nuestra vida; la primera recordándonos la finitud de nuestra existencia, y los segundos acechándonos desde varios frentes. Algunos de ellos los conocemos por siglas que suenan a nombre propio: IVA, IRPF, IRAE, ITP, IP, IMESI, IRNR, IMEBA. Por medio de estos muchachos, principalmente el omnipresente amigo IVA- responsable por el 54% de la recaudación en el 2009, según el Ministerio de Economía y Finanzas- el Estado se hace de nuestra platita para solventarse y usar el resto en intentar satisfacer las necesidades de los ciudadanos.

El 1 de septiembre pasado se presentó la ley Presupuestal al Parlamento. El proyecto, que si es aprobado empezará a regir el 1 de enero de 2011, prevé un aumento del gasto público global del 18% en términos reales, hasta 2014.

Un presupuesto que prevé gastar casi un quinto más que el anterior, es un presupuesto envalentonado, expansivo en el gasto, que despierta cierta intranquilidad entre los ya estrujados contribuyentes.

La ley Presupuestal incluye en uno de sus artículos una previsión para frenar el gasto, si las optimistas previsiones de crecimiento no se materializan. De todas maneras es difícil pensar como se podría recortar el gasto en ciertas áreas que se privilegian en el nuevo presupuesto como ser: seguridad, cárceles, INAU, educación, vivienda y salud. La poda tendrá que venir por otro lado, -¿o habrá que recaudar más para mantener la maquinaria en funcionamiento, si el crecimiento es por debajo del pronosticado?-

En Maldonado, una de las maneras previstas para recaudar más dinero para las arcas departamentales, es el polémico reaforo catastral que planean realizar al Este del arroyo Maldonado. El anuncio de esta medida creó una pequeña y pasajera conmoción, colándose en la tapa del diario argentino La Nación, agitando a los propietarios argentinos, ya escaldados por las presiones tributarias de su propio país.

A nivel nacional se prevé subir el sueldo de los ministros un 31.5% y agregar 63 cargos públicos de confianza a los ya 132 existentes, eso se traduce en más sueldos, más superposición de funciones, más burocracia. Dudo que se supriman estos cargos una vez adjudicados, si los pronósticos económicos terminan siendo menos halagüeños que lo pensado.

Decía el editor y empresario estadounidense Steve Forbes, nieto del creador de la famosa revista especializada en negocios y finanzas, que lleva su apellido: “Los políticos dicen ‘no podemos darnos el lujo bajar los impuestos’. De repente lo que no podemos es darnos el lujo de mantener a los políticos.”

Ojalá que las favorables predicciones económicas para el próximo quinquenio se hagan realidad, y el incremento del gasto público propuesto se traduzca en calles más seguras, ciudades y pueblos más limpios, menos gente viviendo en asentamientos, cárceles más humanas, mejor educación y salud, en fin, la lista puede seguir ad infinitum.

“Jugátela acá que no te van a expropiar ni te van a doblar el lomo con impuestos” dijo nuestro presidente, el 11 de febrero de este año a un grupo de 400 empresarios, mayormente argentinos, en un almuerzo de negocios que tuvo lugar en el Hotel Conrad.

Esperemos que nuestro presidente pueda mantener la promesa que hizo ese día, y ese 18% más de gasto previsto para los próximos cinco años, provenga de los optimistas vaticinios para nuestra economía y no de los bolsillos de los contribuyentes.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Elogio de la previsibilidad

A los uruguayos se nos acusa de ser grises, chatos, provincianos, aburridos, previsibles.

Después de pasar unos días en Buenos Aires y disfrutar no sólo de las luces de la gran ciudad, sino del culebrón que proveen los diarios y la televisión con los vaivenes de la clase política y la farándula argentina, quiero quebrar una lanza por la previsibilidad, una de las características que se nos atribuye.

El motivo que me llevó a la capital porteña fue Expo Real Estate, Segundo Congreso de Desarrollo e Inversiones Inmobiliarias que tuvo lugar el 19 y 20 de agosto en el Hotel Hilton de Puerto Madero. Allí se dieron cita los más importantes desarrollistas de la Argentina, así como varios empresarios y otras personalidades del rubro inmobiliario de nuestro país. El encuentro también conto con la presencia de algunos funcionarios de nuestro gobierno, como el Ministro de Turismo, Héctor Lescano y el Intendente de Maldonado, Oscar de los Santos.

En el congreso pudimos ver los distintos y en muchos casos faraónicos proyectos que se están haciendo en diferentes partes de la Argentina. Aprendimos acerca de nuevas formas de financiar los emprendimientos -todavía no demasiado conocidas en nuestro país-, como ser: el fideicomiso al costo, los condo hoteles, y otras figuritas que prontamente se intentarán replicar en este lado del charco, -de hecho, que yo sepa- ya hay algunos edificios financiados de esta manera, tanto en Maldonado como en Colonia.

Punta del Este es el retoño de una pareja despareja. Su madre, la Republica Oriental del Uruguay, es chapada a la antigua, conservadora, tradicional, reservada y a veces un poco miedosa. Argentina, su padre, es arriesgado, aventurero, despilfarrador, visionario, grandilocuente, fanfarrón e inestable. La cordura y muchas veces el sentido común de la madre, frena los excesivos ímpetus heredados de su progenitor, las ansias de aventura y sueños de grandeza del padre, acicatean el espíritu materno, por momentos un poco remolón y excesivamente cauteloso.

Y así va Punta del Este por la vida, tironeado por dos fuerzas que terminan por balancearse y cuando una de las dos personalidades amenaza con obliterar la otra, la que está bajo amenaza vuelve a surgir con más fuerza y reclama su lugar.

No en vano los argentinos se sienten como en casa en nuestra ciudad- de hecho no es sólo el lugar de sus vacaciones, sino también el hogar de muchos de ellos- mientras los uruguayos disfrutamos del aire cosmopolita que se respira en Punta del Este y las numerosas contribuciones -de todo tipo- que los argentinos han realizado en nuestro balneario.

En el congreso asistí a una conferencia llamada “Una mirada estructural de nuestra economía” dictada por el ex Ministro de Economía argentino, Martin Lousteau. En esta presentación se habló de la volatilidad de la economía del vecino país. Se presentaron gráficas que parecían el croquis para una montaña rusa, dónde se ilustraban los dramáticos vaivenes económicos de la Argentina en los últimos cincuenta años. Estos sacudones repercutieron en nuestro país, con menor intensidad, ya que todo lo nuestro es menos catastrófico, no tan rimbombante, es más chiquito, más modesto.

Por algo Punta del Este floreció en Uruguay y no en Argentina; los genes maternos lo hacen más previsible, más estable, estas son las características que los argentinos y otros extranjeros valoran a la hora de decidir dónde invertir su dinero.

Cuando iba en un taxi camino al aeropuerto para tomarme el vuelo de vuelta a Uruguay, el taxista me decía con admiración y un poco de envidia en la voz “Están bien en Uruguay, ¿no es cierto? El de ustedes es un país serio.” “Claro que si” le contesté con mucha convicción, ya que parece que cada vez que uno sale del país, se convierte en un embajador ambulante y no sólo se representa a si mismo sino que a toda una nación.

A su vez ese taxista expresó la creencia de mucha gente; aunque generalmente no somos el alma de la fiesta, ya que con nuestro tamaño, modalidad y exacerbado sentido del ridículo no nos lo permitimos, cada vez nos invitan más a bailar ya que proyectamos la imagen de país serio, confiable, del cual no se esperan grandes sorpresas, ni traicioneros pisotones.