jueves, 22 de diciembre de 2011

Un día cualquiera en una microcentralidad de Pescipolis

El día lunes 19 de diciembre el Plan de Ordenamiento Territorial y Desarrollo Urbano del eje Avenida Aparicio Saravia, fue puesto a consideración de la población en una reunión realizada en la sede del Cantegril Country Club. El revolucionario plan del urbanista despertó muchas inquietudes en la ciudadanía, a las que, en su mayoría contestaba: ”Lean el proyecto”, blandiendo el grueso bibliorato lleno de palabras políticamente correctas y detalles técnicos. El escaso mes, en plena temporada, es verdaderamente muy poco tiempo para que los vecinos comprendamos el alcance de esta nueva megalópolis propuesta por el prestigioso Consultor Senior Ruben Pesci, más de acorde a las afueras de una ciudad como San Pablo, que a Punta del Este.


En el escenario futurista propuesto por este plan, vivirían personajes como estos:



Juanito Pérez se levantó temprano ese lunes, abrió un ojo y desde su dormitorio de un departamento del piso dieciocho en la avenida Aparicio Saravia, vio a lo lejos el arroyo Maldonado y el Humedal. Pensó que después de la clase de urbanismo se iba a dar una vuelta en kayak con unos compañeros de clase.
Salió del edificio rumbo a la universidad, “hoy voy en bicicleta” se dijo, generalmente iba caminando. El aroma de los bizcochos recién hechos le obligó a parar en la panadería por un par de vigilantes que fue mordisqueando por el camino. Esta vez estaba determinado a no dejarse distraer por la mujer con medias de red que lo miraba provocativamente desde el otro lado de la avenida.
Desde que las microcentralidades se habían instalado en la avenida Aparicio Saravia, Juanito tenía todo lo que necesitaba en un radio de seis cuadras de distancia. Eso incluía las chicas que antes, desorganizadamente trabajaban día y noche en la avenida, en este nuevo Maldonado descentralizado y desestacionalizado, dos o tres de ellas habían sido asignadas a cada microcentralidad, junto con un almacén, una panadería, una farmacia y el infaltable bar.
La familia Pérez, había comprado un departamento en la esbelta torre a pura cuota. El padre de Juanito trabajaba como técnico de audio en el flamante centro de congresos y convenciones, ubicado en el otrora decadente Parque El Jagüel, ahora revalorizado y rebautizado como Parque Nuevo El Jagüel. La madre de Juanito atendía un restaurante de comida peruana en el polo gastronómico El Placer. Los miembros de la familia Pérez iban de su microcentralidad, a las nuevas centralidades: Juanito a la universidad, el padre a el centro de convenciones y la madre al polo gastronómico, para ello no necesitaban de las peligrosas y obsoletas motos de antaño, utilizaban el moderno transporte público o sus bicicletas – también compradas a pura cuota, en el vetusto y caótico centro de Maldonado-
El matrimonio Gómez era de Buenos Aires. Desde que habían descubierto las virtudes del Parque del Humedal y la variedad de atracciones que ofrecía este nuevo descentralizado y desestacionalizado rincón del Uruguay, habían decidido mudarse definitivamente a su departamento de la gallarda torre de veinticinco pisos sobre la avenida Miguel Ángel. El edifico asomaba graciosamente por encima del revalorizado bosque urbano, proyectando una mínima sombra sobre la ancha avenida. En primera instancia habían estado considerando mudarse a Miami, pero ¿Por qué irse tan lejos, si tenían algo que se le parecía a una escasa media hora de avión de Buenos Aires?
Los Gómez también tenían todo lo que necesitaban en un radio de seis cuadras a la redonda, entusiastas deportistas, hacían jogging todas las mañanas por la avenida Miguel Ángel, de allí tomaban una de las calles conectoras y llegaban a la avenida Aparicio Saravia para luego culminar con unos ejercicios de calistenia en la rambla del Humedal. Después del ejercicio matutino, caminaban hasta el polo gastronómico El Placer, donde se deleitaban con una taza de aromático café orgánico, mientras contemplaban a ejemplares autóctonos de la fauna uruguaya, como carpinchos, mulitas y variedad de coloridos pájaros en su hábitat natural.
La familia Gómez y la familia Pérez, eran parte de los 90.000 habitantes que vivían en esta zona del departamento, antes deprimida, ahora revalorizada por el plan urbanístico propuesto por la Intendencia Municipal de Maldonado. El asentamiento de El Placer, el sórdido parque de El Jagüel, y las chicas que vendían sexo en la Avenida Aparicio Saravia, eran simplemente un recuerdo del pasado.



Los Gómez y los Pérez son seres de mi invención, pero familias con características similares a estos, son los habitantes de esta nueva ciudad, propuesta por este nuevo y extremadamente ambicioso plan de ordenamiento territorial, que plantea, según palabras del urbanista contratado para esta tarea, “Un salto cualitativo en la planificación territorial.”

Bienvenida la planificación, basta de improvisación, pero si la Intendencia Municipal de Maldonado, tiene verdaderamente la intención de dejar que la ciudadanía se entere y opine de este plan urbanístico, que propone un nuevo modelo de ciudad, si la voluntad es verdaderamente descentralizar, es sorprendente que en una reunión en el Municipio de Punta del Este, mientras Martin Laventure hacía uso de la palabra, explicando la necesidad de extender el plazo de la Puesta de Manifiesto, el Consultor Senior, encargado de este proyecto, se incline a preguntarle a uno de los técnicos de la intendencia “¿Quien es?”
Sinceramente espero que esta sea la voluntad de la intendencia y no meramente cumplir con una formalidad legal. Los vecinos de Punta del Este tenemos derecho de enterarnos, sopesar, cuestionar y proponer alternativas a un plan que se encuentra en su mayoría en nuestra jurisdicción, por lo tanto, bienvenidas las reuniones, los debates, las asambleas y las discusiones. Es nuestra ciudad la que está siendo intervenida, y de una manera u otra nos afecta a todos. Lo ambicioso de este plan amerita una mayor participación ciudadana y un tiempo prudente de consideración y reflexión. Esperemos que nuestros jerarcas tengan la voluntad de escuchar las voces de los vecinos que queremos participar activamente en el futuro de nuestro departamento.

domingo, 20 de noviembre de 2011

La lección que nos dejó la Ermita de la Virgen de la Candelaria

Juntemos una imagen religiosa con gran arraigo en la comunidad, una playa, una construcción de más de cuatro metros de alto, un grupo de vecinos, una comisión de patrimonio con apenas un año de existencia, un municipio, una donación de una familia, fallas de comunicación entre un municipio y su gente, una red social, los medios de comunicación locales y tenemos: la polémica de la Ermita de la Virgen de la Candelaria, una madeja muy difícil de desenredar y que lamentablemente está dividiendo a los puntaesteños.
El Municipio de Punta del Este dejó públicamente asentada su posición este sábado pasado, a través de una reunión entre el Alcalde, vecinos y representantes de la Comisión de Patrimonio de Punta del Este que duró la friolera de tres horas y media: La Ermita de la Virgen de la Candelaria no se modifica. Si del municipio depende, va a quedar tal como está ahora, ya que fue aprobada unánimemente en su momento, por los concejales.
El proceso democrático es así, nos recordó nuestro Alcalde, elegimos a nuestros gobernantes y ellos después toman decisiones por nosotros. Si se equivocan, nuestra oportunidad de desaprobar su gestión es en las urnas, si estos se postulan nuevamente. Son las reglas del juego: los políticos lo saben, los ciudadanos tampoco lo ignoran, a llorar al cuartito- no al cuarto oscuro, en ese se vota-.
Aparentemente, el grupo de ciudadanos descontentos con la ermita emplazada en la playa de El Emir, no somos suficientes, el Alcalde dice recibir las felicitaciones de otros vecinos que están encantados con el proyecto. En fin, el tiempo dirá si el discutible tratamiento de este asunto hizo alguna mella en el municipio y sus actuales integrantes.
Lo que no se puede negar es que Punta del Este, especialmente la península necesita mantenimiento, mucho más del que tiene hoy. Este domingo, salió en el diario argentino La Nación, un artículo titulado “Punta Premium” en el que se habla de la garzonización o rochización de las inversiones. Esto no es ninguna novedad, hace rato que el desarrollo se va corriendo hacia el Este, ya que mucha gente que venía a buscar sol, playa y tranquilidad, ya no lo encuentra en las inmediaciones de la península, sino que más bien se enfrenta a bullicio, tráfico, pozos y sombras de edificios.
La península es el lugar donde no sólo nació Punta del Este, sino dónde se encuentra gran parte de las atracciones turísticas enumeradas por la página web del Ministerio de Turismo: Puerto Nuestra Señora de la Candelaria, Imagen de Nuestra Señora de la Candelaria, Faro de Punta del Este, Plazoleta Gran Bretaña, Plaza Artigas (Paseo de los Artesanos), Plazoleta Rincón del Ingenio, Paseo de esculturas de las Américas, Parroquia Nuestra Señora de la Candelaria, Avenida Gorlero y Rambla de Circunvalación.
¿En qué estado se encuentran las plazas, paseos, construcciones, avenidas y ramblas enumeradas en esta lista? Basta darse una vuelta para ver cuán justificada es la preocupación de los vecinos que poco a poco –primero por las redes sociales, luego organizando espontáneas reuniones- están tratando de hacerse oír.
Veremos si del otro lado hay alguien que los quiera escuchar, y reconocer que muchos de sus reclamos son justificados, legítimos y necesarios.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

El incierto futuro del Muelle de Mailhos

De cabeza, bomba, planchazo o bajando despacito por las escaleras de hormigón, parando en cada escalón mientras que poco a poco uno se va acostumbrando a la temperatura del agua, primero los pies, después hasta la rodilla, luego hasta la cintura, y desde allí : ¡Al agua!
¿Quién alguna vez no se ha tirado al agua desde el muelle de Mailhos? ¿Quién no nadó en estas aguas? ¿Quién no hizo la plancha, mientras miraba el siempre cambiante cielo de Punta del Este? ¿Quién no se sentó en la punta del muelle para ver algún atardecer?
Esta playita, una de las pocas que quedan en la península- junto con Las Mesitas, El Emir y la Playa de los Ingleses- es parte intrínseca de todos los puntaesteños. Si hacemos el esfuerzo, la mayoría de nosotros puede rescatar algún recuerdo que tiene este muelle como escenario.
A raíz de la construcción de la polémica ermita para la Virgen de la Candelaria en El Emir, unos cuantos vecinos, “Los indignados de Punta del Este”, como los llamo yo, un poco un broma, otro poco en serio, nos acercamos para apoyar a la Comisión de Patrimonio de Punta del Este en su quijotesca tarea de tratar influir en las decisiones municipales.
Fue en una de estas reuniones que me enteré que este verano la playita de Mailhos no va a estar habilitada para baños, según informó la Prefectura al Municipio de Punta del Este. Según lo que ha trascendido en breve veremos cartelería informando de esta decisión a los esperanzados bañistas de todos los extractos sociales que utilizan esta playa- ya que la disfrutan tanto los dueños de los departamentos vecinos, que pagan generosas contribuciones inmobiliarias por esta privilegiada ubicación-, como los numerosos empleados de negocios, restaurantes y edificios que durante la agitada temporada se pueden hacer de un momento para refrescarse con un baño de mar. La medida es tan democrática como antipática, a todos ellos, mejor dicho- a todos nosotros- nos van a estar prohibidos los refrescantes chapuzones desde el muelle de Mailhos.
“¿Por qué?” fue lo primero que atiné a preguntar. ”Porque el muelle está en muy mal estado, necesita ser restaurado y no hay presupuesto para hacerlo, este año es prioridad restaurar el muelle de la Isla Gorriti” fue lo que me dijeron. “Pero Mailhos está en pleno corazón de la península y lo usa muchísima gente” pensé. Quizás se está planeando algún importante desembarco en Gorriti que ignoro, pero tampoco me sorprende ya que los ciudadanos comunes y corrientes parecemos ignorar demasiadas cosas.
Matías Bartolozzi, el guardavidas de Mailhos, durante la temporada pasada, asistió a la reunión de la Comisión de Patrimonio y vecinos de Punta del Este, celebrada el 14 de noviembre en la Liga de Fomento, donde se trataba este entre otros temas. Allí expresó su preocupación, ya que el verano pasado tuvo que asistir a varias personas que se lastimaron en el muelle, e inclusive mandó cartas a la Comisión Técnica de Guardavidas, poniéndolos al tanto del mal estado del muelle y el peligro que esto representa “Si no se arregla van a seguir habiendo accidentes y problemas” dijo.
La realidad es que pocas personas le van a hacer caso al cartel de Prefectura anunciando que esta es una zona no habilitada para baños. Los rioplatenses no nos caracterizamos por ser precisamente muy obedientes a las prohibiciones, sean del tipo que sean, es más, basta que nos prohíban algo para que nos entren unas ganas locas de hacerlo.
Cuenta una vecina, Teresa Pérez Bourse que siendo niña vio construir el muelle con bolsas de arpillera rellenas de portland. Era la década del cuarenta, no había ni rastros de lo que hoy conocemos como Rambla Circunvalación, cuando Mailhos decide erguir un muelle para alcanzar el banco de arena frente a su casa y así evitar lastimarse con las rocas sumergidas.
El muelle sufrió los embates del tiempo, el banco de arena cambió su curso debido a la nueva escollera que alteró el flujo de las corrientes. Fue restaurado en más de una ocasión, y ha sobrevivido tormentas, huracanes y gobiernos de turno por más de medio siglo.
Se rumorea que no hay verdadero interés de restaurarlo, ya que la idea es agrandar el puerto y en el nuevo diseño no hay lugar para este muelle, ni para el sentimiento de pertenencia que esta playa despierta en el pueblo de Punta del Este.

viernes, 28 de octubre de 2011

La Ermita de Nuestra Señora de la Candelaria desata polémica

El Muro de los Lamentos, la Gran Muralla China, el Muro de Berlín, el paredón, el autocine, estos son algunos de los nombres que se le han dado a la construcción que se está realizando en la playa El Emir para albergar la imagen de la Virgen de la Candelaria, patrona de la iglesia de Punta del Este.
¿Cómo empezó todo? Como parecen empezar hoy en día la mayoría de las insurrecciones civiles: por las redes sociales en internet.
En este caso, las fotos de la construcción publicadas en Facebook por unos puntaesteños, -entre los cuales me incluyo-, preocupados por el gigantesco forúnculo que estábamos viendo aparecer en El Emir, provocaron todo tipo de comentarios negativos entre la gente que de alguna manera, quiere salvaguardar la belleza natural de Punta del Este.
Se alega que lo que se está construyendo es antiestético, fuera de escala- mide la friolera de cuatro metros de alto- que interfiere con el paisaje tapando la vista de la Isla de Lobos. También se critica que no se haya comunicado lo que se pensaba hacer a la población, y que no se hayan tomado el trabajo de guardar las decenas de placas de agradecimiento a la virgen, que los fieles han ido dejando espontáneamente a través de los años.
Según lo que he averiguado, este proyecto, así como la antigua construcción que albergaba a la virgen, es donación de una familia que prefiere mantener el anonimato. La intención la encuentro excelente, el resultado no tanto, ya que el mamotreto diseñado por el estudio de Montevideo, Tanco Errea y Guillermo Scorza Arquitectos, sobresale como un molesto grano en este rincón de la playa El Emir.
La virgen patrona de la iglesia de Punta del Este, Nuestra Señora de la Candelaria conmemora en el mes de febrero la llegada del navegante español Juan Díaz de Solís a nuestras costas. Fue él quien bautizó como Puerto de la Candelaria a la península que se convertiría luego en Punta del Este. El 2 de febrero de 1516, el aventurero creyó que por fin había alcanzado el pasaje marítimo que lo conduciría a la India. Asombrado por completo por una geografía ajena, llamó Mar Dulce al actual Río de la Plata. Aquel era el día en que la Iglesia católica celebra la purificación de la Virgen María -o de la Candelaria-, luego del alumbramiento de Jesús. Solís bautizó, por lo tanto, con el nombre de Puerto de la Candelaria a la península que separa el estuario del océano.
Me tomé la libertad de pedir la opinión del arquitecto Samuel Flores Flores, quien tiene más de 40 años de carrera profesional, unos 250 proyectos ejecutados, y ha sido entre otras cosas, Asesor del Ministerio de Viviendo y Ordenamiento Territorial, cuando lo consulté para ver que le parecía el proyecto de la “Ermita Nuestra Señora de la Candelaria”, dijo lo siguiente: “Aún no hemos entendido, que los Espacios Públicos, son de todos y para tal fin, deben estar libres de todo hecho artificial, pues se dejan para preservar su naturalidad. En este caso, todas las religiones tendrían derecho a construir sus símbolos de fe, ¿Qué espacio obtendríamos?”
El arquitecto argentino Martín Gomez quien en el 2011 tuvo el honor de ser nombrado por la revista inglesa Wallpaper como uno de los veinte mejores nuevos arquitectos a nivel mundial, responsable de numerosas obras residenciales y comerciales no sólo en Punta del Este, sino que en diferentes partes del mundo, dijo lo siguiente al ver lo que se está construyendo en El Emir: “Qué pena ver tremendo monumento tapando la maravillosa naturaleza que bien hace de marco natural y de Creación Divina a la virgen de la Candelaria, donde siempre hemos visto como telón de fondo un horizonte marino con la graciosa silueta de la isla de los Lobos y su faro.”
El señor Enrique Harriague, propietario de un departamento sobre la Rambla Circunvalación con vista a El Emir y a la Isla de Lobos, un viejo amigo de la familia, expresaba lo siguiente: “Este proyecto va contra la naturaleza, obra de Dios, como católico es lo que siento. No me imagino que pueden pensar personas de otros credos que viniendo desde la Punta de las Salinas, ven esta edificación extraña que les obstruye la vista impidiéndoles apreciar la emblemática Isla de Lobos.”
Por último el joven arquitecto Matías Casaux Alsina, radicado en Punta del Este desde 1991, quien trabaja hace más de diez años en el prestigioso estudio del arquitecto Carlos Ott, responsable de importantes proyectos en Punta del Este (Laguna Escondida, OH La Barra, el futuro predio feria de El Jagüel, etc.), dijo lo siguiente, al ver este lo que se está construyendo: ”Es una lástima que una de las penínsulas rocosas más hermosas de Punta del Este se vea afectada por semejante reconfiguración. La capilla que antes participaba como un detalle dentro del marco natural espectacular, hoy se inserta de manera antinatural descontextualizando a la virgen y a sus devotos de la majestuosidad de la creación de Dios y su paisaje. Este muro de cuatro metros de altura no solo impide la visión del mar y la isla de lobos, sino que a su vez será un objeto observado desde los distintos ángulos de la rambla transformando para siempre el imaginario visual de todos los ciudadanos. La zona de “El Emir” ya no volverá a ser la misma.”
Unos ciudadanos de Punta de Este: Diego Rubio y Alejandra Pons, preocupados por la situación, hicieron lo cívicamente responsable y fueron al municipio que los representa, con la intención de recabar más información acerca de este proyecto, que nos tomó a todos de sorpresa, principalmente por su descomunal tamaño y el silencio que lo rodeaba, al menos hasta ahora. Si bien fueron recibidos muy amablemente- según su testimonio- se fueron con muy poca información y la certeza de que esta era un hecho consumado, y por más que una cantidad representativa de ciudadanos de Punta de Este pensamos que es un soberano mamarracho, no hay más remedio que aguantársela, ya que ahora no hay Cristo, ni Alcalde que lo pare.
Este episodio es solamente uno más de tantos, en los que vemos que espacios públicos no son respetados, edificios emblemáticos son demolidos, excepciones a la ordenanza de la construcción son milagrosamente aprobadas, y no con la ayuda de la Virgen de la Candelaria, precisamente. Los ciudadanos comunes y corrientes nos quedamos con la sensación de que no estamos siendo representados, nuestro patrimonio no es defendido, teniendo que convivir con los resultados, mientras vemos con tristeza como Punta del Este va perdiendo su identidad y su encanto.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Nocturnidades







En un libro que estoy leyendo del escritor alemán W. G. Sebald titulado Austerlitz, el narrador compara la intensidad de la mirada de ciertos animales nocturnos, como el lémur o la lechuza con la penetrante mirada de algunos grandes pensadores y filósofos. El autor elige ilustrar esta comparación con fotos que muestran los grandes ojos redondos de las criaturas de la noche, yuxtapuestos a los ojos de pensadores como Nietzsche o Foucault.
Todos ellos buscan atravesar la oscuridad, penetrarla, domarla, para ver qué es lo que esta esconde.
Para estar de acorde al tema, escribo esto de noche, cuando los ruidos de la calle y la casa se callaron casi por completo, y es más fácil escuchar los propios pensamientos, sin las interferencias de la vida diaria y la aturdidora rutina. ¿Por qué digo que la rutina es aturdidora? Porque nos llena de mandatos, de voces imperativas que nos llegan desde el trabajo, la familia, la pareja, la sociedad a la cual pertenecemos, e implacablemente nos van dictando las cosas que “debemos” hacer. La cacofonía de esas voces que se superponen y contradicen, no nos permite a veces oír esa voz interior, que encuentra más cómodamente su espacio en el silencio de la noche.
Como los lémures y los pensadores, uno cada tanto se adentra en la oscuridad, con la desventaja de que la mayoría de nosotros no tenemos la visión nocturna muy desarrollada- principalmente por falta de práctica-. La oscuridad asusta, lo desconocido muchas veces nos acobarda, y aunque esos buceos nocturnos son necesarios para el alma, preferimos quedarnos chapoteando en la superficie, sabiendo que hay un universo profundo y misterioso en nuestro interior, que requiere que nos sumerjamos en él para descubrir, no sólo cosas nuestras que están un poco más hondo, sino para entender mejor el mundo que nos rodea.
Para iniciar este viaje al que no todos se animan, confiamos en nuestra suerte y en la intuición. Esta es muchas veces la mejor guía, y una de las más cuestionadas, ya que la razón no se lleva con ella, y es esta última, la que intenta gobernar casi todas nuestras horas. Es durante la noche, en las horas en que reina la oscuridad cuando esta se debilita y podemos zafar de su asfixiante abrazo. Para emprender el recorrido de los lémures, los búhos y los murciélagos, al no contar con esos ojos privilegiados, tenemos que buscar otros timones, y la intuición está ahí agazapada, lista para auxiliarnos, basta con dejarla que nos guie, sin preguntarle demasiado.
La imagen de los pensadores del libro de Sebald, tratando de atravesar la oscuridad, me desveló, y recuerdo miradas de personas que conozco: miradas de los que buscan ahondar, aventurándose en la sombras, sabiendo que atravesando esa negrura desconcertante- aun corriendo el riesgo de perderse en ella- pueden encontrar tesoros que están reservados solamente para los valientes que emprenden este viaje. También recuerdo miradas de los que prefieren seguir en la superficie, y la sola idea de asomarse al oscuro abismo los llena de terror. Para estas personas, no hay canto de sirenas que los seduzca a sumergirse, como tercos Ulises se atan al mástil de la vida que conocen, sus rutinas, la ilusión de la seguridad.
Amigo lector: ¿Cuál de ellos es usted? o todavía más importante, ¿Cuál de ellos le gustaría ser?

lunes, 10 de octubre de 2011

Un ejemplo desde México



Existe un lugar donde conviven la modernidad y la tradición, donde las casas coloniales color terracota exhiben orgullosas sus cuidadas fachadas, detrás de las cuales se esconden magníficos patios llenos de plantas y espaciosas habitaciones exquisitamente decoradas. Un lugar donde los autos respetan a los peatones mientras estos cruzan las estrechas y empinadas calles de piedras. Una ciudad donde los artesanos ofrecen sus creaciones multicolores, mientras altivos mariachis caminan por la plaza principal en busca de clientes a quienes dedicarle sus canciones. Un lugar limpio y cuidado, con gente amable, dispuesta a ayudar al turista a disfrutar de su ciudad.
Este lugar es San Miguel de Allende en el estado de Guanajuato en México. Su belleza y señorío, sumado a un amable clima, le han valido a esta ciudad a 267 kilómetros de la capital, de renombre internacional convirtiéndola en un importante destino turístico y uno de los lugares preferidos para los extranjeros, especialmente estadounidenses, que buscan radicarse fuera de su país.
Fundada en 1542 por Fray Juan de San Miguel, quien bautizó el asentamiento como San Miguel el Grande, era un punto de paso importante del Antiguo Camino Real, parte de la ruta de la plata que se conectaba con Zacatecas. San Miguel fue declarado monumento histórico en 1926 por el Gobierno mexicano y fue descubierta como lugar turístico en la década del cincuenta, gracias a su bella arquitectura colonial y sus fuentes termales.
En San Miguel viven aproximadamente unos 10.000 estadounidenses -de los 2.5 millones que viven en México-. Cuenta con aproximadamente unos 62.000 habitantes en el área metropolitana y unos 140.000 en el municipio del mismo nombre.
La contribución de los expatriados es evidente. En 1937 un norteamericano de 27 años oriundo de Chicago llamado de Stirling Dickinson se enamoró de este pueblo color terracota, y se convirtió en uno de los fundadores de la Escuela Universitaria de Bellas Artes. Este instituto tuvo profesores tan prestigiosos como el muralista David Alfaro Siqueiros, y atrajo a artistas de todo el mundo, dándole a San Miguel de Allende parte del carácter que hasta hoy conserva, y lo hace tan especial. La combinación de artistas e inquietos residentes extranjeros le dieron a esta ciudad una impronta muy particular, en la que se destaca el respeto por la arquitectura colonial, una estética muy cuidada, y una gran preocupación por mantener las tradiciones. Los San Miguelenses -tanto los oriundos, como los por elección- están orgullosos de su pueblo y lo cuidan como a su propia casa.
Hoy en día en el centro histórico hay numerosos lugares en los que uno escucha tanto el inglés como el español. La presencia de los extranjeros es palpable, estos sobresalen cuando caminan por las empinadas calles del centro histórico- ya que son notoriamente más altos que los mexicanos- muchos han puesto comercios que ya llevan décadas en funcionamiento, y al igual que en Punta del Este, pululan las “Real Estate Agencies” ofreciendo casas y departamentos que de afuera mantienen su fachada colonial, pero adentro ofrecen todas las comodidades imaginables.
Aunque las comparaciones no son siempre justas, no pude evitar comparar a San Miguel con Punta del Este.
¿Cómo va a hacer semejante cosa? se estarán preguntando ¿No acaba de decir que San Miguel de Allende fue fundado en 1542? ¿Compararlos según que parámetro? Uno está en el hemisferio norte y el otro en el sur y además los separa la friolera de 367 años entre la fundación de uno y el otro.
Mientras San Miguel ostenta su identidad y su pasado colonial, parece que Punta del Este se empeña en deshacerse de la mayor cantidad posible de construcciones que representen épocas pasadas. Según lo que he leído, le toca el turno al Hotel Palace, que pronto dará paso a alguna nueva creación arquitectónica, que como es nuestra costumbre, no respetará ni incorporará nada de este emblemático hotel puntaesteño.
Construido en 1907, el Hotel Pedro Risso (luego Central y hoy Hotel Palace) sobrevivió a las crisis mundiales provocadas por el crac bursátil de 1929, la Primera y Segunda Guerras Mundiales. También superó lo que se considera como el peor momento sufrido por Punta del Este: el embargo a la llegada de turistas argentinos dictado durante la segunda presidencia de Juan Perón (1952-1955). El Palace también pudo superar otros escollos como fueron las devaluaciones argentinas de los años `80 y `90, así como también el estallido en Argentina durante el gobierno de Fernando de la Rúa a fines del año 2001, seguido por la crisis uruguaya.
La crisis que no sabemos si va a poder superar es la crisis de identidad que nos afecta. No está muy claro si vamos a poder salvar, -por lo menos la fachada- de uno de los pocos edificios emblemáticos que nos van quedando en pie, o si va a poder más el afán de lucro y vamos a ver desaparecer esta construcción de estilo colonial para dar lugar a alguna mole de concreto que tanto podría estar en Miami, Cancún o Mar del Plata.
En lo que sí nos asemejamos con San Miguel de Allende, es en la cantidad de empresas de “Real Estate” (no inmobiliarias ni empresas que comercializan bienes raíces, sino la versión anglo de estas, que suena más impresionante).
Ojalá que esto no fuera en lo único que tenemos en común con esta ciudad en México, ojalá que aprendiéramos a preservar las pocas cosas que constituyen nuestra identidad, -joven si, comparada con los 469 años de San Miguel de Allende-, pero ya somos mayorcitos, superamos el centenario y tenemos un edificio: el Hotel Palace, que ha sobrevivido a todos los avatares que le han tocado a Punta del Este, esperemos que no sea la ambición de unos y la apatía de otros, los que terminen con él.

viernes, 9 de septiembre de 2011

A una década de la barbarie

¿Quién no se acuerda de lo que estaba haciendo esa mañana del 11 de septiembre de 2001? ¿Habrá alguien que haya podido olvidar el humo? ¿Las caras atónitas de los transeúntes? ¿La incredulidad y el pánico reinante? ¿Quién no se acuerda de las esas imágenes irreales de las torres desmoronándose? ¿De los pequeños puntitos desesperados que se precipitaban al vacío, escapándole al fuego? (Dicen que por lo menos cien personas decidieron morir de esta forma antes que carbonizados) ¿De los papeles que volaban de las oficinas como una desbandada de desventurados pájaros blancos? ¿De los millares de fotos de los desaparecidos que brotaron inmediatamente como esperanzados hongos?
¿Quién pudo olvidar el horror en su estado más puro que reinó aquella mañana de perfecto cielo azul en Nueva York? Ciertamente yo no.
Ante la proximidad del 11 de septiembre, sentí la necesidad de recordar ese día que muchos preferiríamos olvidar. Claro que de original no tengo nada, ya que no voy a ser la única que va a escribir algo al respecto. Hace unos cuantos días que empezaron a aparecer en la prensa norteamericana e internacional todo tipo de artículos rememorando esta fecha que nos marcó a todos.
A las 8:46 el primer avión se estrella contra la Torre Norte, a los diecisiete minutos impacta el segundo avión en la Torre Sur. Una nube de humo negro empieza a esparcirse, dos edificios, una ciudad, una nación, el mundo mortalmente herido. Ya nada volvería a ser como antes.
La primera torre se desploma, como en cámara lenta, entre una nube de humo, la gente aterrorizada corre por las calles. El resto de nosotros miramos atónitos el televisor sin atinar a nada. Tanto horror repele y fascina a la vez.
Estaba en Punta del Este el 11 de septiembre del 2001. Me enteré del atentado por un llamado telefónico de mi padre, que tenía el televisor prendido esa mañana. Corrí a mi casa y no me despegué del televisor en todo el día. Intenté llamar a unos amigos en Nueva York y Washington sin suerte –en ese entonces no existían ni facebook, ni twitter- muy distinta hubiera sido la cosa si esto hubiera sucedido ahora.
El avión que se estrelló contra el Pentágono me tocó todavía más de cerca, había vivido en Washington unos cuatro años ya, y estaba convirtiéndose en mi ciudad. Tardé siete meses en volver y radicarme allí otra temporada.
Al volver, todo era muy distinto, la seguridad en los aeropuertos, el ánimo de la gente, una sensación de inocencia perdida, de palpable injusticia permeaba todo. Estados Unidos todopoderoso e invulnerable había sufrido una estocada magistral.
Como resultado del ataque del 11 de septiembre murieron casi 3.000 personas y resultaron heridas unas 6.000. A los tres aviones que se estrellaron contra sus objetivos casi se le suma un cuarto, el vuelo 93 de United Airlines que cayó en un descampado en Pensilvania, después de una lucha entre pasajeros y tripulantes con los terroristas.
Nueva York, una ciudad donde conviven personas de diferentes razas y credos, donde las distintas lenguas se funden en una melodía ininteligible, creando un sonido propio, el idioma de uno de los lugares más dinámicos y cosmopolitas del mundo, de repente se quedó muda.
Esta ciudad, musa inspiradora de numerosos artistas, esta metrópoli reproducida en miles de películas; escenario de romances, aventuras y espectaculares estafas, quedó reducida a una nube de ponzoñoso humo negro que todo lo devoraba a su paso.
Más tarde nos fuimos enterando de los detalles: Al Qaeda, Osama Bin Laden, los nombres de los 19 terroristas, la reacción del entonces presidente George Bush y del alcalde de Nueva York Rudolph Giuliani, las historias de los sobrevivientes, las víctimas, los desaparecidos, los bomberos, los policías, los familiares…
Diez años pasaron desde este monstruoso atentado, demasiado poco para que las heridas sanen, para que veamos este incidente con la sabia perspectiva que nos da el tiempo.
El humo, los escombros, el silencio sepulcral y el desconcierto están todavía entre nosotros, como si hubiera sucedido ayer. No olvidamos.

viernes, 19 de agosto de 2011

Poderosa y controvertida prensa

Ayyy prensa, te llaman el cuarto poder. ¡Cuánta controversia se ha generado por tu culpa!

Los políticos te necesitan, los personajes públicos, los trepadores, los comerciantes, todos te usan para lograr sus fines. Te denigran cuándo difundís algo que no les conviene, te adoran cuándo servís a sus intereses.

Serás el cuarto poder, pero has sido capaz en diversas oportunidades de derribar a los tres primeros.

Tu primer y única lealtad debe ser para con tu público, este depende de ti para saber la verdad. La verdad que nos gusta y la que preferiríamos ignorar. Los gobiernos se ponen nerviosos cuándo los criticás, pero llaman a conferencias de prensa para anunciar sus logros.

La semana pasada tuvimos un ejemplo del poder de la prensa en nuestro balneario, siempre pendiente de los indicios que señalan si va a ser una buena o mala temporada.

El martes 9 de agosto salió en este mismo diario un artículo titulado “Tormenta financiera global afecta directamente a José Ignacio.” En la nota se recogían las declaraciones del inmobiliario Ignacio Ruibal, las cuales hablaba de la crisis financiera mundial y cómo esta está afectando la concreción de alquileres en el sector de propiedades Premium. Este es un pequeño segmento del mercado conformado principalmente de turistas europeos y norteamericanos de alto nivel adquisitivo, que alquilan las grandes casas frente al mar, y prefieren José Ignacio como lugar de vacaciones. Vienen durante la última semana de diciembre y la primera de enero y en muchos casos se quedan menos de quince días. Según lo que dijo Ruibal en este artículo, parece que este año se están tomando su tiempo en concretar el alquiler de una propiedad, ya que hubieron consultas, pero menos reservas que otros años a esta altura.

Parece bastante lógico que esto pase ¿no es cierto? La incertidumbre económica ha alcanzado a todos los rincones del mundo y lo único que parece mantener cierta estabilidad es el oro.
El hecho es que se publicó este artículo y “pandío el cúnico”, perdón, "cundió el pánico" y la inmobiliaria Nana Lavagna se sintió en la obligación de “desdramatizar” la situación. Lavagna salió a hacer declaraciones en FM Gente con la intención de minimizar las preocupaciones expresadas por Ruibal. Lavagna dijo que estos clientes son apenas unos pocos, asegurando que desde la vecina orilla siguen llegando los inversores y que el mercado de los extra regionales no afecta verdaderamente los resultados globales de los alquileres en Punta del Este.

Por otro lado, Omar Milar el presidente de la Asociación de Inmobiliaria de Punta del Este (ADIPE), dijo a la radio El Espectador, al ser consultado respecto a la crisis internacional: “por ahora no creemos que tendrá muchísima incidencia en lo que tiene que ver con la temporada en Punta del Este. Punta del Este se ha venido presentando con un movimiento sustentable que todo indica que se va a mantener un par de años más. Toda esta crisis puede tener alguna relevancia en lo que pueden ser las economías de otros mercados pero en el mercado de alquileres o ventas de Punta del Este creemos que no va a tener mucha importancia”.

¡Qué revuelo que se armó con las declaraciones de Ruibal! Si leemos bien las mismas, ellas se refieren específicamente a José Ignacio, no a Punta del Este en su conjunto, y más concretamente a un segmento del mercado bastante acotado. Sin embargo los ecos llegaron de José Ignacio y se magnificaron alcanzando a Punta del Este y alrededores.

En un lugar dónde la mayoría de las propiedades son la segunda, cuándo no la tercera o cuarta propiedad de una familia, y gran parte de estas están vacías diez meses del año, no se aplica la misma lógica que en las ciudades. Bien sabemos los que aquí vivimos, que en Punta del Este no hacemos si no esperar esperanzados los resultados de la fugaz temporada.

Poderosa prensa, por favor no se te ocurra hacer nada que espante a los posibles turistas o inversores.
¿Y tu compromiso con la verdad? Bueno, por esta vez no nos hagas olas, no sea que nos quedemos solos y vestiditos para la fiesta sin nadie con quien bailar.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Las noticias nuestras de cada día

Últimamente ando falta de inspiración. No sé si será el invierno que me congeló las ideas, o algunas cosas que me preocupan y monopolizan mis pensamientos, pero el hecho es que no se me ocurre de qué escribir.

Pensándolo bien, temas no deberían faltarme. El Big Brother del norte, nuestro referente –en muchos casos a regañadientes, pero referente al fin- estuvo a punto de declararse en quiebra, arrastrándonos a todos en un incierto laberinto del que nadie sabe cómo salir, Europa no consigue recuperarse de la crisis, los indignados españoles siguen indignados, el Medio Oriente es un polvorín a punto de estallar.

A nivel nacional la mina de Aratirí ha dado que hablar, se siguen recolectando firmas para bajar la edad de imputabilidad, todos los días hay un asalto nuevo con ribetes cinematográficos y el dólar apenas llega a los dieciocho pesos. En la vecina orilla Tinelli sigue probando que es capaz de todo con tal de mantener el rating -hasta hacer un reality show de la caída con traumatismo de cráneo de una bailarina en su programa-, Cristina Fernández está empezando a hacerse la simpática, ahora que el triunfo en la primera vuelta no parece tan seguro como hace unos meses y el juez Zaffaroni no puede “zafaroni” nada del lío que se le armó con los cinco apartamentos a su nombre dónde funcionaban prostíbulos clandestinos.

¿Cómo puede ser que ninguno de estos acontecimientos logre inspirarme? ¿Habré logrado transformarme en una de esas personas que siempre me desagradaron? Esa gente que no ve más allá de su ombligo.

Hace casi unos diez años tuve la oportunidad de ver el comportamiento de uno de estos seres. Fue una mañana de un 11 de septiembre, cuando dos aviones se estrellaron contras las Torres Gemelas en Nueva York. Estaba en Punta del Este -más concretamente en el gimnasio, haciendo abdominales- cuando mi padre me llamó por teléfono y me pidió que prendiera la televisión para ver lo que estaba pasando. Lo hicimos justo cuando el segundo avión se estrellaba. Lo que más recuerdo de ese momento fue la reacción de una de las personas que estaba en el caminador, “Paaaa” dijo y después siguió corriendo como si nada pasara. Este comportamiento es característico del tipo de individuos que acabo de describir. Son las personas que si algo no los afecta directamente, lo ignoran, les resbala, directamente no vale la pena prestarle atención.

En el fondo todos vivimos un poco así -a menos que seamos activistas tratando de salvar el mundo- nuestra preocupación es directamente proporcional a la capacidad que tengan estas noticias de afectarnos el bolsillo, o alterar nuestro precario sentido de la seguridad. En un mundo saturado de información muchas noticias nos parecen lejanas y repetidas.

¿Otro huracán en Haití? ¿Se descubrió otro caso de corrupción en la Argentina? ¿Un político norteamericano engañó a la mujer con la niñera -una joven de algún país exótico que estaba en el país ilegalmente- y ofreció una lacrimógena disculpa? ¿Una hambruna más en África? ¿Otra talentosa cantante muere a destiempo por sus excesos? ¿Otro supuesto genio de las finanzas se mandó mudar con la plata de sus clientes?¿Será que sufro de una sobredosis de información? Yo creo hay algo de eso, ya que todo se me mezcla en la cabeza como un gran cocktail de noticias que me parece haber oído antes y nada parece inspirarme.

Espero que este estado no dure demasiado tiempo, ya que empieza a preocuparme esta indiferencia crónica que estoy sufriendo.Mientras tanto los diarios se siguen llenando de titulares, los programas de chismes descubren alguna nueva foto de la pobre Juanita Viale, las vecinas chismorrean acerca de la nueva familia del barrio, y yo los miro a todos desinteresadamente, desde mi momentánea apatía informativa.

viernes, 29 de julio de 2011

Reflexiones de una y otra orilla, a propósito de la victoria celeste

La Copa Libertadores dejó al pueblo uruguayo en un estado de orgullosa efervescencia que nos hizo olvidar por un rato al dólar por el piso, la inseguridad y de los otros males que nos aquejan.
Este torneo, además de darnos un empujoncito de optimismo que nos permite enfrentar el resto del gélido invierno con mejor humor, puso en evidencia la relación de amor-odio que nos une con nuestros vecinos rioplatenses.
Los uruguayos no sólo nos dimos el gusto de ganar la copa, sino de dejar afuera a Argentina, en su propia casa. El partido por el pase a las semifinales contra nuestros vecinos, fue más emocionante que la final, ya que derrotar a los argentinos tiene un sabor muy especial, que no se siente ganándoles a los paraguayos o los peruanos.
Dejando a Argentina fuera del torneo, nos aseguramos que Gardel nació en Tacuarembó, el tango es rioplatense y no porteño, e inventamos el dulce de leche. Víctor Hugo Morales, China Zorrilla y Natalia Oreiro son compatriotas nuestros, así hayan decidido afincarse en Buenos Aires, y lo más importante de todo: el bombonazo de Diego Forlán, es bien uruguayito, y encima se dio el lujo de plantar a la bomba de Zaira Nara en el altar. Estamos en éxtasis.
Dos amigos argentinos, románticos empedernidos y enamorados del Uruguay, sabiendo de mi afición a escribir, me mandaron sus reflexiones acerca de la final de la Copa América en suelo porteño.
Rafael, un abogado que veraneó en Punta del Este por muchos años, conmocionado por la invasión de mates, escribió lo siguiente:"La pregunta crucial es ¿y los argentinos, donde estábamos?; fácil, estuvimos escribiendo las letras de varios tangos, que nos llevan a la nostalgia de las excusas negadoras, para tratar de justificar porque Messi no hace goles en la selección, o porque no hubo equipo, o si el Checho se tiene que ir. Y sólo se pudo callar al silencio con la música más escuchado por estos días, que es el tango de Zaira, quien tiene pena de casamiento, a quien Forlán, a contrario sensu le canta: '…Ya no sos más mi Zairita, ahora te llaman Margot…'. Pero muchas concesiones, siendo porteño estoy haciendo, y no podría dejar de cerrar estas líneas sin dar la clásica solución a los diferendos con las charrúas, afirmando ciertamente que la Copa América hoy es solamente RIOPLATENSE."
“En la integración de los países del Mercosur, nunca hubo tanta fiesta como en Buenos Aires esta semana pasada, lástima que los anfitriones nos comportábamos como si nada pasara. La Copa América, logró que se exteriorice los íconos más íntimos de cada país. En Buenos Aires, hemos vivido una real invasión de termos y conductas, no hacía falta bandera alguna para saber de donde provenían cada uno de los contingentes; la cuestión resultaba fácil, si el termo lo llevaba debajo del brazo, apostale nomás que ese es charrúa, en cambio si se encontraban termos tamaño barril, no había duda que estábamos frente a los hermanos paraguayos. Tantos unos como otros, experimentaron esto días la felicidad de la expectativa de la final con mucha alegría y esperanza, obvio que uno sólo pudo levantar la copa, que parecía que lo hacía con una húngara de la Pasiva en la otra mano. Bien, bien merecido, se la ganaron en buena ley", agregó mi amigo.
Por otro lado, Augusto, un economista y poeta de a ratos, amante de Montevideo y sus bares, me mandó la siguiente reflexión, a propósito de la relación entre los dos pueblos: “Personalmente creo que lo que existe desde el uruguayo al argentino pasa por cierta entendida pero a la vez, vista desde mí, inentendible envidia. Por tamaños, me recuerda a la relación Irlanda (la República) y los ingleses. Pero en ese caso es casi odio ancestral, religioso, de bloqueo económico, etcétera. Lo de los uruguayos en cambio es un recelo que pasa creo, no sólo por los tamaños y geografías de cada país sino por algo mucho más profundo. Pasa inconscientemente porque en el fondo anhelan nuestro vértigo y nuestra gigantesca capacidad para hacer cosas todo el tiempo, algo que creo miran desde su eterna pasividad con gran asombro, perplejidad e incomodidad. Y como Argentina hace, se vive equivocando, y esa es la parte que mas disfrutan. Siempre esperan de nuestros errores para encarar políticas contrarias. Hace poco el ex presidente Julio María Sanguinetti dijo que si existiera una nación cuyos habitantes fueran una mezcla de argentinos (por su constante dinamismo) y de uruguayos (por su civilidad y respeto a las instituciones sería un país imbatible. A mí una de las cosas que más me gusta de Uruguay es que apenas llegas, por puerto o por donde sea, te empieza a invadir un maravilloso olor a leña quemada que reina en cualquier lugar del país. Estés en Plaza Cagancha o en Minas. Yo creo que ésa característica marca claramente a los uruguayos. El asado se hace con leña. Acá con carbón y si es posible con briquetas que prenden más rápido aún. Asar la carne con madera es una clara demostración de quietud y espera. Un asado en Uruguay requiere una previa de dos horas más que en Argentina. A mí eso realmente me encanta, de hecho allá trato de hacerlos así ¿pero acá? Acá no nos dan los tiempos. Pero a la vez siento en Uruguay un refugio, deseo su progreso pero deseo que sigan con el whisky, el Medio y Medio y el Beefeater. Pero no sé si podría vivir porque uno está invadido de esta locura. Creo que ambos necesitamos estar enfrente para escaparnos de nuestros propios y diferentes tedios.”
Tengo que coincidir con esta última reflexión de mi amigo. Estos dos países, tan semejantes y tan distintos a la vez, se miran unas veces con envidia, otras con condescendencia, en ocasiones con perplejidad, pero siempre con afecto, un afecto similar al que une a miembros de una misma familia, un tanto disfuncional, pero familia al fin.
Hermanos argentinos, esta vez nos tocó a nosotros. Gracias por dejarnos festejar en su casa.

viernes, 8 de julio de 2011

Sincericidios … de Jorge a Joaquín



En mi última vista a Buenos Aires, un amigo me habló casualmente del sincericidio.
Era la primera vez que oía a alguien usar este término. Exista o no para la Real Academia Española, sincericidio es una palabra excelente. Por demás ilustrativa.
Desde ese momento me embarqué en una quijotesca cruzada tratando de encontrar la definición más aproximada, y ejemplos ilustrativos de sincericidios y sincericidas. Pedí la colaboración de amigos y conocidos, y aunque la mayoría nunca había oído este término, todo el mundo tenía algo que decir al respecto.
La definición que a mi parecer más se aproxima es: Suicidio u homicidio mediante sobredosis de sinceridad.
Si lo piensan bien, ¿quién no perpetró alguna vez un sincericidio?
Todos, en un momento de debilidad, quizás con una copita de más, hemos tenido un instante en el que las palabras brotaron de nuestra boca como un vómito imparable, salpicando a nuestro pobre interlocutor, dejándolo momentáneamente anonadado, mientras nos preguntamos ¿por qué se me ocurrió decir eso? Ese es el momento en que nos convertimos en sincericidas, ya que aniquilamos al otro por no saber callarnos la boca.
Hay cosas que en el fondo nadie quiere saber, o por lo menos no queremos escucharlas de otros.
Es ahí donde entra una peligrosa especie de fanáticos que son un peligro para la humanidad.
Son los sincericidas asumidos, orgullosos de su condición, que exhiben su monstruosidad y se jactan de ir por el mundo asesinando egos impunemente y mutilando corazones. Bien dijo el clérigo y profesor ingles Robert Burton: “Una palabra hiere más profundamente que una espada.”
“Yo digo la verdad, soy sincero” dicen estos nefastos personajes a quienes nadie les preguntó nada, pero nada les importa a estos maníacos de la verdad, no evalúan el daño que pueden causar, ni el peso que tienen las palabras.
Existen los sincericidos políticos –estos son lo más raros-, los sincericidios maritales –generalmente fatales, aunque un poco más comunes que los primeros-, los sincericidios amistosos, - estos son los que tienen mayor grado de sobrevivientes, ya que la amistad es uno de los vínculos humanos más generosos.
Las consecuencias del sincericidio generalmente son muy penosas para todos los implicados. Lo mejor que puede hacer el sincericida es quedarse callado. No dar explicaciones, ya que una vez cometido el sincericidio, no hay vuelta atrás y cualquier intento por remediar la situación no sólo es algo infructuoso, sino contraproducente y puede conducir a hechos de sangre.
¿Qué fue lo que hizo nuestro ex presidente Jorge Batlle en el 2002 frente a las cámaras de la cadena Bloomberg, sino un sincericidio?
“Los argentinos son una manga de ladrones del primero al último”, dijo, enfurecido, Batlle.
¿Y qué pasó cuando fue a dar una lacrimosa disculpa al entonces presidente argentino, Eduardo Duhalde? Una catástrofe política y un reverendo bochorno, eso fue lo que pasó.
El cantautor español Joaquín Sabina tiene una canción en la que habla de los sincericidios. Como estos no son compatibles en el amor. “Yo le quería decir la verdad por amarga que fuera, contarle que el universo era más ancho que sus caderas” dice Sabina en "Mentiras Piadosas".
Ninguna mujer enamorada quiere escuchar que el universo es más ancho que sus caderas, ni de esa chica que le hizo perder la cabeza nuestro enamorado.
El sincericidio y el amor, no son compatibles. Tampoco es compatible con la política ni los negocios.
Amigos sincericidas: refrenen sus impulsos de decir verdades a troche y moche. Ni den opiniones que nadie les pidió.
Todos les vamos a estar muy agradecidos.

sábado, 25 de junio de 2011

Cristina se somete

La política de nuestro país es entretenida, eso no se puede negar. Desde que tenemos al señor Mujica de presidente, debemos tener para los que nos ven de afuera, un no sé qué folclórico, una onda Luis Landriscina mezclada con el Viejo Vizcacha, que nos hace pintorescos a los ojos de un extranjero.
Pero lo que a mí realmente me gusta, me seduce, me intriga, en mi condición de uruguayita puntaesteña, es el misterio, el glamur, los intrincados manejos de la política argentina.
Llámenme renegada si quieren, no me importa, pero este es un vicio que tengo y me gustaría compartir con otros tapados como yo:

Llevaba puesto un sencillo vestidito negro, el día que la señora Cristina Fernández de Kirchner anunció su decisión de postularse una vez más a la presidencia de la Argentina.
Atrás de ella se leía Galería de los Patriotas Latinoamericanos, eran las 19:02 del 22 de junio en la Casa Rosada, cuando de su boca salieron las siguientes palabras: “Aquí estamos, vamos a someternos una vez más, como lo he hecho siempre.”
Aplausos, vivas, siguieron este gesto de abnegada vocación pública, este ejemplo de sacrificio de la vida privada en pos de la construcción de un país que tiene a algunos adormecidos a fuerza de LCD para todos y de subsidios varios, y al resto en un estado de atolondramiento importante, ya que nadie parece saber cómo reaccionar ante esta imprevisible viuda de vestidito negro.
Someter, esa es la palabra que la señora Kirchner eligió para comunicar su decisión por Cadena Nacional.
Someter, que palabrita versátil que es esta. Evoca imágenes de la Coca Sarli, en el papel de “Delicia” sometiéndose sobre una carcasa de res a la lujuria de un despiadado carnicero, en la icónica película “Carne,” (1968). O la un ejército rindiéndose incondicionalmente ante el enemigo.
Que cuidadosa elección de las palabras, ya que someterse da la idea de abnegación, de dejar de lado los propios intereses, anteponiendo los de otros. En este caso, los del hipotético pueblo que clama por ver a la viuda inmolarse, a pesar del dolor por la pérdida de su marido, la lipotimia, la mala leche de los medios, escándalos varios y otros avatares que la viuda-presidenta debe superar día a día.
Al igual que la Coca Sarli, Cristina se somete, las dos argentinísimas morochas son víctimas de la imagen pública que ellas mismas crearon.
Una de ellas elige explotarla al máximo, y somete (otra vez la palabrita) a sus ciudadanos a otra ronda de sopa boba, en un hábil manejo de los tiempos, ya que todo el mundo esperaba el demorado anuncio un par de días después. “Es un ejercicio de responsabilidad no adelantarse en los tiempos y tomar las decisiones cuando corresponde” dijo Cristina Kirchner en el discurso en que decidió poner fin al culebrón que bien podría haberse llamado “Crónica de una candidatura anunciada.”
¿Los protagonistas?
En realidad hay sólo dos:
Ella, alias: Cristina, la Presidenta, la Presidente (nunca me quedó muy claro cuál de los dos hay que usar), la Viuda, la Señora Kirchner.
Él, alias: El Gran Ausente, Néstor, el Presidente, el Marido, el Pingüino.
El resto es una gran cantidad de extras intercambiables que vemos desfilar a lo “Gran Hermano”, esperando quien va a ser el próximo en ser “nominado” y quedará fuera o dentro del círculo de poder.

Los próximos meses me tendrán expectante, pendiente de nuevos anuncios y acontecimientos.
Estoy segura que mi capacidad para el asombro no saldrá defraudada.

miércoles, 8 de junio de 2011

La Tierra Purpúrea

“La Cimarrona”, “La Sin Querencia”, “La Costosa”, “La Endiablada”, “La Revancha”, “La Sentenciada”. ¿Qué son? ¿Bandas de rock pesado? ¿Posibles nombres para una telenovela que tiene como protagonista a la polémica Juanita Viale?
No, señor, nada de eso. Son los nombres de algunas de las tropillas a las cuales pertenecen los potros en cuyos lomos prueban suerte los intrépidos jinetes de las Criollas.
Hace más de un mes escribí un artículo llamado “Los forasteros y las Criollas”, publicado en el diario Correo de Punta del Este. En el mismo contaba acerca de la experiencia de introducir a dos extranjeros al pintoresco mundo de las Criollas, de cómo sus impresiones enriquecieron las mías, ya que pude disfrutar de este espectáculo y las costumbres de nuestra gente de campo, como si los viera por primera vez. En ese artículo también hice referencia a la obra del escritor inglés William Henry Hudson.
Hudson uno de los más importantes voceros del indómito carácter de los gauchos, un estudioso de la flora y fauna local y un fiel enamorado de la belleza de nuestra tierra, era una rara avis, tanto por su origen, como por su capacidad de observación. Según palabras del libro de Edward Thomas “A Literary Pilgrim in England” (Un peregrino literario en Inglaterra) “Para ser un naturalista inglés, Mr. Hudson comenzó por hacer una cosa excéntrica. Nació en América del Sur.” Agregaría lo siguiente de mi propia cosecha: para ser uno de los más elocuentes y fervientes portavoces de la idiosincrasia criolla, Don Hudson hizo algo todavía más curioso; narró la historia de nuestros gauchos en el idioma de Shakespeare y Chaucer, no en el de José Hernández y el de Horacio Quiroga.
Hudson nació en 1841 en una zona rural de Quilmes en la Argentina. En 1885 publica un libro en inglés cuyo título original fue “The Purple Land ” (La Tierra Purpúrea) en el que narra las experiencias del joven Richard Lamb, de paso por la Banda Oriental, dónde con el pretexto de buscar trabajo en una estancia, deambula por el campo y es protagonista de toda clase de aventuras, desventuras y romances, e inclusive es reclutado para pelear contra el gobierno de Montevideo, bajo las órdenes de un caudillo que lleva el romántico nombre de Santa Coloma.
Ya en este entonces, un observador de la sensibilidad de Hudson, nos hablaba de las divisiones que había en aquel joven Uruguay, y de las sangrientas batallas que se libraban entre dos grupos muy distintos que allí coexistían: los del campo y los de la ciudad.
Hoy en día, aunque no nos enfrentamos con trabucos y facones, sigue existiendo una incisión que va más allá de lo urbano y lo rural o de las simpatías partidarias. Por momentos existe una ilusión de unión, como cuando nos unimos a vitorear a la Selección Uruguaya en el Mundial de Futbol, o nos vemos en la obligación de defendernos cuando nos critican los de afuera. Pero, sin ser por esos momentos aislados, la verdad es que estamos tan divididos como los personajes que el aventurero inglés Richard Lamb se encontró en la Banda Oriental.
Existe a mi parecer, una brecha todavía más importante, un tajo abierto que nos arde y cuando parece estarse cerrando, alguien hecha sal en esa herida. Este tajo es producto del divorcio entre lo que nuestras clases dirigentes prometieron antes y poco tiempo después de haber asumido el poder, y el corso a contramano que parecen tener ahora. Todos esos mensajes confusos con los que nos han bombardeado en los últimos meses no hacen más que confundirnos y alienarnos, dejándonos en un estado de dolorida desilusión, que nos hace preguntarnos: ¿será posible que no se den cuenta de lo contradictoria que resulta la información que los ciudadanos tenemos que digerir a diario?
En la tierra purpúrea que recorrió el joven Richard Lamb de la novela de Hudson, corría la sangre de los blancos y de los colorados, pero las pasiones que dividían esa tierra a la vez violenta e idílica, no bastaban para opacar la belleza que en ella encontraba un extranjero romántico y benevolente.
Cuando nos gane la desilusión, tratemos de ver por un momento a nuestro país con los ojos de este personaje. Miremos lo que nos rodea con los ojos de un extranjero idealista e indulgente, alguien voluntariamente ciego a las incongruencias de nuestros gobernantes, y puede ser que superemos el desencanto y volvamos a recuperar esa tierra purpúrea que sedujo al protagonista de la novela de Hudson y a mis dos acompañantes.

jueves, 2 de junio de 2011

Depende del cristal con que se mire

Dónde algunos ven inmensas dunas y paradisíacas playas desiertas, otros no ven más que tierra improductiva que sólo sirve para “lagartear” y es candidata a ser privatizada y vendida en lotes al mejor postor.

Mientras unos promueven “Uruguay Natural”, otros parecen no darse cuenta de cuáles son las cosas que nos hacen merecedores de ese nombre.

Dónde algunos ven encantadores barrios residenciales de nobles casas emplazadas en amplios jardines, otro no ven más que terrenos aptos para construir enormes moles de cemento de estética dudosa.

Dónde algunos quieren promover calidad, otros sólo se preocupan por la cantidad.

Mientras unos hablan de redistribución y la necesidad de aumentar los impuestos, otros tratan de crear nuevas fuentes de trabajo.

Mientras unos prefieren seguir insistiendo con el pasado, otros se preocupan por tratar de construir el futuro.

Dónde algunos buscan crear nuevos cargos públicos, otros favorecen la austeridad y la eficiencia.

Mientras unos promueven el crecimiento indiscriminado y oportunista, disfrazándolo de progreso, otros luchan por promover un desarrollo sustentable y ordenado.

En un Uruguay dividido en más de una forma, parece que ponernos de acuerdo es prácticamente imposible. Las distintas visiones que existen del país, en muchos casos diametralmente opuestas, conviven y chocan, anulándose entre sí, borrando con el codo lo que escribimos con la mano.
Existe la posibilidad de que este discurso bipolar sea una estrategia deliberada para distraer la atención de otros asuntos más graves y urgentes, y no el producto de una crisis de identidad, lo que sería todavía más preocupante.

Nos vendemos como un país natural, pacífico, confiable y relativamente seguro. Como si de un juego de mesa se tratara, avanzamos tres casilleros en esa dirección y de golpe retrocedemos cuatro, dejando a gran cantidad de la población en un estado de perplejidad y descreimiento. Lo que definitivamente no podemos decir es que somos es un país coherente, ya que parece que no conseguimos ponernos de acuerdo en cuál es la imagen que queremos proyectar.

“Uruguay ofrece inagotables paisajes naturales y un sinfín de maravillas históricas a pocos kilómetros de distancia que lo hacen un destino natural por excelencia. Playas desiertas o colmadas de glamour, praderas naturales o extensos bañados, avistamiento de aves o de ballenas, aguas termales o centros históricos patrimonio de la humanidad, son sólo algunas de todas las opciones que Uruguay le ofrece al visitante. La conservación y cuidado del medio ambiente, posicionan a Uruguay dentro de los países con mejores indicadores de sustentabilidad, reconocido por múltiples organismos internacionales.” Esto es un extracto de la página web del Ministerio de Turismo. En ella se habla de la sustentabilidad, y del cuidado del medio ambiente entre otras cosas.

En aras de la coherencia, tratemos de ponernos de acuerdo acerca de qué tipo de país queremos, porque mientras algunos buscan promover una nación de inagotables paisajes naturales y un sinfín de maravillas históricas, otros boicotean lo que su propio ministerio promociona.

lunes, 30 de mayo de 2011

¡A hacer las valijas, se ha dicho!




“He visto a alcaldes y a autoridades autonómicas españolas de todos los colores tirar cantidades inmensas de dinero público viniendo a Nueva York en presuntos viajes promocionales que solo tienen eco en los informativos de sus comarcas, municipios o comunidades respectivas.”
Este es un extracto de un artículo llamado “Hora de despertar” escrito el 20 de mayo pasado, por el escritor y académico español Antonio Muñoz Molina, miembro de la Real Academia Española desde 1996 y ex director de Instituto Cervantes en la ciudad de Nueva York.
El artículo dice más adelante: “Lo que yo me preguntaba, y lo que preguntaba cada vez que veía a un economista, era cómo un país de mediana importancia podía permitirse tantos lujos. Y me preguntaba y me pregunto por qué la ciudadanía ha aceptado con tanta indiferencia tantos abusos, durante tanto tiempo.”
Al leer esto, y conste que este hombre está hablando de España, no pude de dejar de pensar en los viajes a SIMA, COTAL, POW WOW y otras ferias y convenciones turísticas e inmobiliarias de crípticos nombres. Estas reciben importantes contingentes de legisladores nacionales y departamentales, que viajan con el pretexto de promover las bondades de invertir en nuestro departamento.
Es la hora de SIMA, la feria inmobiliaria de Madrid, destino por demás preciado por nuestros compatriotas, ya que no existe la barrera del idioma, es un viaje al siempre codiciado viejo mundo, de ahí se pueden ir a visitar parientes o amigos – ¿quién no tiene un hijo, primo o amigo de la infancia en España?-, o simplemente tomarlo como punto de partida hacia otros destinos en Europa.
Personalmente, considero que viajar es antes que nada una experiencia educativa. Viajar nos expone a otras culturas y costumbres, dándonos una perspectiva que nos permite darnos una mejor idea de dónde estamos parados. En qué somos privilegiados y dónde nos falta esmerarnos, para emular a pueblos que se destacan por hacer algunas cosas de manera más eficiente que nosotros.
Creo que viajar es importante, ya que nos obliga a dejar de mirarnos el ombligo, y ver que en otros lados pasan cosas más importantes que la derogación de la Ley de Caducidad y la eterna rivalidad entre Nacional y Peñarol.
Lo que sí cuestiono como contribuyente, es la necesidad de enviar delegaciones tan numerosas a estas ferias, donde dos o tres personas clave podrían cumplir la misma función que estos nutridos contingentes de legisladores, técnicos y acólitos.
El indiscriminado afán promocional ha llevado por el mundo a numerosos funcionarios gubernamentales y directivos de diferentes agrupaciones -en parte subsidiadas por dinero público- a ferias, convenciones y congresos, o a firmar improbables acuerdos de colaboración, de los cuales lo único que queda en la mayoría de los casos, es la foto de los mandatarios dándose la mano con aire satisfecho.
España, el destino de varios de nuestros jerarcas comunales, está atravesando una seria crisis, donde el chivo expiatorio es la clase política. El descontento de la ciudadanía movilizó algunos grupos a protagonizar una suerte de insurrección pacífica -al menos bastante pacífica hasta ahora- inspirada en parte, en el libro “¡Indignaos!” del diplomático, escritor, y militante político francés, Stéphane Hessel. Esta “indignación colectiva” fue alimentada en parte por las redes sociales en internet y las manifestaciones que han ocurrido últimamente en el mundo árabe.
Esperemos que todos los que viajan a Madrid para ir a SIMA con el dinero de los contribuyentes, además de promover las bondades de invertir en Maldonado, se tomen un momento para aprender de lo que está pasando en España, y reflexionen si ir en patota a este tipo de evento es realmente lo más beneficioso para el departamento.
Ojalá que este viaje al país de los “indignados” inspire en nuestros gobernantes una de verdadera vocación de servicio, para que se ponga por una vez el bien común por delante de los intereses personales y las ambiciones políticas.

martes, 24 de mayo de 2011

Un cuentito de terror

Érase una vez hace muchos, muchos años un pueblo en una península, rodeado de dunas y rocas que lo protegían del mar.

En ese pueblo convivían algunas familias que se conocían desde siempre. Los niños de estas familias crecían juntos como primos lejanos, jugando en las calles desiertas y las playas desoladas, juntando piedritas y tesoros que traía el mar y ocasionalmente adoptando algún pingüino huérfano que recalaba en la costa.

Un buen día, unas personas que vivían en la ciudad se dieron cuenta de lo lindo que era el pueblo y decidieron que querían pasar sus vacaciones en este lugar.

Para ello empezaron a alquilar las casas de los habitantes del pueblo, pero como vieron que estas no eran lo suficientemente cómodas -ya que la gente del pueblo era más bien sencilla, y no sabía lo compleja que puede ser la vida para la gente de ciudad- decidieron empezar a construir sus propias casas. Los habitantes del pueblo los miraban divertidos y se preguntaban ¿Por qué necesitarán estas casas tan grandes si sólo vienen a quedarse un par de meses al año?

Pasó el tiempo y siguió llegando gente al pueblo. La mayoría de ellos venía sólo por el verano, pero algunos decidieron quedarse, ya que vieron que aquí vivían más tranquilos que en las ciudades de las cuales provenían.

Mientras tanto se seguían construyendo nuevas casas. A algunos se les ocurrió que en vez de construir casas que ocupaban todo un terreno y a lo sumo podía vivir una familia, mejor hacer apartamentos, donde se podían apilar varios, y todos ellos –más que nada los que estaban en los pisos de arriba- veían el mar, cosa que parecía importarle mucho a la gente de la ciudad que venía a veranear.

Los habitantes del pueblo estaban contentos, ya que ahora había más trabajo, porque toda esa gente nueva necesitaba un montón de cosas -a las cuales la ciudad los había acostumbrado- y dependían de ellos para que se las proporcionaran.

Mientras tanto se seguían construyendo edificios de apartamentos, la gente del pueblo miraba con asombro con iba cambiando la fisonomía del lugar. “Es el progreso” decían los gobernantes de turno…. “debe ser el progreso” se repetían los unos a los otros, mientras veían desaparecer las dunas y los pinos, que unos visionarios habían plantado hacía muchos años, para impedir que la arena volara libre, ahogando a los habitantes del pueblo.

Llegó un día en que los habitantes del pueblo ya no reconocían las calles donde crecieron y solían jugar con sus vecinos y amigos, fue en ese momento que algunos se preocuparon un poco y empezaron a añorar las dunas, los pinos, las rocas y las casas de ladrillo con techos anaranjados, “debe haber sido el progreso” murmuraban bajito para consolarse los nostálgicos, porque todo el resto parecía estar muy contento con el giro que habían tomado las cosas.

Ninguna de las personas nuevas, que venían hablando del progreso extrañaba nada, porque no lo habían conocido antes, cuando era un pueblo en una península, rodeado de dunas y rocas que lo protegían del mar, donde todos se conocían desde siempre y los niños crecían juntos, como primos lejanos, jugando en las calles desiertas y las playas desoladas, juntando piedritas y tesoros que traía el mar y ocasionalmente adoptando algún pingüino huérfano que recalaba en la costa.
Ahora ya había una cantidad enorme de edificios, altos como montañas que competían los unos con los otros para mirar el mar. Las sombras de estos edificios se proyectaban sobre las playas que ahora ya casi no tenían dunas, porque había grandes explanadas de asfalto para acomodar los centenares de autos que traían a miles de personas, ávidas de sol y de mar.

Los que estaban muy contentos eran los gobernantes de turno, ya que podían cobrarle altos impuestos a los dueños de los apartamentos de los edificios altos como montañas, y usar esta plata para pagarse jugosos salarios y ayudar a sus amigos.

Mientras tanto, los habitantes que no trabajaban para el gobierno –no eran muchos, pero algunos quedaban-tenían una inmensa nostalgia del pueblo que habían conocido, y se reunían en pequeños grupos para recordar el pasado y pelearse para ver quién tenía el recuerdo más antiguo.

Un buen día los dueños de los apartamentos, cuya mayoría vivía en las ciudades, empezaron a preguntarse por qué tenían que pagar impuestos tan altos, y qué pasaba con esa plata. A esto los gobernantes respondieron que estaban haciendo obras en otras zonas del pueblo –por eso no las veían- y redistribuían la plata que recaudaban entre los más pobres.

Los dueños de los apartamentos no se quedaron muy conformes con la respuesta –ya que la ciudad los había hecho desconfiados- y decidieron que iban a dejar de pagar los impuestos.
Qué caos que se armó! Los gobernantes ya no podían cobrar los jugosos sueldos, ni ayudar a sus amigos, tuvieron que dejar las obras a medio hacer, y ya no había dinero para repartir entre los pobres, que se enojaron mucho.

En el ínterin los habitantes del pueblo tuvieron que interrumpir el debate acerca de quién tenía el recuerdo más antiguo, - cosa que absorbía mucha de sus energías-, y preocuparse por poner orden en el pueblo, que para ese entonces estaba muy convulsionado, tanto como el océano en una tormenta de invierno.

“Fue el progreso” se repetían los unos a los otros, mientras salían de su letargo y se sacaban los lentes color sepia, para ver con asombro todo lo que había sucedido, mientras ellos se la pasaban nada más que hablando del pasado.

lunes, 16 de mayo de 2011

¡Basta de tango!

“Por favor, hacedlo muy bien porque esta ciudad lo necesita y espera.” Marina Subirats, socióloga y política catalana.

Si hay algo para lo que sirve viajar, alejarse del lugar donde uno vive y quebrar con la rutina, es para ayudarnos a pensar con claridad. Parece que con el mero hecho de alejarnos unos kilómetros se levanta el velo que todo lo nubla y una vez más podemos ver con una cierta perspectiva que nos permite identificar las cosas que nos molestan.
Eso me pasó en la semana que acabo de pasar en la querida y siempre estimulante Buenos Aires. Más concretamente después de asistir al seminario “Cultura para la movilización social” del catalán Toni Puig, muy de moda hoy en día en estas latitudes.
Puig es un conocido especialista en gestión cultural, el reverenciado “Gurú de las ciudades”. Este hombre, de excéntrico aspecto y discurso irreverente, fue en gran parte el responsable de la transformación de Barcelona a fines de la década del ochenta y principios de los noventa, cuando la ciudad tuvo que aggiornarse para recibir las Olimpíadas.
El cóctel de Buenos Aires y sus numerosos estímulos culturales, coronado por este seminario, me dejó en un estado de insurrecta inspiración, que pienso volcar en este artículo. Espero que los lectores sepan disculpar la catarsis que estoy a punto de ejercer a continuación.
Debo confesar que al compararme con el resto de los asistentes al seminario de Puig, unas cuarenta personas, porteñas en su mayoría, me sentí poquita cosa. Una desgraciada.
¿Por qué una desgraciada si supuestamente vivo en un lugar privilegiado, bendecido por la naturaleza, donde la calidad de vida atrae a gente de distintas latitudes, que poco a poco van creando sus espacios en nuestra predominantemente cerrada y pueblerina sociedad?
¿Será que en el fondo soy una acomplejada? Confieso que por un momento me dominó el desconcierto, hasta que descubrí que lo que me había llevado a ese seminario de nombre casi revolucionario, era la búsqueda de una identidad. No la mía concretamente, sino la de la ciudad en la que vivo y considero mi casa: la querida Punta del Este.
El complejo me duró poco, ya que descubrí que personas de otras ciudades, como Mar del Plata o Necochea, tenían preocupaciones similares a la mía; todos creíamos adolecer de lo mismo: una crisis de identidad. Coincidíamos también en las consecuencias adversas que esta crisis tiene en todos nosotros: desconcierto, apatía, falta de conciencia social y un indefinible malestar que se contagia entre los ciudadanos.
En el caso de Punta del Este me aventuraría a diagnosticar algo peor: El vacio de identidad ha dado lugar a la construcción de una identidad mercenaria, ajena a la gente, en la que parece que lo único que importa es apilar ladrillos sin ton ni son y los dividendos que estos generan. Creo que de este descubrimiento venía mi malestar.
Punta del Este se está convirtiendo en una ciudad sin alma, tanto cemento la está endureciendo y despersonalizando. Vivimos una ilusión de protagonismo regional por unos escasos treinta días, para después apagarnos, como la marquesina de neón de un teatro clausurado.
Hay algo que sí nos une a los puntaesteños. Es el recuerdo de un pasado idealizado, donde todo era mejor. La ciudad era más linda y amable. Todos nos conocíamos y éramos más buenos.
¿Y el Punta del Este que tenemos ahora? Y todavía más importante: ¿El Punta del Este del futuro?
Hay aquí y allá islas de personas que tenemos una vaga idea de lo que NO nos gusta del Punta del Este actual, y lo que extrañamos de AQUEL Punta del Este.
Pero ¿tenemos idea de que Punta del Este queremos en el futuro?
Nosotros, los residentes: ¿Estamos construyendo activamente la ciudad que nos gustaría tener? ¿Estamos exigiendo ser protagonistas? ¿O nos conformamos con ser críticos descontentos? Con un discurso tanguero que no hace más que provocar bostezos a granel ya que lo único que se nos ocurre es evocar un Punta del Este que ya no existe, sin proponer nada nuevo. Dejando que sean otros los que marcan el rumbo de la ciudad en la que vivimos, mientras miramos con desazón como las cosas cambian -muchas veces de manera que no aprobamos- sin hacer nada al respecto.
Aunque a algunas personas no les guste admitirlo, Punta del Este es un híbrido cultural, no es ni uruguayo, ni argentino. Esta ciudad se ha nutrido de la identidad de estos dos pueblos, creando una rara mutación que muchas veces no es comprendida, ni contemplada por muchos.
Somos nosotros, los que vivimos en Punta del Este, los que mejor podemos diagnosticar de que adolecemos. Mi humilde opinión es que tenemos que luchar por definir y afianzar una identidad que no pase sólo por lo económico, sino que le de un lugar de relevancia a la rica cultura que podemos ofrecer, producto de la amalgama de personas de distintos orígenes que conviven en nuestra ciudad.
Como dice Toni Puig en el primer capítulo de su libro “Marca ciudad: cómo rediseñarla para asegurar un futuro esplendido para todos” publicado en el 2009.
“En el mundo global en mutación, las ciudades se repiensan y se movilizan. Y avanzan seguras con los ciudadanos, rediseñando otra manera más sostenible de vivir en una ciudad plenamente humana.”
Esa es nuestra tarea -dejemos atrás el pasado, atesorémoslo si, y aprendamos de él-, pero nuestro verdadero deber, nuestro desafío es convertirnos en los hacedores de ese Punta del Este que nos gustaría tener.
Basta de tango.

Florencia Sáder
Buenos Aires

lunes, 2 de mayo de 2011

Los forasteros y las Criollas

A pocos kilómetros de Punta del Este, a una escasa media hora de los casinos y los restaurants de moda, existe otro universo.



En este mundo la hombría no se mide en base a quien maneja el auto más caro, o a quien lleva a la rubia más siliconada del brazo. Éste es un lugar en el que hombres comunes se enfrentan con bestias, y no con cualquier bestia, sino que miden fuerzas con el animal más enigmático y bello de todos: el mítico caballo.

Es en las Criollas, donde hombres y potros se enfrentan, montando un espectáculo en el que se miden el temple, la destreza y el coraje de los primeros, contra la bravura de los segundos.

Volví a descubrir las Criollas hace unos cuatro años, de la mano de mi marido –un gringo a quien le gustaría haber nacido gaucho- y un amigo francés, de visita por estas latitudes.

Un nublado día de Navidad estábamos paseando sin rumbo, por el campo uruguayo. El hambre nos llevó a entrar en un desolado Aiguá, donde un alma caritativa nos dirigió al único lugar donde podíamos encontrar algo de comer un 25 de diciembre, una Criolla a las afueras del pueblo.

Este primer encuentro fue providencial para mis dos acompañantes, que no salían de su asombro al constatar la que existencia de una fiesta tan genuina, a escasos kilómetros de la cosmopolita Punta del Este.

Los asistentes a esta Criolla navideña nos observaban de reojo, con esa mezcla de condescendencia y timidez que caracteriza a nuestro hombre de campo. Era obvio que nuestro trío desentonaba en esa fiesta campera, pero nuestro entusiasmo por verlo, comerlo y fotografiarlo todo, debe haber sido suficiente para que ninguno de los presentes desenvainara alguno de los impresionantes facones, y nos mandara de vuelta por donde vinimos.

En las Criollas la atracción principal son las jineteadas. En estas los gauchos tienen ocho segundos para probar su destreza permaneciendo montados en el lomo de un potro que trata de deshacerse de su jinete por todos los medios. Corcovos, saltos, paros de mano, todo es válido para tirar al jinete, algunos de ellos logran salir airosos de la prueba con la boina puesta y el cigarrillo pegado a un costado de la boca.

Lamentablemente yo fui la única que pudo captar el doble sentido de los versos del ocurrente payador, pero la habilidad de los jinetes, la bravura de los potros, el aroma de la carne asada, la dignidad con que los gauchos llevaban sus mejores ropas y la divertida curiosidad con que nos miraban los niños, no pasaron desapercibidas para los dos forasteros que me acompañaban.

La indumentaria del gaucho fue otro motivo de atracción para mis acompañantes: el sombrero de ala ancha, las bombachas, las boinas, las botas de cuero de potro, las alpargatas –las de suela de yute, y las de cuero, más sofisticadas estas-, los cinturones con la guarda Pampa, los ponchos, los impresionantes facones, todo esto se lucía y se vendía en unos improvisados puestos. La tentación fue tan grande, que cuando quisimos acordar, habíamos gastado hasta el último peso que llevábamos. Eso sí, éramos un modelo de elegancia gauchesca.

Al ver nuestro internacional trío en esta inesperada fiesta, no pude dejar de recordar las impresiones del protagonista de una obra maestra de la literatura acerca de nuestro país. El asombrado interés de mis acompañantes por las costumbres de nuestra gente de campo, me recordaron al enamoramiento que sufrió con nuestra tierra el inglés Richard Lamb en la novela “La tierra purpúrea” de W.H. Hudson. Esta obra escrita en 1885 narra las peripecias de un joven aventurero en la entonces convulsionada Banda Oriental, y es según palabras de Jorge Luis Borges, “uno de los pocos libros felices que hay en la Tierra.”

Estábamos bastante lejos de tener las peligrosas y pintorescas aventuras que protagonizó el personaje principal de esta novela, pero las vivencias de este forastero, obligado a sobrevivir en un mundo que al principio le es ajeno y difícil de entender no nos eran del todo ajenas. Al igual que Lamb, podía ver como a medida que pasaban los minutos, mis compañeros eran seducidos por la belleza del paisaje, el carácter de los gauchos, su relación con los animales y la tierra, e iban camino a convertirse en admiradores y agudos observadores de la idiosincrasia criolla.

Desde entonces hemos asistido a numerosas Criollas en Maldonado y sus alrededores, pero ninguna logró opacar esa Criolla navideña en Aiguá. Las hubo más concurridas, con potros más bravos, payadores más ocurrentes y mejores jinetes, pero ninguna como esta.

Ese primer encuentro de los extranjeros que me acompañaban, y su contagiosa curiosidad por las costumbres de nuestra gente de campo -tantas veces relegada e ignorada por la gente de la ciudad- me recordó de que a pesar de lo sacrificada que puede ser la vida de los que trabajan el campo, son ellos los verdaderos descendientes, los legítimos herederos y guardianes de esa tierra purpúrea que fascinó W.H. Hudson a fines del siglo XIX, y volvía a seducir a mis acompañantes más de un siglo después.

lunes, 25 de abril de 2011

De la ética y otras yerbas

Pobrecita la ética, se usa y abusa de ella. Se la esgrime para despertar la confianza de votantes, clientes, colegas. Puestos a prueba, en muchos casos, se abusa de ella y se la tira a un costado, especialmente cuando se interpone entre nosotros y algo que deseamos.

La ética puede ser muy útil por momentos, por ejemplo, cuando de vender nuestra imagen se trata. Es en ese momento en que nos acordamos de ella y queremos proyectarnos como seres confiables y honrados para ganarnos la confianza de terceros. Otras veces puede verse como algo muy constrictivo, ya que nos condiciona, nos obliga a seguir por un determinado camino, que no siempre es el más favorable a nuestras ambiciones políticas, económicas, personales.

La ética profesional no escapa a este dilema, que no por antiguo deja de estar vigente. En un mundo exitista en que cada vez más importa el fin, y menos los medios que tenemos que emplear para llegar a ese fin, la ética profesional es pisoteada sin miramientos, ya que se la ve más como un escollo que como un código de conducta que debe regir entre gente que practica una misma profesión.

Decía el edil colorado Eduardo Elinger en un homenaje realizado el martes 12 de abril por la Junta Departamental a la Familia Sáder con motivo de sus cien años en Punta del Este: “La honestidad y la humildad lamentablemente, no son moneda corriente en una zona además donde prima muchas veces los resultados económicos, no importando los costos desde el punto de vista moral o espiritual.”

Cuánta verdad en las palabras de Elinger, y qué orgullo que estas hayan estado dirigidas a mi familia. Quiero pensar que estas palabras son especialmente significativas para los mayores de la familia, que han sido probados una y otra vez, en una zona que como bien dice Elinger, lo más importante es el resultado económico y la tentación de escoger el camino más fácil es enorme.

Hacer lo correcto no siempre es lo más lucrativo a corto plazo. La tentación de tomar atajos siempre está presente y basta ver la actitud de algunas personas que recalaron en nuestras costas, para ver que priorizan la ganancia a corto plazo, aun a costa de su reputación, pisoteando la antes mencionada ética profesional. “Me sirve invocarla para que colabores conmigo, me olvido de ella cuando llega el momento de repartir algún beneficio económico, producto de dicha colaboración."

En Punta del Este abundan ejemplos como el que menciono en el párrafo anterior, la ética queda opacada por otros intereses que van más de acorde con las exigencias de uno de los Punta del Estes que existe y aunque nos duela, no podemos negar que está vigente.

Este es el Punta del Este cortoplacista, en el que priman los intereses materiales por encima de todo. En este Punta del Este sólo importa el ahora, ya que muchos de los jugadores, tan pronto pueden estar aquí como en Miami o Florianópolis, o cualquier otro lugar en el que puedan sacar algún provecho.

Por suerte todavía existe otro Punta del Este. Las noticias de éste no monopolizan los titulares de los diarios, ya que es el Punta del Este de la gente que día a día trabaja por un futuro mejor, no sólo para su persona sino para su ciudad. Estos no protagonizan grandes escándalos, no estafan, no roban; a estos les importa el futuro del balneario porque, a diferencia de los primeros, no ven a Punta del Este como un lugar al cual hay que tratar de exprimir al máximo a riesgo de secarlo, sino como su casa. Y uno a su casa la cuida.