Hay una imagen que vi una oscura tardecita de junio
que quedó grabada a fuego en mi memoria: Esta es la bandada de pájaros que
vivían en el techo del viejo Hotel San Rafael, revoloteando la máquina que se
utilizó para tirar abajo golpe a golpe al viejo edificio, para luego posarse en
la misma y quedarse allí, formando una especie de fantasmagórico árbol, ya que,
a contraluz, los pájaros se asemejaban a las hojas de un árbol muerto.
Mucho se habló del ya fenecido San Rafael, del nuevo
proyecto, de las distintas versiones del nuevo proyecto, de lo que se hizo, de
lo que se dijo que se iba a hacer, de lo que no se dijo, pero no me interesa
entrar en eso.
Me interesa esa bandada de pájaros que allí
quedaron, mudos testigos de los argumentos y las argucias con las cuales se nos
dijo que lo que allí estaba pasando estaba bien, que era para el bien del
Departamento, que la estructura era insalvable, que lo que allí viene es mejor
de lo que había.