viernes, 28 de octubre de 2011

La Ermita de Nuestra Señora de la Candelaria desata polémica

El Muro de los Lamentos, la Gran Muralla China, el Muro de Berlín, el paredón, el autocine, estos son algunos de los nombres que se le han dado a la construcción que se está realizando en la playa El Emir para albergar la imagen de la Virgen de la Candelaria, patrona de la iglesia de Punta del Este.
¿Cómo empezó todo? Como parecen empezar hoy en día la mayoría de las insurrecciones civiles: por las redes sociales en internet.
En este caso, las fotos de la construcción publicadas en Facebook por unos puntaesteños, -entre los cuales me incluyo-, preocupados por el gigantesco forúnculo que estábamos viendo aparecer en El Emir, provocaron todo tipo de comentarios negativos entre la gente que de alguna manera, quiere salvaguardar la belleza natural de Punta del Este.
Se alega que lo que se está construyendo es antiestético, fuera de escala- mide la friolera de cuatro metros de alto- que interfiere con el paisaje tapando la vista de la Isla de Lobos. También se critica que no se haya comunicado lo que se pensaba hacer a la población, y que no se hayan tomado el trabajo de guardar las decenas de placas de agradecimiento a la virgen, que los fieles han ido dejando espontáneamente a través de los años.
Según lo que he averiguado, este proyecto, así como la antigua construcción que albergaba a la virgen, es donación de una familia que prefiere mantener el anonimato. La intención la encuentro excelente, el resultado no tanto, ya que el mamotreto diseñado por el estudio de Montevideo, Tanco Errea y Guillermo Scorza Arquitectos, sobresale como un molesto grano en este rincón de la playa El Emir.
La virgen patrona de la iglesia de Punta del Este, Nuestra Señora de la Candelaria conmemora en el mes de febrero la llegada del navegante español Juan Díaz de Solís a nuestras costas. Fue él quien bautizó como Puerto de la Candelaria a la península que se convertiría luego en Punta del Este. El 2 de febrero de 1516, el aventurero creyó que por fin había alcanzado el pasaje marítimo que lo conduciría a la India. Asombrado por completo por una geografía ajena, llamó Mar Dulce al actual Río de la Plata. Aquel era el día en que la Iglesia católica celebra la purificación de la Virgen María -o de la Candelaria-, luego del alumbramiento de Jesús. Solís bautizó, por lo tanto, con el nombre de Puerto de la Candelaria a la península que separa el estuario del océano.
Me tomé la libertad de pedir la opinión del arquitecto Samuel Flores Flores, quien tiene más de 40 años de carrera profesional, unos 250 proyectos ejecutados, y ha sido entre otras cosas, Asesor del Ministerio de Viviendo y Ordenamiento Territorial, cuando lo consulté para ver que le parecía el proyecto de la “Ermita Nuestra Señora de la Candelaria”, dijo lo siguiente: “Aún no hemos entendido, que los Espacios Públicos, son de todos y para tal fin, deben estar libres de todo hecho artificial, pues se dejan para preservar su naturalidad. En este caso, todas las religiones tendrían derecho a construir sus símbolos de fe, ¿Qué espacio obtendríamos?”
El arquitecto argentino Martín Gomez quien en el 2011 tuvo el honor de ser nombrado por la revista inglesa Wallpaper como uno de los veinte mejores nuevos arquitectos a nivel mundial, responsable de numerosas obras residenciales y comerciales no sólo en Punta del Este, sino que en diferentes partes del mundo, dijo lo siguiente al ver lo que se está construyendo en El Emir: “Qué pena ver tremendo monumento tapando la maravillosa naturaleza que bien hace de marco natural y de Creación Divina a la virgen de la Candelaria, donde siempre hemos visto como telón de fondo un horizonte marino con la graciosa silueta de la isla de los Lobos y su faro.”
El señor Enrique Harriague, propietario de un departamento sobre la Rambla Circunvalación con vista a El Emir y a la Isla de Lobos, un viejo amigo de la familia, expresaba lo siguiente: “Este proyecto va contra la naturaleza, obra de Dios, como católico es lo que siento. No me imagino que pueden pensar personas de otros credos que viniendo desde la Punta de las Salinas, ven esta edificación extraña que les obstruye la vista impidiéndoles apreciar la emblemática Isla de Lobos.”
Por último el joven arquitecto Matías Casaux Alsina, radicado en Punta del Este desde 1991, quien trabaja hace más de diez años en el prestigioso estudio del arquitecto Carlos Ott, responsable de importantes proyectos en Punta del Este (Laguna Escondida, OH La Barra, el futuro predio feria de El Jagüel, etc.), dijo lo siguiente, al ver este lo que se está construyendo: ”Es una lástima que una de las penínsulas rocosas más hermosas de Punta del Este se vea afectada por semejante reconfiguración. La capilla que antes participaba como un detalle dentro del marco natural espectacular, hoy se inserta de manera antinatural descontextualizando a la virgen y a sus devotos de la majestuosidad de la creación de Dios y su paisaje. Este muro de cuatro metros de altura no solo impide la visión del mar y la isla de lobos, sino que a su vez será un objeto observado desde los distintos ángulos de la rambla transformando para siempre el imaginario visual de todos los ciudadanos. La zona de “El Emir” ya no volverá a ser la misma.”
Unos ciudadanos de Punta de Este: Diego Rubio y Alejandra Pons, preocupados por la situación, hicieron lo cívicamente responsable y fueron al municipio que los representa, con la intención de recabar más información acerca de este proyecto, que nos tomó a todos de sorpresa, principalmente por su descomunal tamaño y el silencio que lo rodeaba, al menos hasta ahora. Si bien fueron recibidos muy amablemente- según su testimonio- se fueron con muy poca información y la certeza de que esta era un hecho consumado, y por más que una cantidad representativa de ciudadanos de Punta de Este pensamos que es un soberano mamarracho, no hay más remedio que aguantársela, ya que ahora no hay Cristo, ni Alcalde que lo pare.
Este episodio es solamente uno más de tantos, en los que vemos que espacios públicos no son respetados, edificios emblemáticos son demolidos, excepciones a la ordenanza de la construcción son milagrosamente aprobadas, y no con la ayuda de la Virgen de la Candelaria, precisamente. Los ciudadanos comunes y corrientes nos quedamos con la sensación de que no estamos siendo representados, nuestro patrimonio no es defendido, teniendo que convivir con los resultados, mientras vemos con tristeza como Punta del Este va perdiendo su identidad y su encanto.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Nocturnidades







En un libro que estoy leyendo del escritor alemán W. G. Sebald titulado Austerlitz, el narrador compara la intensidad de la mirada de ciertos animales nocturnos, como el lémur o la lechuza con la penetrante mirada de algunos grandes pensadores y filósofos. El autor elige ilustrar esta comparación con fotos que muestran los grandes ojos redondos de las criaturas de la noche, yuxtapuestos a los ojos de pensadores como Nietzsche o Foucault.
Todos ellos buscan atravesar la oscuridad, penetrarla, domarla, para ver qué es lo que esta esconde.
Para estar de acorde al tema, escribo esto de noche, cuando los ruidos de la calle y la casa se callaron casi por completo, y es más fácil escuchar los propios pensamientos, sin las interferencias de la vida diaria y la aturdidora rutina. ¿Por qué digo que la rutina es aturdidora? Porque nos llena de mandatos, de voces imperativas que nos llegan desde el trabajo, la familia, la pareja, la sociedad a la cual pertenecemos, e implacablemente nos van dictando las cosas que “debemos” hacer. La cacofonía de esas voces que se superponen y contradicen, no nos permite a veces oír esa voz interior, que encuentra más cómodamente su espacio en el silencio de la noche.
Como los lémures y los pensadores, uno cada tanto se adentra en la oscuridad, con la desventaja de que la mayoría de nosotros no tenemos la visión nocturna muy desarrollada- principalmente por falta de práctica-. La oscuridad asusta, lo desconocido muchas veces nos acobarda, y aunque esos buceos nocturnos son necesarios para el alma, preferimos quedarnos chapoteando en la superficie, sabiendo que hay un universo profundo y misterioso en nuestro interior, que requiere que nos sumerjamos en él para descubrir, no sólo cosas nuestras que están un poco más hondo, sino para entender mejor el mundo que nos rodea.
Para iniciar este viaje al que no todos se animan, confiamos en nuestra suerte y en la intuición. Esta es muchas veces la mejor guía, y una de las más cuestionadas, ya que la razón no se lleva con ella, y es esta última, la que intenta gobernar casi todas nuestras horas. Es durante la noche, en las horas en que reina la oscuridad cuando esta se debilita y podemos zafar de su asfixiante abrazo. Para emprender el recorrido de los lémures, los búhos y los murciélagos, al no contar con esos ojos privilegiados, tenemos que buscar otros timones, y la intuición está ahí agazapada, lista para auxiliarnos, basta con dejarla que nos guie, sin preguntarle demasiado.
La imagen de los pensadores del libro de Sebald, tratando de atravesar la oscuridad, me desveló, y recuerdo miradas de personas que conozco: miradas de los que buscan ahondar, aventurándose en la sombras, sabiendo que atravesando esa negrura desconcertante- aun corriendo el riesgo de perderse en ella- pueden encontrar tesoros que están reservados solamente para los valientes que emprenden este viaje. También recuerdo miradas de los que prefieren seguir en la superficie, y la sola idea de asomarse al oscuro abismo los llena de terror. Para estas personas, no hay canto de sirenas que los seduzca a sumergirse, como tercos Ulises se atan al mástil de la vida que conocen, sus rutinas, la ilusión de la seguridad.
Amigo lector: ¿Cuál de ellos es usted? o todavía más importante, ¿Cuál de ellos le gustaría ser?

lunes, 10 de octubre de 2011

Un ejemplo desde México



Existe un lugar donde conviven la modernidad y la tradición, donde las casas coloniales color terracota exhiben orgullosas sus cuidadas fachadas, detrás de las cuales se esconden magníficos patios llenos de plantas y espaciosas habitaciones exquisitamente decoradas. Un lugar donde los autos respetan a los peatones mientras estos cruzan las estrechas y empinadas calles de piedras. Una ciudad donde los artesanos ofrecen sus creaciones multicolores, mientras altivos mariachis caminan por la plaza principal en busca de clientes a quienes dedicarle sus canciones. Un lugar limpio y cuidado, con gente amable, dispuesta a ayudar al turista a disfrutar de su ciudad.
Este lugar es San Miguel de Allende en el estado de Guanajuato en México. Su belleza y señorío, sumado a un amable clima, le han valido a esta ciudad a 267 kilómetros de la capital, de renombre internacional convirtiéndola en un importante destino turístico y uno de los lugares preferidos para los extranjeros, especialmente estadounidenses, que buscan radicarse fuera de su país.
Fundada en 1542 por Fray Juan de San Miguel, quien bautizó el asentamiento como San Miguel el Grande, era un punto de paso importante del Antiguo Camino Real, parte de la ruta de la plata que se conectaba con Zacatecas. San Miguel fue declarado monumento histórico en 1926 por el Gobierno mexicano y fue descubierta como lugar turístico en la década del cincuenta, gracias a su bella arquitectura colonial y sus fuentes termales.
En San Miguel viven aproximadamente unos 10.000 estadounidenses -de los 2.5 millones que viven en México-. Cuenta con aproximadamente unos 62.000 habitantes en el área metropolitana y unos 140.000 en el municipio del mismo nombre.
La contribución de los expatriados es evidente. En 1937 un norteamericano de 27 años oriundo de Chicago llamado de Stirling Dickinson se enamoró de este pueblo color terracota, y se convirtió en uno de los fundadores de la Escuela Universitaria de Bellas Artes. Este instituto tuvo profesores tan prestigiosos como el muralista David Alfaro Siqueiros, y atrajo a artistas de todo el mundo, dándole a San Miguel de Allende parte del carácter que hasta hoy conserva, y lo hace tan especial. La combinación de artistas e inquietos residentes extranjeros le dieron a esta ciudad una impronta muy particular, en la que se destaca el respeto por la arquitectura colonial, una estética muy cuidada, y una gran preocupación por mantener las tradiciones. Los San Miguelenses -tanto los oriundos, como los por elección- están orgullosos de su pueblo y lo cuidan como a su propia casa.
Hoy en día en el centro histórico hay numerosos lugares en los que uno escucha tanto el inglés como el español. La presencia de los extranjeros es palpable, estos sobresalen cuando caminan por las empinadas calles del centro histórico- ya que son notoriamente más altos que los mexicanos- muchos han puesto comercios que ya llevan décadas en funcionamiento, y al igual que en Punta del Este, pululan las “Real Estate Agencies” ofreciendo casas y departamentos que de afuera mantienen su fachada colonial, pero adentro ofrecen todas las comodidades imaginables.
Aunque las comparaciones no son siempre justas, no pude evitar comparar a San Miguel con Punta del Este.
¿Cómo va a hacer semejante cosa? se estarán preguntando ¿No acaba de decir que San Miguel de Allende fue fundado en 1542? ¿Compararlos según que parámetro? Uno está en el hemisferio norte y el otro en el sur y además los separa la friolera de 367 años entre la fundación de uno y el otro.
Mientras San Miguel ostenta su identidad y su pasado colonial, parece que Punta del Este se empeña en deshacerse de la mayor cantidad posible de construcciones que representen épocas pasadas. Según lo que he leído, le toca el turno al Hotel Palace, que pronto dará paso a alguna nueva creación arquitectónica, que como es nuestra costumbre, no respetará ni incorporará nada de este emblemático hotel puntaesteño.
Construido en 1907, el Hotel Pedro Risso (luego Central y hoy Hotel Palace) sobrevivió a las crisis mundiales provocadas por el crac bursátil de 1929, la Primera y Segunda Guerras Mundiales. También superó lo que se considera como el peor momento sufrido por Punta del Este: el embargo a la llegada de turistas argentinos dictado durante la segunda presidencia de Juan Perón (1952-1955). El Palace también pudo superar otros escollos como fueron las devaluaciones argentinas de los años `80 y `90, así como también el estallido en Argentina durante el gobierno de Fernando de la Rúa a fines del año 2001, seguido por la crisis uruguaya.
La crisis que no sabemos si va a poder superar es la crisis de identidad que nos afecta. No está muy claro si vamos a poder salvar, -por lo menos la fachada- de uno de los pocos edificios emblemáticos que nos van quedando en pie, o si va a poder más el afán de lucro y vamos a ver desaparecer esta construcción de estilo colonial para dar lugar a alguna mole de concreto que tanto podría estar en Miami, Cancún o Mar del Plata.
En lo que sí nos asemejamos con San Miguel de Allende, es en la cantidad de empresas de “Real Estate” (no inmobiliarias ni empresas que comercializan bienes raíces, sino la versión anglo de estas, que suena más impresionante).
Ojalá que esto no fuera en lo único que tenemos en común con esta ciudad en México, ojalá que aprendiéramos a preservar las pocas cosas que constituyen nuestra identidad, -joven si, comparada con los 469 años de San Miguel de Allende-, pero ya somos mayorcitos, superamos el centenario y tenemos un edificio: el Hotel Palace, que ha sobrevivido a todos los avatares que le han tocado a Punta del Este, esperemos que no sea la ambición de unos y la apatía de otros, los que terminen con él.