Hace 27 años que en el corazón del país se
celebra la fiesta más criolla de la región. Es la Fiesta de la Patria Gaucha, orgullo
del departamento de Tacuarembó.
Este año tuve la oportunidad de asistir por
primera vez a esta celebración de nuestras raíces, y pude comprobar en carne
propia, que la tradición gauchesca sigue viva y transmitiéndose de generación
en generación. La Fiesta de la Patria Gaucha es -para los que somos de la
ciudad- una oportunidad de reencontrarnos con la gente del campo y recordarnos
cómo era y en muchos casos sigue siendo, la vida de gran parte de nuestro
pequeño país.
La fiesta se realiza en el predio de la
Laguna de las Lavanderas, a la entrada de la ciudad de Tacuarembó. Tuve la
fortuna de llegar a la Patria Gaucha como se debe, a caballo por el quebrado y
hermoso campo del departamento más grande del Uruguay.
Salimos el jueves 7 de marzo de una estancia en
Cuchilla Laureles a 70 km de la ciudad de Tacuarembó. Nuestros guías eran Darío
y Nelson, dos baqueanos de la zona, que nos iban contando en su español aportuguesado de la gente de la
frontera, de qué se trataba lo que íbamos a ver. Sus palabras rezumaban el orgullo
de ser parte de una fiesta que celebra nuestra historia y nuestras tradiciones.
Nada de lo que había leído me había preparado
para experimentar la miríada de sensaciones que tuve al ser parte del desfile
del sábado, con mi caballo Pico Blanco. Tampoco estaban preparados mis
compañeros de cabalgata: mi marido norteamericano, un amigo francés, una
arquitecta y un ingeniero de Montevideo. A esta altura ya habíamos cabalgado
más de 60 kilómetros juntos, compartido aventuras e intercambiado recetas para
los dolores musculares, después de tremenda proeza.
El olor de los caballos, del asado y del humo. Las
voces de los gauchos, los relinchos y el sonido de los cascos de casi 3000
caballos en el pavimento, todavía resuenan en mi memoria mientras escribo estas
líneas en la comodidad de mi casa de la ciudad.
El desfile del sábado 9 de marzo era una línea
interminable de jinetes de todas las edades, todos con sus mejores galas, alineados,
marchando de a tres al trotecito por la avenida Manuel Oribe, para terminar a
la altura de la plaza en el centro de la ciudad de Tacuarembó. Un inmenso mar
de sombreros, banderas y pingos de todos los pelos imaginables desfilaban
airosamente al son de los gritos de “Viva la Patria” que animaban a la multitud
de jinetes. Los forasteros desfilamos con la sociedad criolla “Patria y
Tradición”, fundada en 1945, la más antigua de la región.
La Fiesta de la Patria Gaucha, dista mucho de ser
una simple criolla. Es una gran celebración de cinco días, en los que doce sociedades
criollas o aparcerías participantes y nueve sociedades invitadas compiten en
una serie de actividades, sumando puntos en pos del gran premio del evento. Se compite
en pruebas de campo, como carrera de potros, jineteadas y concurso de doma. Las
aparcerías recrean con gran esmero
construcciones de la época artiguista en el Fogón Criollo. Se elige entre las
jovencitas a la Flor del Pago, que no
sólo debe ser bella, sino que debe demostrar su habilidad en las tareas del
campo y se premia la elegancia y organización del Desfile Gaucho. Se pasa de
la simple criolla a un evento complejo e integrado por muchas actividades que
buscan plasmar las variadas realidades camperas. Están presentes la música
folklórica, las danzas típicas, la cocina criolla y la oportuna verborragia de
los payadores. La Patria Gaucha es una verdadera celebración de la vida del
campo, un homenaje a su gente y a su fiel compañero, el caballo criollo. El
norte del país se viste de fiesta y la ciudad de Tacuarembó es una generosa
anfitriona que acoge a gente de todo Uruguay y el sur de Brasil.
Mi amigo Avit, un francés, apasionado por los
caballos y este tipo de aventuras, vino especialmente de Nueva York para la
cabalgata por Tacuarembó hasta la Patria Gaucha. Cuando fui a dejarlo en el
Aeropuerto Carrasco el domingo, fui hasta el local del Ministerio de Turismo
para pedir información de este evento. Grande fue mi sorpresa y desilusión al
ver que no tenían nada que ofrecerme, solamente un mapa de la ciudad de
Tacuarembó. Sería bueno que los
burócratas de la ciudad también miraran un poco el campo y reconocieran que
nuestra identidad no es sólo sol, playa y carnaval.