martes, 14 de diciembre de 2010

Buddha Parking


Punta del Este es maravillosa en esta época del año. Vemos día a día la transformación de la ciudad, la vemos emperifollarse, maquillarse para el arribo del turismo.

Para llegar a mi casa, todos los días, paso por el otrora tranquilo pueblo de Manantiales, y veo, con asombro, como brotan restaurantes, tiendas, bares a ambas márgenes de la Ruta 10.

La semana pasada me llamó la atención ver que estaban limpiando y rellenando de balastro un terreno baldío sobre la ruta. Al día siguiente el predio tenía una estatua de Buda rodeada de un cantero de flores y lo que parecía ser un cartel tapado por un nylon. Inocentemente, pensé: “Que interesante, están haciendo una placita con un Buda”. Pues, no señor, estaba bien equivocada. Al día siguiente, una vez removido el nylon y develado el misterio, me enteré que lo que yo creí era una plaza, en realidad era un estacionamiento abierto de 10 a 23 horas.

Buddha Parking en Manantiales es un claro ejemplo de la utilización de una figura de importante significado místico para una cultura, y su occidentalización con fines comerciales, para imprimir a un vulgar emprendimiento lucrativo, como puede ser un parking, de una cierta pátina new age. Al pobre Buda ya le han sacado el jugo, hay Buddha Bar -un exclusivo bar y restaurante parisino muy de moda a fines de los años noventa, que le dio nombre a unas exitosas compilaciones de música lounge, que reportaron millones para el disc-jockey que las comercializó-.

Me pregunto cómo se verá afectado el karma de los que en este verano usen Buddha Parking. Si estacionar el auto en ese lugar puede de alguna manera contribuir a acelerar el tortuoso camino para alcanzar el Nirvana. Si por asociación, entre el sol y el mar de la playa Bikini, alguna cerveza o caipiriña en los boliches de la vuelta, se nos pega algo de sabiduría budista y acabamos todos más sabios y desprendidos.

Los nombres monosilábicos o con reminiscencias asiáticas parecen estar de moda, en la calle 20 acaba de abrir Omm, una versión más paqueta del Indian Outlet, en La Barra hay un gigantesco cartel anunciando OH!, un centro comercial proyectado por el estudio de Carlos Ott, que se prevé abrirá sus puertas en noviembre de 2012. Pionero en la tendencia monosilábica tenemos al ya consagrado condominio Yoo, en la avenida Roosevelt, o más críptico todavía y más económico en su uso del alfabeto, al Ô en la Parada 7 de la Brava.

Esta es la época del año en que Punta del Este despierta de su letargo para recibir otra temporada. Esta dejará a su paso una cantidad anécdotas y algunas noticias, de las últimas nos enteraremos por los diarios, la radio o la televisión; pero son las primeras las que definirán este verano para la mayoría de nosotros. Son esos momentos que no merecen titulares en los diarios, porque no tienen nada de extraordinario, pero forman parte del intrincado tejido de nuestros recuerdos y nos hacen identificar un verano en particular.

Espero que el otoño del 2011 nos encuentre a todos más sabios y ricos en anécdotas felices…oommmm.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

La Previa

Ya estamos en los descuentos, se viene la temporada. Estamos como los caballos de carrera, tascando el freno en las gateras, esperando la campana.

Basta darse una vuelta por Punta del Este y alrededores, para ver que están todos pinta que te pinta las casas y los locales, los jardineros están planta que te planta en los jardines, la intendencia está rompe que te rompe las calles, muchos comercios están remarca que te remarca la mercadería. Todos los que aquí vivimos nos estamos preparando de una manera u otra para la llegada de los veraneantes.

Llegarán, como siempre, después de Navidad. Algunos se adelantan y pasan en Punta del Este la Nochebuena menos navideña de sus vidas, ya que los Papá Noel escasean y los villancicos brillan por su ausencia; los puntaesteños no nos caracterizamos por rezumar espíritu navideño, precisamente. En los días siguientes, empiezan a descender sobre Punta del Este, por aire, por tierra, por mar; de la noche a la mañana pasamos de ser una relativamente tranquila ciudad del interior, a convertirnos en el epicentro de la actividad turística del país, y porqué no de la región.

Para muchos es fundamental estar en Punta del Este en estos codiciados y caóticos días, no en vano reveillón es el momento más álgido del verano. Todos quieren ser parte del “circo esteño,” como lo llama el diario argentino La Nación, en una nota del domingo pasado llamada “Luces del Este” en la cual dan un auspicioso panorama de la temporada 2011.

Los que vivimos en Punta todo el año sobrellevamos esta época con una mezcla de expectativa y desazón; por un lado nos gusta ver llegar a los veraneantes que dan vida a nuestras calles, playas, comercios y sustentan nuestra economía, pero al mismo tiempo, el cambio de ritmo tan brutal nos deja desconcertados y aturdidos, al menos durante los primeros días de la invasión turística.

Llegan y como por arte de magia se prenden los semáforos, se abren comercios, se iluminan las torres, aparecen monstruosos cruceros en el puerto, empiezan los embotellamientos, el caos en los supermercados y cenar a la una de la mañana se transforma en aceptable. Viene una cantidad considerable de desconocidos con ropa de marca, pero también desembarcan clientes, amigos, familiares, y todos quieren atención, un pedacito nuestro, un poco del escaso tiempo con el cual contamos.

Ya nos encontramos a menos de un mes del comienzo de la temporada, en estos veintitantos días que nos quedan, tenemos que terminar de ponernos nuestra mejor cara para recibir a los que vienen a nuestro balneario, en busca de un paraíso prometido en revistas, folletos de turismo, o simplemente buscando recrear los buenos momentos vividos en veranos pasados.

Los que estamos aquí todo el año, nos sonreímos con complicidad, ya que sabemos que en cuanto vuelvan a apagarse los semáforos volveremos a ser los dueños y señores del lugar. Nos esperan pacientes “las aguas de marzo cerrando el verano” como en la canción del poeta brasilero Antonio Carlos Jobim