jueves, 26 de septiembre de 2013

Un Punta del Este que duele

En vísperas del fin de semana en que se celebra el Día del Patrimonio, presiento que a muchos de ustedes les pasará lo mismo que a mí. Supongo que muchos sentirán el mismo dolor e impotencia al ver el estado en que se encuentran algunos edificios emblemáticos de Punta del Este, especialmente en la zona del casco histórico de la ciudad.
El Palace Hotel, el edificio que albergaba el cine Ocean, el ex cine Concorde y su galería, el edificio en el que funcionó la Casa Sader, -un almacén de ramos generales abierto en 1911 que hasta hace poco tenía una sucursal del supermercado El Dorado-, la vieja sede del Club Democrático Punta del Este, son algunos ejemplos de lo que vemos si nos damos una vuelta por la zona que supo albergar a los primeros pobladores.
Grandes estructuras en distintos estados de abandono, algunas tapiadas, otras con vidrios rotos, víctimas de los grafittis, el paso del tiempo, la falta de mantenimiento y la indiferencia de sus propietarios.

Existe una ley que prevé estas situaciones

Existe una ley que contempla los derechos y deberes de los dueños de inmuebles, esta es la Nº18.308 que regula el ordenamiento territorial y el desarrollo sostenible. El capítulo 37 dice: Constituyen deberes territoriales para los propietarios de inmuebles, en el marco de la legislación vigente y en función del interés general, entre otros, los siguientes:
a) Deber de usar. Los propietarios de inmuebles no podrán destinarlos a usos contrarios a los previstos por los instrumentos de ordenamiento territorial conforme a la presente ley y las determinaciones que se establezcan conforme a los mismos durante su aplicación.
b) Deber de conservar. Todos los propietarios de inmuebles deberán mantenerlos en condiciones de seguridad, salubridad y ornato público, realizando las obras de conservación oportunas y cumpliendo las disposiciones que a tal efecto dictamine el Gobierno Departamental competente.
c) Deber de proteger el medio ambiente y la diversidad. Todos los propietarios quedarán sujetos a las normas sobre protección del ambiente, los recursos naturales y el patrimonio natural, absteniéndose de cualquier actividad perjudicial para los mismos. Se comprende el deber de resguardar el inmueble frente al uso productivo de riesgo o la ocupación de suelo con fines habitacionales en zonas de riesgo.
d) Deber de proteger el patrimonio cultural. Todos los propietarios deberán cumplir las normas de protección del patrimonio cultural, histórico, arqueológico, arquitectónico, artístico y paisajístico.
e) Deber de cuidar. Los propietarios de inmuebles deberán vigilarlos y protegerlos frente a intrusiones de terceros, haciéndose responsables en caso de negligencia de las acciones que éstos puedan ejercer en contravención a lo dispuesto por los instrumentos de ordenamiento territorial o en menoscabo de los deberes territoriales.
f) Deber de rehabilitar y restituir. Los propietarios de inmuebles quedarán sujetos al cumplimiento de las normas de rehabilitación patrimonial o de restitución ambiental.

¿Existirá la voluntad de ponerle fin al problema?

O sea que la ley está. Falta la voluntad de aplicarla y determinar las sanciones. Así como existe el impuesto al terreno baldío, que penaliza a los que tienen un lote de tierra improductivo, se podría aplicar un impuesto al inmueble abandonado. El edificio abandonado no sólo devalúa las propiedades circundantes y estropea la imagen de todo un barrio, sino que constituye un potencial peligro. Constituye un riesgo desde el punto de vista de la seguridad, ya sea por peligro de derrumbe o incendio.  Se puede convertir en un foco infeccioso al ser invadido por roedores u otras plagas, o ser ocupado por intrusos.
Los espacios en las ciudades tienen la particularidad de ser irrepetibles. La sub-utilización refleja la falta de valorización de la ciudad. El casco histórico de Punta del Este alberga estructuras que reflejan abandono y negligencia.
A muchos estos edificios nos duelen, nos deprimen, reflejan la orfandad de una comunidad que lucha por preservar su identidad, apabullada ante tanto nuevo desarrollo anodino.
La zona del faro es el escenario del nacimiento de esta ciudad, motor de la industria turística nacional. Parte del barrio donde los viejos puntaesteños aprendieron a dar sus primeros pasos, dista de dejarnos orgullosos, y hay algunas cuadras que francamente dan pena
Todos sabemos que la mayoría de los propietarios de esos inmuebles son empresarios que los compraron esperando en algún momento hacer una diferencia. Ya sea por lo que allí les permitan construir, al venderlos a terceros o simplemente porque están en la península, una de las zonas más privilegiadas de Punta del Este, por su cercanía al puerto y potencial atractivo turístico.
¿Es demasiado pedir que por lo menos los mantengan en condiciones aceptables?
Si no existe la voluntad política de penalizar a quienes los tienen abandonados ¿no existirá por lo menos la posibilidad de ofrecer algún tipo de incentivo fiscal a quien momentáneamente lo ceda para que este sea rehabilitado?
Por ejemplo, se podría, como se ha hecho en otras ciudades, coordinar acciones con artistas para intervenir las fachadas, transformándolos en una potencial atracción turística y un orgullo para la comunidad. Hay numerosos ejemplos a nivel internacional que podemos replicar. No hay que inventar nada, simplemente copiarlo y hacerlo bien.
Las herramientas están en el artículo 37 de la ley 18.308. Hay que ver si existe la voluntad política de utilizarlas.  

sábado, 21 de septiembre de 2013

Garzón ante una encrucijada

¿Quiénes tienen más derecho a elegir el destino de un lugar? ¿Los que allí nacieron? ¿O los que entre millones de opciones decidieron hacerlo su lugar en el mundo? ¿Tienen los dos los mismo derechos y obligaciones? Más allá si unos tuvieron más oportunidades en la vida que otros.
Estas y muchas otras interrogantes de difícil respuesta quedaron planteadas el viernes 20 de septiembre en una Audiencia Pública celebrada para discutir un ambicioso desarrollo urbanístico propuesto para la entrada de Garzón. Este proyecto, si es aprobado, significaría un cambio sustancial del pueblo tal cual lo conocemos en la actualidad.
En el departamento de Maldonado nos llenamos la boca diciendo que queremos inversores “extra regionales”. O para decirlo en criollo, no queremos depender tanto de los argentinos que cada poco tiempo nos pegan algún susto. Jerarcas, empresarios y otros especímenes de la fauna local viajan muchas veces con fondos públicos, a cuanto congreso, feria internacional y encuentro haya, a pescar algún “extra regional” despistado, con ganas de invertir o de venir a radicarse en este remoto país ubicado al sur de Brasil.
Da la casualidad, o la causalidad, que hace unos cuantos años vino un mediático cocinero y empresario visionario que vio una oportunidad en un pequeño pueblo dormido que había conocido tiempos mejores.
Puso su restaurant frente a la plaza del pueblo, compró otras propiedades y empezó a promocionar su emprendimiento, haciendo que de a poco la gente se animara a vencer su resistencia de alejarse de la costa, en un lugar conocido en todo el mundo por sus playas. 
Pasaron algunos años y la gente de afuera poco a poco iba llegando. Algunos extranjeros, principalmente europeos, supieron ver en Garzón el particular encanto de la tranquila vida de un pueblo de provincia y decidieron comprar propiedades para refaccionarlas, respetando el estilo del pueblo, en algunos casos afincarse, o al menos para pasar largas temporadas.
El pueblo salió en programas de televisión en distintas partes del mundo, principalmente de los canales gourmet, ya que el mediático chef cocinaba en su plaza. Garzón de a poco se iba transformando en un destino turístico para un público que buscaba una alternativa al turismo de sol y playa. A este combo se agregó el emprendimiento del magnate argentino Alejandro Bulgheroni que su plantación de olivares trajo una nueva industria a la zona. Llegaron también otros pequeños negocios y también los inmobiliarios que instalaron sus oficinas, atraídos por la posibilidad de vender tierras y propiedades en el pueblo y sus alrededores.
Mientras tanto los pobladores originales tenían nuevas fuentes de trabajo, veían como el precio de sus propiedades subía, cosa que no necesariamente los beneficiaba, ya que ahora era mucho más caro comprarse una propiedad en el pueblo. Los nacidos y criados en Garzón de un día para otro pasaron a convivir con estos nuevos vecinos, estos forasteros decididos a quedarse que hablaban con distintos acentos o en otro idioma.
Visto desde los setenta kilómetros que lo separan de Punta del Este, la cosa parecía estar funcionando medianamente bien, o por lo menos se mantenía un precario equilibrio.
Esta ilusión se quebró el día que unos inversores, atraídos por la reputación del pueblo, vieron la posibilidad de un negocio y quisieron hacer un emprendimiento que permitía la construcción de casas en 70 lotes de 4000 metros cuadrados y una zona para 54 casas para trabajadores, dentro del régimen de viviendas de interés social.  Fue ahí en ese momento, que quedó en evidencia la fragilidad de este pacto entre los garzonenses de nacimiento y los garzonenses por elección.
Los pueblos van cambiando, como las personas. Vamos creciendo e incorporando cosas que vamos recogiendo por la vida. Algunas las elegimos, otras simplemente nos pasan.
Garzón se encuentra ante una encrucijada. Ya no es el mismo pueblo del abuelo de uno de los “nacidos y criados”, Don Ricardo Rodríguez que habló en la audiencia pública defendiendo el proyecto propuesto por los desarrollistas. Rodríguez dijo que su vida necesariamente no cambió para mejor  con el desembarco de Mallmann y su troupe, y que no permitir nuevos desarrollos no sería coherente ni justo con la gente del pueblo.  Por otro lado, también hay que considerar los intereses de esos extranjeros, esos que vamos a buscar a las ferias internacionales con dineros públicos, que entre tantos lugares en el mundo eligieron a Garzón por una serie de características y el estilo de vida que promueve.
Difícil tarea para este pueblo y para las autoridades contemplar las dos posiciones, las dos entendibles, lógicas y valiosas.
Quizás lo más prudente y deseable sea lo que varios sugirieron, y haya que planear entre todos los actores involucrados cómo quieren que crezca Garzón y a qué ritmo, ya que se corre el riesgo de alterar irremediablemente no sólo la fisonomía, sino la esencia de un pueblo que supo, con una pequeña ayudita, insertarse entre las opciones turísticas de Uruguay y la región.
En Garzón, como en Pueblo Edén, -otro entrañable pueblo rural del departamento de Maldonado que la gente está descubriendo-, todo va y debe ir más despacio. ¡No se apuren por favor!



Carta enviada por Francis Mallmann leída en la Audiencia Pública de Garzón:
Cuando decidí elegir Garzón hace diez años para realizar mi nuevo restaurante en Uruguay, lo hice cautivado por sus raíces y diseño de pueblo de campaña en lo que me gusta denominar “el Uruguay de atrás”.
No fue nada fácil invertir y convocar junto a Manuel Massi y Juan Santucci a que el turismo nos viera con interés. Con arduo trabajo y esfuerzo lo logramos, no sólo localmente, sino a través de la enorme atracción que tuvo nuestro desarrollo en la prensa internacional. Hoy Garzón es una marca importante dentro del paraguas del turismo en esta república. El sustento de nuestra voz siempre fue el silencio, la campiña, la belleza y la cordialidad de su gente. Estos pueblos rurales mantienen una calidad de vida y son una muestra de la historia y raíces culturales de este hermoso país.  
Punta del Este y su bella zona de influencia es hoy un destino importante en la carpeta de ofertas de turismo internacional. Sin embargo he visto en los treinta y cinco años que he desarrollado mi actividad como cocinero en este país, como ciertos rasgos puros de pueblitos sobre la costa se han ido perdiendo entre desarrollos y pura ambición inmobiliaria. 
¿Verdaderamente hace falta que Garzón cobije un proyecto que una vez más quiebre este frágil equilibrio entre sus raíces y el desarrollo? ¿Es justo que los que hemos cuidado de la mejor forma posible sustentar su historia, arquitectura del siglo pasado y silencio, encontrarnos arrollados por un proyecto que a las claras sólo busca la rentabilidad usando el arduo trabajo realizado por nosotros para volver a darle lugar a un pueblo que estaba sumido en un precario abandono?

Soy yo también empresario y lucro con mi actividad en este querido paraje, pero nada agregará este nuevo fraccionamiento a nuestro pueblo, que debe seguir protegiendo sus más preciados valores: sus pobladores, su actividad rural y la pequeña individualidad en su crecimiento inmobiliario. 

Una vez más peligra en Maldonado el frágil equilibrio entre la belleza y la más pura ambición. Mucho me apena.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Billetera mata paisaje

Todos los que tenemos el don de la vista poseemos como parte de nuestro acervo de recuerdos una serie de paisajes que fueron el escenario de momentos memorables de nuestra vida.
¿Quién de nosotros no se maravilló alguna vez al venir por la ruta interbalnearia con la primera aparición en el campo visual de la ciudad de Punta del Este y la isla Gorriti?
El paisaje nos da sentido de pertenencia, sabemos al divisar tal o cual referencia geográfica que nos estamos acercando o alejando del lugar al que consideramos nuestro hogar. Este constituye un nexo entre el ser humano y la naturaleza. Nos confiere un “sentido de lugar”, es un referente espacial y cultural.
Los hombres somos seres contradictorios, si nos enteramos que una obra de arte fue dañada por un acto vandálico la mayoría de nosotros saltamos indignados y llamamos al perpetrador de bárbaro e insensible. Consideramos que todos los castigos humanos son pocos para semejante bestia capaz de arruinar una creación humana que nos sensibiliza y conecta con lo divino. Dañar una obra de arte acarrea una condena social y despierta la indignación colectiva. 
Este no es el caso con la alteración irreversible de los paisajes. Asistimos día a día a la modificación, muchas veces irreversible de los mismos con una placidez bovina. Esto es especialmente preocupante en el departamento de Maldonado, ya que hay una creencia colectiva de que todo lo que no se puede medir en metros cuadrados o dólares, no es digno de ser tenido en cuenta, y no merece ningún sacrificio de orden económico y menos político.
Una de las acepciones de la palabra “paisaje” según la Real Academia Española es: una extensión de terreno considerada en su aspecto artístico.  En una verdadera obra de arte, -esa que nos golpea en el plexo solar y nos devuelve un poco la fe en el mundo-, no falta ni sobra nada. Si nos parece casi sacrílego cambiarle el final a El Quijote o agregarle unas pinceladas a una obra de Monet, ¿por qué nos sentimos que no tenemos un reclamo válido cuando nos oponemos a que alteren un determinado paisaje?  
¿No es este un activo que poseemos, acaso? Esa combinación de elementos: océano, estuario, bosques de pinos, dunas, rocas, bahías y penínsulas que conviven con dos pequeñas islas que se divisan desde la costa, constituyen algunos de los elementos naturales que nos hacen únicos. Pasa lo mismo con las personas, puede haber muchos hombres y mujeres en el mundo, pero ninguno tiene esa combinación única de características que posee la persona de la cual nos enamoramos.
Sabemos que tanto las personas como los paisajes cambian, es imprescindible, ya que esto es lo único permanente, pero tengamos cuidado de no cambiar tanto de manera de volvernos irreconocibles y decepcionar a esa legión de fieles enamorados con los cuales todavía contamos
Entender la magnitud de los cambios propuestos, fue uno de los puntos que plantearon los ediles de la Comisión de Obras de la Junta Departamental cuando se les pidió que votaran una modificación a la ordenanza de la construcción para la zona de Piedras del Chileno, hace cosa de dos meses.
¿Cómo se va a ver la entrada a Punta del Este si aprobamos esto? preguntaron en todo su derecho, como nuestros representantes electos.  Como única respuesta tuvieron una filmación casera y un render hecho a las apuradas para salir del paso.
La modificación fue aprobada por la bancada oficialista sin mayor debate, ni participación de la ciudadanía. El paisaje tal cual lo conocemos, ese que les describía unos párrafos antes, es pasible y probablemente sea modificado para siempre gracias a este mero acto administrativo.
Billetera mata paisaje.