sábado, 28 de marzo de 2020

Las campañas políticas en el tiempo del Corona virus


La distancia social, o más concretamente el aislamiento, -como lo fue en el caso de mi cuarentena preventiva luego de volver de Holanda-, hacen que uno se entretenga haciendo cosas para las cuales normalmente no tiene, o no se hace el tiempo.
En mi caso fue asistir de forma remota a la conferencia: “Cinco cambios en las campañas políticas que trajo el COVID-19”

Esta conferencia fue dada por el consultor político ecuatoriano Andrés Elías, un experto en comunicación política digital.
Andrés empieza su conferencia hablando de la pandemia y sus consecuencias para la economía mundial, se calcula que se van a perder unos 25 millones de empleos, y se dice que esta crisis va a ser más devastadora que la del 2008.

En un escenario semejante es tiempo de reinventarse, todo un desafío para los políticos latinoamericanos que en su mayoría son varones mayores de 45 años, acostumbrados a las campañas de cercanía, a “caminar el territorio”, a los actos políticos presenciales, a la reunión en el comité. Todo eso se acabó por un tiempo.

Las campañas en general se caracterizan por tratar de dar a conocer y humanizar al candidato. La foto del político besando el bebé o abrazando a la viejita sonriente ya no son posibles en el tiempo del distanciamiento social. Es tiempo de reinventarse.
Las campañas van a ser en su mayoría digitales y por WhatsApp, para lo cual es muy importante la tecnología y conceptos como microsegmentación y la georreferenciación. Toca modernizarse y aquí es donde un buen asesor en estos temas pasa a ser muy importante. Llegar a distintos públicos con distintas herramientas.

Otra característica de las campañas políticas en los tiempos que se vienen es que no van a poder ser campañas que sean percibidas como millonarias. Nadie en tiempo de crisis quiere ver que el dinero, ya de por si escaso, está siendo gastado a manos llenas en carteles, remeras, merchandising o pautas publicitarias. Según Elías, una campaña que sea percibida como austera va a ser mejor recibida en estos tiempos de incertidumbre. La sociedad está susceptible y si una campaña es percibida como un derroche de dinero, el efecto puede ser el contrario al deseado.

Otro concepto que se manejó es el del contenido “snackable”. Se llama así al contenido digital más actual y divertido, es el que llena nuestro feed de Instagram de fotos y vídeos de colores, recursos creativos y una estética que engancha. Como su nombre indica, es un snack, un aperitivo para la vista, que hace que queramos consumir más y más. Muchas marcas llevan años invirtiendo y afinando su comunicación a través de este estilo de contenido moderno, atractivo y de fácil registro.

Obsoletos quedaron los largos discursos del candidato sentado en su despacho, las fotos del candidato abrazado a otros correligionarios con la insignia del partido de fondo. Ese mensaje y esa estética corría en los años setenta cuando había cuatro canales de televisión, ahora la gente sufre una sobrecarga de información. Se calcula que diariamente vemos unos 3000 a 5000 contenidos, el equivalente a unos 165 periódicos al día.

Como verán no son pocos los desafíos que también tendrán que enfrentar las campañas políticas. El concepto de distancia social llegó para quedarse con nosotros por tiempo indeterminado y con él nuevos desafíos.

El que se “aggiorne” primero va a correr con ventaja.


domingo, 15 de marzo de 2020

A no lavarnos las manos


Me tocó hacer cuarentena. Estuve diez días en Holanda representando a Punta del Este en un evento con gente de todo el mundo y a mi vuelta a Uruguay decidí aislarme sola en mi casa por catorce días.
Hoy con el diario del lunes, volviendo a tener la oportunidad de decidir si viajar o no, quizás no lo hubiera hecho, pero a lo hecho pecho, y la verdad que la pasé genial. Al momento de mi viaje Holanda no era uno de los países más afectados por el COVID-19, es más, creo que había apenas un par de casos, si es que los había. La gente actuaba en consecuencia, poca bola al tema, prácticamente nadie con las famosas mascarillas y un volumen normal de gente en los transportes públicos.
En mi viaje de ida los aeropuertos de Barajas y Schipol estaban todavía llenos de gente, y solamente algunos de ellos llevaban máscaras.  A medida que fueron pasando los días el tema fue escalando, acicateado principalmente por su presencia constante en las noticias y ya era tema de conversación obligado con taxistas y otras personas con las que uno se topa en los viajes.
Como no puedo ni quiero luchar con mi tendencia de tratar de encontrarle el lado positivo a las cosas, puedo decir que mi estadía en Holanda en tiempos del Corona Virus me permitió tener un tête à tête con las obras de los maestros holandeses como Veermer o Rembrandt en un poco concurrido Rijksmuseum. 
También me permitió estar prácticamente sola subiendo la interminable y empinada escalera de la torre de la Nieuwe Ker (Iglesia nueva) de la deliciosa ciudad de Delft, desde donde se puede apreciar una vista que quita el aliento.
Otro cantar fue la vuelta, al aterrizar en el aeropuerto de Barajas y tener que atravesarlo buscando la puerta de salida del Air Europa para Montevideo. En ese trayecto apenas me crucé con algún otro pasajero con cara de susto en un aeropuerto prácticamente desierto, sin free-shops ni cafés donde tomarse la última caña o bocata, ahora si una gran cantidad de personas usaban las máscaras, dándole a la escena un carácter de película apocalíptica.
Ya aterrizada en Uruguay decidí ponerme en cuarentena en mi casa. En mi caso fue un poco más difícil porque implicaba hacerlo en solitario ya que mi marido no había viajado y no era realista pensar que por más precauciones que tomáramos podíamos compartir la casa sin que en algún momento se viera expuesto al contagio, si es que tuve la mala suerte de agarrarme el bicho este. Así que por suerte nos prestaron un departamento en la Punta por unos días y allí partió mi marido, dejándome en la casa con nuestras mascotas.
Voy por mi tercer día de cuarentena, cuarentena que empezó como algo voluntario, pero ahora un decreto del gobierno nacional la hizo obligatoria y la verdad que por ahora no me va tan mal. Estoy aprovechando este tiempo para hacer esas cosas en la casa para las que uno nunca tiene tiempo ni ganas: ordenar placares y cajones, tirar cosas viejas, en fin, despejar la vida de tanta cosa innecesaria que nos pesa, aunque no nos demos cuenta.
Es increíble como las cosas se acomodan solas, ya la cuarentena en solitario parece haberme impuesto un ritmo propio que sigue la luz del sol, me levanto y me acuesto temprano. Mantengo contacto con mis amigos y familia por WhastsApp, sigo las noticias y mantengo un mínimo de presencia en las redes sociales. Este tiempo lo siento como una oportunidad de hacer una pausa, de mirar un poco para adentro, de hacer lo mismo que estoy haciendo con la casa, de descongestionar la vida de cosas innecesarias.
Veo con preocupación como en un momento en que el mundo nos recuerda que estamos todos interconectados, y un chino comiéndose un murciélago en China resulta en que meses más tarde yo esté en cuarentena en mi casa en Punta del Este, todavía hay gente que parece no entender que de este tipo de cosas se sale entre todos y que actitudes alarmistas y discriminatorias no le hacen bien a nadie y lo único que hacen es sembrar el pánico en un momento que requiere de sensatez, cordura y solidaridad. A no lavarse las manos y que esto no sea un "Sálvesequienpueda". De esta solamente se sale juntos