domingo, 5 de abril de 2015

Clarito como el agua

“Sobre todo, la democracia real y realista empieza por comprender que políticos somos forzosamente todos y que ninguna representación, por exacta y honrada que sea, nos dispensa de interesarnos por la cosa pública, estudiar los problemas y colaborar activamente en la búsqueda de soluciones”
Extracto del libro “Política de Urgencia” por el filósofo español Fernando Savater


Estamos a poco más de un mes de las elecciones departamentales. Los ánimos están caldeados, los militantes exaltados y los candidatos ya empiezan a sentir el agotamiento de una elección especialmente reñida,-a pesar del esfuerzo de algunos sectores que quieren instalar la idea de que ya hay un claro ganador-, todo apunta a que se va a tener que pelear voto a voto el tan preciado botín que representa la oficina del quinto piso de las calles Acuña de Figueroa y Burnett.

La crisis del agua potable llega en un momento por demás oportuno,llega en el tiempo de las visitas a los barrios, de las pegatinas, los comités, los carteles, llega en el tiempo de las promesas.
Y justamente en el tiempo de las ideas y las promesas, estas gotas de agua potable, pero no potable que tanto dieron que hablar, son más que oportunas porque obligan a reexaminar las prioridades para el departamento de Maldonado: ¿Maldonado departamento netamente turístico con especial énfasis en la conservación del medioambiente? o¿Maldonado extractivo y agro-industrial?
No es como si fuera la primera vez que hay que plantearse como re direccionar algunas de las políticas para nuestro departamento. Es normal que en una zona que ha tenido uno de los mayores crecimientos del país, haya que bajar la pelota al piso de vez en cuando. Ante los resultados de la gigantesca omisión de subestimar los problemas que hace tiempo se saben estaba teniendo la Laguna del Sauce, lo mínimo que debemos exigir como ciudadanos es que los responsables den la cara y no nos tomen el pelo minimizando el problema. Que nos expliquen claramente cuál es la situación y se comprometan públicamente a buscar una solución que no sea un “emparche” circunstancial, con la esperanza de que la situación mejore, la gente se olvide y el problema le toque
a otro.
El problema está, este no se va, y esté quien esté sentado en el sillón del quinto piso, es hora de que dejemos de descansarnos en los que supuestamente nos representan y empezamos a vivir nuestra ciudadanía desde un rol más activo, más participativo y exigente. Claro que eso conlleva mayores responsabilidades, pero como bien dice
Savater en otra parte del libro que a principio cito “Pero nada de eso podrá nunca hacerse si la crítica es sólo censura a los políticos y no autocrítica de los ciudadanos. La indignación no basta.”