martes, 14 de diciembre de 2010

Buddha Parking


Punta del Este es maravillosa en esta época del año. Vemos día a día la transformación de la ciudad, la vemos emperifollarse, maquillarse para el arribo del turismo.

Para llegar a mi casa, todos los días, paso por el otrora tranquilo pueblo de Manantiales, y veo, con asombro, como brotan restaurantes, tiendas, bares a ambas márgenes de la Ruta 10.

La semana pasada me llamó la atención ver que estaban limpiando y rellenando de balastro un terreno baldío sobre la ruta. Al día siguiente el predio tenía una estatua de Buda rodeada de un cantero de flores y lo que parecía ser un cartel tapado por un nylon. Inocentemente, pensé: “Que interesante, están haciendo una placita con un Buda”. Pues, no señor, estaba bien equivocada. Al día siguiente, una vez removido el nylon y develado el misterio, me enteré que lo que yo creí era una plaza, en realidad era un estacionamiento abierto de 10 a 23 horas.

Buddha Parking en Manantiales es un claro ejemplo de la utilización de una figura de importante significado místico para una cultura, y su occidentalización con fines comerciales, para imprimir a un vulgar emprendimiento lucrativo, como puede ser un parking, de una cierta pátina new age. Al pobre Buda ya le han sacado el jugo, hay Buddha Bar -un exclusivo bar y restaurante parisino muy de moda a fines de los años noventa, que le dio nombre a unas exitosas compilaciones de música lounge, que reportaron millones para el disc-jockey que las comercializó-.

Me pregunto cómo se verá afectado el karma de los que en este verano usen Buddha Parking. Si estacionar el auto en ese lugar puede de alguna manera contribuir a acelerar el tortuoso camino para alcanzar el Nirvana. Si por asociación, entre el sol y el mar de la playa Bikini, alguna cerveza o caipiriña en los boliches de la vuelta, se nos pega algo de sabiduría budista y acabamos todos más sabios y desprendidos.

Los nombres monosilábicos o con reminiscencias asiáticas parecen estar de moda, en la calle 20 acaba de abrir Omm, una versión más paqueta del Indian Outlet, en La Barra hay un gigantesco cartel anunciando OH!, un centro comercial proyectado por el estudio de Carlos Ott, que se prevé abrirá sus puertas en noviembre de 2012. Pionero en la tendencia monosilábica tenemos al ya consagrado condominio Yoo, en la avenida Roosevelt, o más críptico todavía y más económico en su uso del alfabeto, al Ô en la Parada 7 de la Brava.

Esta es la época del año en que Punta del Este despierta de su letargo para recibir otra temporada. Esta dejará a su paso una cantidad anécdotas y algunas noticias, de las últimas nos enteraremos por los diarios, la radio o la televisión; pero son las primeras las que definirán este verano para la mayoría de nosotros. Son esos momentos que no merecen titulares en los diarios, porque no tienen nada de extraordinario, pero forman parte del intrincado tejido de nuestros recuerdos y nos hacen identificar un verano en particular.

Espero que el otoño del 2011 nos encuentre a todos más sabios y ricos en anécdotas felices…oommmm.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

La Previa

Ya estamos en los descuentos, se viene la temporada. Estamos como los caballos de carrera, tascando el freno en las gateras, esperando la campana.

Basta darse una vuelta por Punta del Este y alrededores, para ver que están todos pinta que te pinta las casas y los locales, los jardineros están planta que te planta en los jardines, la intendencia está rompe que te rompe las calles, muchos comercios están remarca que te remarca la mercadería. Todos los que aquí vivimos nos estamos preparando de una manera u otra para la llegada de los veraneantes.

Llegarán, como siempre, después de Navidad. Algunos se adelantan y pasan en Punta del Este la Nochebuena menos navideña de sus vidas, ya que los Papá Noel escasean y los villancicos brillan por su ausencia; los puntaesteños no nos caracterizamos por rezumar espíritu navideño, precisamente. En los días siguientes, empiezan a descender sobre Punta del Este, por aire, por tierra, por mar; de la noche a la mañana pasamos de ser una relativamente tranquila ciudad del interior, a convertirnos en el epicentro de la actividad turística del país, y porqué no de la región.

Para muchos es fundamental estar en Punta del Este en estos codiciados y caóticos días, no en vano reveillón es el momento más álgido del verano. Todos quieren ser parte del “circo esteño,” como lo llama el diario argentino La Nación, en una nota del domingo pasado llamada “Luces del Este” en la cual dan un auspicioso panorama de la temporada 2011.

Los que vivimos en Punta todo el año sobrellevamos esta época con una mezcla de expectativa y desazón; por un lado nos gusta ver llegar a los veraneantes que dan vida a nuestras calles, playas, comercios y sustentan nuestra economía, pero al mismo tiempo, el cambio de ritmo tan brutal nos deja desconcertados y aturdidos, al menos durante los primeros días de la invasión turística.

Llegan y como por arte de magia se prenden los semáforos, se abren comercios, se iluminan las torres, aparecen monstruosos cruceros en el puerto, empiezan los embotellamientos, el caos en los supermercados y cenar a la una de la mañana se transforma en aceptable. Viene una cantidad considerable de desconocidos con ropa de marca, pero también desembarcan clientes, amigos, familiares, y todos quieren atención, un pedacito nuestro, un poco del escaso tiempo con el cual contamos.

Ya nos encontramos a menos de un mes del comienzo de la temporada, en estos veintitantos días que nos quedan, tenemos que terminar de ponernos nuestra mejor cara para recibir a los que vienen a nuestro balneario, en busca de un paraíso prometido en revistas, folletos de turismo, o simplemente buscando recrear los buenos momentos vividos en veranos pasados.

Los que estamos aquí todo el año, nos sonreímos con complicidad, ya que sabemos que en cuanto vuelvan a apagarse los semáforos volveremos a ser los dueños y señores del lugar. Nos esperan pacientes “las aguas de marzo cerrando el verano” como en la canción del poeta brasilero Antonio Carlos Jobim

jueves, 18 de noviembre de 2010

Entre chismes y rumores

Estamos en la era de las apariencias. No importa lo que es sino lo que parece, o si parece pero no es, no importa, lo principal es la percepción colectiva y no la esencia.

Estamos en la era de los rumores. Si lo alguien lo dijo, lo escuchamos por casualidad o lo leímos en algún lado –llámese red social, revista de chismes, blog, programa de televisión, cadena de emails- debe ser verdad; y si no es cien por ciento comprobable, algo de verdad debe tener.

¿Cómo sobrevivir a la sobredosis de dudosa información con la cual nos bombardean a diario? Esto requiere una disciplina casi espartana y un autocontrol digno de un consumado yogui (y no me refiero al oso amigo de Bubu).

Algunos de los datos que nos llegan son malintencionados, muchos de ellos, simplemente irresponsables y la mayoría de las veces, virtualmente imposibles de rastrear. Necesitamos una gran dosis de escepticismo para navegar por las dos primeras décadas del siglo XXI sin dejar que la superabundancia de información nos seduzca, como el canto de las sirenas cautivaba y enloquecía a los desgraciados marinos en La Odisea.

Al igual que el peligroso canto de estas peculiares figuras mitológicas, el chismorreo es irresistible para muchos, y aunque todos sabemos de los riesgos de prestar nuestros oídos para escucharlos y tratamos de resistirnos a la irrefrenable urgencia de repartirlos, es virtualmente imposible no dejarnos envolver por la ondulante marea de datos de variadas fuentes, con la que nos enfrentamos diariamente.

Como Ulises, tenemos que adoptar alguna técnica para dejar pasar los seductores chismes y no perpetuar el ciclo ad infinitum. De nosotros depende interrumpir el flujo de supuestas infidelidades, presuntas estafas, sospechosas cirugías plásticas, inminentes divorcios y demás jugosos -pero la mayoría de las veces- inverificables datos.

Muchos de nosotros hemos sido el sujeto de un chisme en alguna oportunidad, y todos hemos colaborado, inadvertidamente algunas veces y a sabiendas otras, a difundir un rumor malicioso. En la era de las comunicaciones el chisme nos ataca desde distintos flancos y se mueve a la velocidad de la luz.

Los rumores nacen con nosotros y cobran la importancia que les damos. Los creamos o los recogemos ya creciditos, y los lanzamos en una loca carrera de relevos una vez que decidimos difundirlos, azuzados por nuestra irresponsabilidad, alimentados por nuestro ingenio, los catapultamos hacia una meta borrosa e imprecisa que casi siempre termina con un amargo trofeo para alguno de los involucrados.

Lectores del Diario Correo de Punta del Este: la próxima vez que nos topemos con un malicioso e irresistible chisme, respiremos hondo, contemos hasta diez o hasta cien si es necesario, y sopesemos las posibles consecuencias de difundir ese rumor.

Si la urgencia por propagarlo es irrefrenable, por favor me mandan un correo electrónico a flosader@hotmail.com.

jueves, 28 de octubre de 2010

El cielo ajeno

La primera vez que me sentí realmente extranjera, fue hace muchos años en el planetario de Londres.

El planetario quedeba al lado del famoso Museo de Cera Madame Tussaud. Ese mismo día visité los dos, y supongo que las figuras de cera de tamaño natural deben haberme impresionado, sin embargo, el recuerdo más vívido que tengo de esa ocasión, es la emoción que sentí al ver una proyección del cielo del hemisferio Sur, y al mismo tiempo percatarme, que el cielo que en ese momento me cobijaba era otro. No fueron los autos con el volante del lado derecho, ni la famosa neblina londinense los que me hicieron sentir forastera, sino la Cruz del Sur y las Tres Marías, las que me recordaron que estaba muy lejos de casa.

La otra noche releyendo “Poemas de Punta del Este, Buenos Aires en tinta china” -una recopilación de poemas que el español Rafael Alberti escribió durante su exilio en nuestro balneario- me encontré con las siguientes líneas: “Cuando al entrar en casa miro al cielo y buscando, nostálgico la Osa Mayor, de mi hemisferio Norte, me surge, de un agujero negro de la Vía Láctea, la geometría perfecta de la Cruz del Sur, recuerdo que mi vida corre ya muchos años bajo la noche austral de América, lejos, muy lejos de los cielos de España.”

Todos los que desprevenidos, hemos levantado los ojos al firmamento en una noche sin nubes para encontrarnos con estrellas desconocidas, sabemos lo reconfortante que resulta volver a ver los astros que nos acompañaron en nuestra infancia. Uno puede familiarizarse con las calles, los árboles, los edificios, las plazas, los monumentos, de una ciudad que no es la suya, pero el cielo sigue siendo ajeno.

Hay algo atávico en nuestra fascinación con las estrellas, ellas guiaron a exploradores, aventureros y marinos, señalando el camino durante sus aventuras y marcando el sendero que los devolvía a casa. Hoy en día la mayoría de nosotros sabemos poco de ellas -lo que nos acordamos de las clases de astronomía en el liceo- no por eso dejan de hechizarnos, esos puntitos brillantes en el firmamento son un recordatorio constante de la insignificancia de nuestro planeta, uno de varios girando alrededor de una estrella, similar a las miles que alcanzamos a ver en una noche.

Después de vivir casi una década en una ciudad del hemisferio Norte, aprendí a adueñarme de sus calles de nombres en inglés; cierro los ojos y todavía puedo recorrer con la imaginación los lugares que transitaba diariamente. El cielo es otra historia, las estrellas que decoran el firmamento al norte de la línea del Ecuador me son esquivas, me olvidé de ellas; probablemente ellas también me olvidaron, porque como al poeta Rafael Alberti, fueron ellas las que me hicieron sentir forastera.

martes, 19 de octubre de 2010

El Isidoro Cañones de nuestra época














Cuando era chica me encantaba leer las historietas “Locuras de Isidoro.” Seguía con devoción las aventuras de Isidoro Cañones, el famoso playboy porteño, concebido por el dibujante argentino Dante Quinterno, creador también de otro conocido personaje, el cacique tehuelche Patoruzú.
De la mano de Isidoro conocí los boliches de moda en el Buenos Aires de los años setenta, los que a mis escasos doce años parecían tan lejanos y fascinantes como el Taj-Mahal. Leyendo estas historietas me reí de las ocurrencias de su protagonista, me escandalicé con lo que en ese entonces me parecía una vida disipada y secretamente desee que Isidoro lograra salirse con la suya para poder seguir malgastando junto a su amiga y fiel compañera Cachorra, el dinero de su bienintencionado y pacato tío, el Coronel Cañones.

Isidoro era cobarde, vividor, le gustaba el juego, la bebida y las mujeres, odiaba el trabajo y los deportes, no respetaba la autoridad, su leit motiv era vivir la vida a toda costa, y si era a costa de alguien mejor.
Mi héroe no era exactamente un dechado de virtudes, sino el prototipo del vivillo porteño, pero era rebelde, popular, simpático, un seductor nato, cualidades muy valoradas en la adolescencia, de estas y las ganas de transgredir un poco, quiero suponer, vendría mi atracción por este personaje.

El tiempo pasó, en los años siguientes tuve la ocasión de conocer distintos tipos de “Isidoros de carne y hueso”, por supuesto que era más simpática la versión en papel que la realidad, y muchas de las características de este personaje que me divertían de chica, llegaron a exasperarme cuando me las encontré de grande en personas cuyos nombres no pienso mencionar.

El otro día leyendo el diario argentino La Nación, me topé con el siguiente titular: “Cancelan la obra de Fort en Uruguay” el copete de la nota agregaba “Se iba a presentar Fortuna, pero no se vendieron las localidades suficientes y los productores decidieron dar de baja el espectáculo; se devolverá el dinero de las entradas vendidas.” Fue ahí que se me prendió la lamparita y llegué a la siguiente conclusión: Ricardo Fort es el Isidoro Cañones de hoy en día.

Fanáticos de Isidoro: Antes de indignarse, déjenme elaborar el porqué de esta afirmación.
Si lo piensan bien, hay sospechosas semejanzas entre los dos personajes, y como si esto fuera poco, el guión del espectáculo que pretendían presentar en Montevideo, se asemeja sospechosamente a una de mis historietas favoritas de Isidoro “Novio de América.” En este número el protagonista se ve obligado a acompañar a su tío en un viaje de negocios, ya que este no se anima a dejarlo solo en Buenos Aires, Isidoro aprovecha la ocasión para ponerse de novio con cuanta rica heredera va conociendo en su gira por Latinoamérica. Todo se complica cuando este fanfarrón se vanagloria de su hazaña en una entrevista de televisión que es transmitida por todo el continente.

“Fortuna” la obra de Fort se trata de un playboy millonario que vive en una mansión, y tiene novias por todo el mundo, el problema aparece cuando todas deciden sorprenderlo visitándolo para su cumpleaños.

Isidoro se valía de su encanto y su labia para seducir a las mujeres, Fort en cambio utiliza su billete, pero salvando las diferencias y los más de cuarenta años que separan a los dos personajes, no puedo dejar de pensar que estos dos porteños son el fiel reflejo de diferentes épocas de la sociedad argentina.
Isidoro Cañones es el fruto de la imaginación de Dante Quinterno y sólo vive en sus historietas, Ricardo Fort es de carne y hueso, -aunque parece de plástico-, y también es el fruto de la imaginación: la suya. Este hombre logró crear un singular personaje, con la complicidad de los medios, que supieron ver la atracción que este Isidoro millonario, prepotente, plástico, siliconado y de sexualidad dudosa podía llegar a ejercer en un publico “Tinelizado”.

Cuando los comparo, a pesar de sus múltiples defectos y de ser un pelafustán, un zángano, un botarate, un mequetrefe como diría su tío y benefactor, el Coronel Cañones, me quedo mil veces con Isidoro. Aunque este es solamente unos trazos en un papel, lo veo como un personaje bastante más interesante que Fort.

El joven Cañones es una caricatura de la sociedad porteña de las décadas del sesenta y setenta; con él conocí costumbres, lugares, personajes de esa época, y aunque no era ningún ejemplo a seguir, lo prefiero con su oportunismo y picardía, al exhibicionismo hueco de ese mutante mediático que pretendieron importar a Uruguay por unos días.

¡Qué suerte que la “Fort Beach” está en Mar del Plata, y por ahora no se les ocurrió replicar semejante experimento en Punta del Este!

jueves, 14 de octubre de 2010

La verdadera prueba del 12


“La Prueba del 12 da: Buena Temporada” se titula una nota publicada el 11 de octubre en el diario El País. “Exitoso fin de semana largo trae buenos augurios para el verano" dice un titular de La Republica, del mismo día. Pinta una buena temporada, dicen los comerciantes, los propietarios de inmuebles en alquiler, los recaudadores de la DGI, afilándose los dientes.

Los astros parecen haberse alineado de manera que las predicciones para el próximo verano sean auspiciosas: Brasil está caro y muchos brasileños le están tomando el gustito a vacacionar en Punta del Este; aunque la diferencia cambiaria con Argentina no nos favorece, sí lo hace la inflación que se ha instalado cómodamente en este país, sin intenciones de irse en un futuro cercano. La costa argentina tampoco está barata, e indiscutiblemente tiene más cachet decir “Este año veraneamos en Punta” que “Este verano nos vamos con la patrona a Mar del Tuyú” (ojo que no tengo nada personal contra ese lugar, que bien lindo debe de ser). Por último, Uruguay ya no es un destino desconocido para europeos, norteamericanos y asiáticos, de a poquito empezamos a verlos cada vez más por nuestras costas.

Los puntaesteños tuvimos este pasado fin de semana un abrupto cambio de ritmo. Salimos de nuestra cómoda cadencia primaveral y pasamos a algo bastante parecido a los días de la pre-temporada, en los que empezamos a ver aparecer en nuestras playas, restaurantes y negocios una horda de visitantes ávidos de sol, comida, mercadería, diversión.

Es innegable, los que vivimos del turismo, - o sea la mayoría de la población del departamento- nos entusiasmamos al ver tanta gente. Nos brillan los ojitos al leer los halagüeños titulares, nos gusta comprobar que al largo invierno de semáforos apagados, se sucede el verano trayendo centenares de turistas, deseosos de dejar sus dólares, euros, reales y pesos en nuestras arcas.

Una vez superada la “Prueba del 12”, no puedo dejar de pensar que un par de chispitas, como las provocadas por los bienintencionados artículos de El País y La República, son suficientes para empezar un incendio incontrolable que arrase con todo lo que encuentra a su paso. Este tipo de titulares optimistas son el combustible que alimenta la suba de precios que a la más mínima provocación, es propenso nuestro querido balneario.

Es verdad que la temporada es corta, y que muchos negocios abren sus puertas por unos escasos cuarenta días, pero eso no es excusa para pensar que los veraneantes son tontos y que van a aceptar pagar cualquier cosa simplemente porque tiene la etiqueta “Punta del Este.”

Fines de semana como el pasado son verdaderas pruebas, pero lo que está en tela de juicio no es si la temporada va a ser buena, mala o regular, sino nuestra capacidad de mantener la calma ante estos titulares incendiarios.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Ni la muerte nos separa

Cada vez que navego por Facebook me sonríe, desde la sugerencia: “Personas que quizás conozcas”, una chica que murió repentinamente hace unos meses.
Según los datos que se manejan de esta gigantesca red social con más de 500 millones de usuarios, en la actualidad hay más de 16 millones de muertos que tienen su perfil online, y este no puede ser borrado sin tener la contraseña que los usuarios utilizaron para crearlos.

Facebook permite congelar la cuenta de un familiar o amigo muerto, después de llenar unos engorrosos formularios probando que teníamos algún lazo con la persona y esta efectivamente falleció. La cuenta entonces queda en una suerte de limbo, ya no aparece en las búsquedas y solamente los amigos pueden ver el perfil y dejar mensajes en el muro.

Parece ser que sólo los familiares directos pueden pedir que la cuenta sea definitivamente desactivada y no creo que esto sea un trámite fácil, ya que esta popular red social no tiene muchos requisitos a la hora de crear una cuenta, pero nos hace prácticamente imposible borrarla. La idea es que una que vez dejemos este mundo sigamos ahí, colgados en el ciberespacio en una especie de conmemoración de nuestro exhibicionismo virtual.

Debo decir que no estoy del todo convencida con la idea que trata de promover Facebook, de mantener los perfiles de los muertos en línea, convirtiéndolos en mausoleos virtuales, donde los deudos puedan hacer catarsis.

¿No sería más fácil que después de un tiempo prudencial en el cual la cuenta no registra movimiento, esta se desactivara automáticamente? Hay algo de omnipotencia en pretender controlar las cuentas de los que ya dejaron este mundo, en condenarlos a seguir allí, a la vista de todos, indefensos, congelados en esa última foto que eligieron para el perfil, sin saber que forzosamente serian recordados de tal o cual manera.

Sin ánimo de ser macabra, tiene otro peso elegir la foto del perfil, si pensamos que esta es la imagen por la cual seremos recordados, ¿no es cierto?

El día que me muera por favor bájenme de Facebook. Sé que estoy dejando una misión prácticamente imposible a los familiares y amigos que me sobrevivan, es por eso que con mi testamento voy a dejar la contraseña para que mi ego y yo podamos finalmente descansar en paz.

martes, 14 de septiembre de 2010

Colita de ratón


Las asociaciones, agrupaciones, alianzas, confederaciones o ligas están formadas por individuos con un fin común, para beneficiar, supuestamente, a los miembros que la integran.

Los uruguayos somos dignos descendientes de la madre patria. La vieja España nos ha dado además del gusto por el chorizo, un individualismo rabioso que atenta contra cualquier tipo de asociación, que implique la suma de nuestras preciadas singularidades para beneficiar, supuestamente, al bien común.

Buscando referencias para este articulo, me encontré con el blog del publicista español Luis Bassat, donde decía lo siguiente: “Se dice que los españoles preferimos ser cabeza de ratón que cola de león. Y muchos empresarios se enorgullecen de ello. Pero así nos va. Tenemos miles y miles de pequeños empresarios propietarios, pero muy pocos reyes de la selva.” ¿No les suena conocido esto?

La superabundancia de cabezas de ratón, hace que muchas de nuestras asociaciones adolezcan de falta de liderazgo, apatía de sus miembros, descreimiento en la misión de la institución, frustración de sus directivos, lo que termina resultando en el inevitable debilitamiento de la entidad.

La figura más perniciosa para todo tipo de asociaciones es la del “figuretis maximus.” Estos individuos, una vez infiltrados empiezan, como gigantescas sanguijuelas, a nutrirse de la savia vital de la institución. Con su protagonismo despiadado, logran monopolizar la energía que debería fluir hacia todos los miembros de la agrupación, logrando atrofiarla hasta que tras una larga y dolorosa agonía, esta termina marchitándose y extinguiéndose

En Punta del Este pululan unos cuantos de estos ejemplares; los vemos en cuanto congreso, fiesta, recepción, desfile o feria hay, gravitando hacia los fotógrafos con la esperanza de que alguien alimente su perniciosa egolatría, documentando y difundiendo su presencia en tal o cual evento. Los políticos, los inmobiliarios y los autoproclamados relacionistas públicos son propensos a contraer una dolencia que describo a continuación.

El “individualismus cronicus” una vez contraído, se propaga por el cuerpo de la víctima, inflamando el ego hasta que este explota en pequeños pedazos. El primer síntoma de esta enfermedad es la incapacidad para cooperar con sus semejantes, seguido de delirios de grandeza “Todo esto lo logre yo solo” dicen, olvidándose que en la mayoría de los casos, simplemente están siguiendo el camino abierto por miles de sus pares que allanaron el terreno, para que hoy puedan proclamar su supuesta victoria.

“Vivimos en una época de tal individualismo que ya no de habla nunca de discípulos; se habla de ladrones” dijo el polifacético artista francés, Jean Cocteau. Todo el mundo quiere ser el que tuvo la idea, el único en beneficiarse; si la idea es buena pero viene de otro, necesariamente hay que cuestionarla.

El espíritu de equipo nace de la conjunción de varios objetivos principales: sinergia e intereses comunes, objetivos claros y realizables, medios para obtener esos objetivos. Si alguno de estos elementos falla el espíritu se desinfla, el ánimo decae y se produce un desbande mayúsculo, que hace cada vez más difícil la tarea de convencer a los escaldados participantes del experimento, de las bondades del trabajo en equipo.

El ejemplo de lo que se puede lograr cuando se trabaja bien en conjunto, que nos dio la selección uruguaya en el Mundial de Sudáfrica, debería inspirarnos para, aunque sea por un momento, hagamos a un lado nuestro afán de protagonismo y trabajemos en pos de la unidad.

No es lo mismo cuando varias voces unidas gritan lo mismo, que aislados grititos histéricos, lo primero se escucha y se respeta, lo segundo irrita.

Pero que nadie se confunda ni me interpreta mal; considero que siempre hacen falta líderes -¿qué hubiera sido de la selección celeste sin Forlán, Lugano y Tabárez?- pero líderes genuinos, generosos, seguros de sí mismos, que trabajen por la victoria del equipo. Imaginen que hubiera pasado si Forlán no pasara nunca la pelota.

Venzamos nuestra natural reticencia a la colaboración, no inventemos más pretextos. Muchas asociaciones no funcionan porque sus miembros no se comprometen, creyendo que esta no tiene nada que ofrecerles, y a su vez esta tiene muy poco que brindar si está integrada por la suma de individuos apáticos, que no están dispuestos a volcar un poco de su tiempo, energía, creatividad, -y a veces ni siquiera pagar su cuota-.

Pobrecitas las asociaciones, con tantos miembros pero tan solas y desamparadas; los ególatras las usan para darse ínfulas, las pisotean, las aplastan mientras sus miembros, indiferentes, las miran de reojo y se preguntan “¿Para esto me hice socio?”

martes, 7 de septiembre de 2010

Muerte e impuestos

“En este mundo nada es seguro, excepto la muerte y los impuestos”, esta es una frase usada por diferentes autores- entre ellos Daniel Defoe creador de la novela Robinson Crusoe-, y el político, científico e inventor estadounidense, Benjamín Franklin. Este último utiliza esta oración en una carta escrita en 1789 a Jean-Baptiste Leroy, un físico y escritor francés, con quien solía mantener correspondencia.

Pasaron más de doscientos años, y este enunciado parece estar más vigente que nunca. La guadaña y los impuestos siempre están presentes en nuestra vida; la primera recordándonos la finitud de nuestra existencia, y los segundos acechándonos desde varios frentes. Algunos de ellos los conocemos por siglas que suenan a nombre propio: IVA, IRPF, IRAE, ITP, IP, IMESI, IRNR, IMEBA. Por medio de estos muchachos, principalmente el omnipresente amigo IVA- responsable por el 54% de la recaudación en el 2009, según el Ministerio de Economía y Finanzas- el Estado se hace de nuestra platita para solventarse y usar el resto en intentar satisfacer las necesidades de los ciudadanos.

El 1 de septiembre pasado se presentó la ley Presupuestal al Parlamento. El proyecto, que si es aprobado empezará a regir el 1 de enero de 2011, prevé un aumento del gasto público global del 18% en términos reales, hasta 2014.

Un presupuesto que prevé gastar casi un quinto más que el anterior, es un presupuesto envalentonado, expansivo en el gasto, que despierta cierta intranquilidad entre los ya estrujados contribuyentes.

La ley Presupuestal incluye en uno de sus artículos una previsión para frenar el gasto, si las optimistas previsiones de crecimiento no se materializan. De todas maneras es difícil pensar como se podría recortar el gasto en ciertas áreas que se privilegian en el nuevo presupuesto como ser: seguridad, cárceles, INAU, educación, vivienda y salud. La poda tendrá que venir por otro lado, -¿o habrá que recaudar más para mantener la maquinaria en funcionamiento, si el crecimiento es por debajo del pronosticado?-

En Maldonado, una de las maneras previstas para recaudar más dinero para las arcas departamentales, es el polémico reaforo catastral que planean realizar al Este del arroyo Maldonado. El anuncio de esta medida creó una pequeña y pasajera conmoción, colándose en la tapa del diario argentino La Nación, agitando a los propietarios argentinos, ya escaldados por las presiones tributarias de su propio país.

A nivel nacional se prevé subir el sueldo de los ministros un 31.5% y agregar 63 cargos públicos de confianza a los ya 132 existentes, eso se traduce en más sueldos, más superposición de funciones, más burocracia. Dudo que se supriman estos cargos una vez adjudicados, si los pronósticos económicos terminan siendo menos halagüeños que lo pensado.

Decía el editor y empresario estadounidense Steve Forbes, nieto del creador de la famosa revista especializada en negocios y finanzas, que lleva su apellido: “Los políticos dicen ‘no podemos darnos el lujo bajar los impuestos’. De repente lo que no podemos es darnos el lujo de mantener a los políticos.”

Ojalá que las favorables predicciones económicas para el próximo quinquenio se hagan realidad, y el incremento del gasto público propuesto se traduzca en calles más seguras, ciudades y pueblos más limpios, menos gente viviendo en asentamientos, cárceles más humanas, mejor educación y salud, en fin, la lista puede seguir ad infinitum.

“Jugátela acá que no te van a expropiar ni te van a doblar el lomo con impuestos” dijo nuestro presidente, el 11 de febrero de este año a un grupo de 400 empresarios, mayormente argentinos, en un almuerzo de negocios que tuvo lugar en el Hotel Conrad.

Esperemos que nuestro presidente pueda mantener la promesa que hizo ese día, y ese 18% más de gasto previsto para los próximos cinco años, provenga de los optimistas vaticinios para nuestra economía y no de los bolsillos de los contribuyentes.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Elogio de la previsibilidad

A los uruguayos se nos acusa de ser grises, chatos, provincianos, aburridos, previsibles.

Después de pasar unos días en Buenos Aires y disfrutar no sólo de las luces de la gran ciudad, sino del culebrón que proveen los diarios y la televisión con los vaivenes de la clase política y la farándula argentina, quiero quebrar una lanza por la previsibilidad, una de las características que se nos atribuye.

El motivo que me llevó a la capital porteña fue Expo Real Estate, Segundo Congreso de Desarrollo e Inversiones Inmobiliarias que tuvo lugar el 19 y 20 de agosto en el Hotel Hilton de Puerto Madero. Allí se dieron cita los más importantes desarrollistas de la Argentina, así como varios empresarios y otras personalidades del rubro inmobiliario de nuestro país. El encuentro también conto con la presencia de algunos funcionarios de nuestro gobierno, como el Ministro de Turismo, Héctor Lescano y el Intendente de Maldonado, Oscar de los Santos.

En el congreso pudimos ver los distintos y en muchos casos faraónicos proyectos que se están haciendo en diferentes partes de la Argentina. Aprendimos acerca de nuevas formas de financiar los emprendimientos -todavía no demasiado conocidas en nuestro país-, como ser: el fideicomiso al costo, los condo hoteles, y otras figuritas que prontamente se intentarán replicar en este lado del charco, -de hecho, que yo sepa- ya hay algunos edificios financiados de esta manera, tanto en Maldonado como en Colonia.

Punta del Este es el retoño de una pareja despareja. Su madre, la Republica Oriental del Uruguay, es chapada a la antigua, conservadora, tradicional, reservada y a veces un poco miedosa. Argentina, su padre, es arriesgado, aventurero, despilfarrador, visionario, grandilocuente, fanfarrón e inestable. La cordura y muchas veces el sentido común de la madre, frena los excesivos ímpetus heredados de su progenitor, las ansias de aventura y sueños de grandeza del padre, acicatean el espíritu materno, por momentos un poco remolón y excesivamente cauteloso.

Y así va Punta del Este por la vida, tironeado por dos fuerzas que terminan por balancearse y cuando una de las dos personalidades amenaza con obliterar la otra, la que está bajo amenaza vuelve a surgir con más fuerza y reclama su lugar.

No en vano los argentinos se sienten como en casa en nuestra ciudad- de hecho no es sólo el lugar de sus vacaciones, sino también el hogar de muchos de ellos- mientras los uruguayos disfrutamos del aire cosmopolita que se respira en Punta del Este y las numerosas contribuciones -de todo tipo- que los argentinos han realizado en nuestro balneario.

En el congreso asistí a una conferencia llamada “Una mirada estructural de nuestra economía” dictada por el ex Ministro de Economía argentino, Martin Lousteau. En esta presentación se habló de la volatilidad de la economía del vecino país. Se presentaron gráficas que parecían el croquis para una montaña rusa, dónde se ilustraban los dramáticos vaivenes económicos de la Argentina en los últimos cincuenta años. Estos sacudones repercutieron en nuestro país, con menor intensidad, ya que todo lo nuestro es menos catastrófico, no tan rimbombante, es más chiquito, más modesto.

Por algo Punta del Este floreció en Uruguay y no en Argentina; los genes maternos lo hacen más previsible, más estable, estas son las características que los argentinos y otros extranjeros valoran a la hora de decidir dónde invertir su dinero.

Cuando iba en un taxi camino al aeropuerto para tomarme el vuelo de vuelta a Uruguay, el taxista me decía con admiración y un poco de envidia en la voz “Están bien en Uruguay, ¿no es cierto? El de ustedes es un país serio.” “Claro que si” le contesté con mucha convicción, ya que parece que cada vez que uno sale del país, se convierte en un embajador ambulante y no sólo se representa a si mismo sino que a toda una nación.

A su vez ese taxista expresó la creencia de mucha gente; aunque generalmente no somos el alma de la fiesta, ya que con nuestro tamaño, modalidad y exacerbado sentido del ridículo no nos lo permitimos, cada vez nos invitan más a bailar ya que proyectamos la imagen de país serio, confiable, del cual no se esperan grandes sorpresas, ni traicioneros pisotones.

lunes, 23 de agosto de 2010

Ni la cárcel, ni la cancha de Peñarol


El miércoles pasado, decidí sacudirme la modorra invernal y asistir a una reunión en la Unión de Comerciantes Minoristas de Maldonado, en la cual el Ministro del Interior, el señor Eduardo Bonomi, tenía la ingrata tarea de convencer a los comerciantes y otras personalidades del departamento, de lo innecesario que había sido el revuelo que ha levantado la inminente ampliación de la cárcel Las Rosas.
Dos cosas me quedaron en claro de esta reunión: la primera es que la ampliación de Las Rosas es un hecho consumado, y la segunda, que la gente de Maldonado no quiere saber nada al respecto.

La resolución de construir, donde hoy se encuentra Las Rosas, dos nuevos edificios carcelarios con capacidad para 500 prisioneros, para así recibir presos de otros departamentos no ha sido bien recibida por la población fernandina. Mucha gente -en la cual me incluyo- se siente burlada, ya que nos enteramos de la intención de instalar una cárcel regional en nuestro departamento, cuando la construcción ya está en marcha y está todo el pescado vendido.

Existe un problema: la falta de lugar en las cárceles existentes y se está buscando la solución más rápida, más económica, más fácil, más lógica desde un punto de vista: el cortoplacista y más beneficioso para el gobierno central, no así para nuestro departamento. “Tenemos que usar lo que tenemos” dice el Ministro Bonomi, con ánimo pragmático.

Los comerciantes del departamento, justificadamente preocupados, pidieron un estudio que midiera el impacto que tendría la ya encaminada ampliación de Las Rosas. La verdad es que tener este estudio sería bueno, pero basta el sentido común para darse cuenta que lo propuesto es una pésima idea.

Evidentemente lo que hay tiene que ser mejorado, nadie pone esto en duda. El tema es que no se tiene en cuenta la naturaleza del departamento y al decir la naturaleza no me refiero a los árboles y a las vaquitas, sino a que este un departamento netamente turístico, en el que la mayoría de la población -que llega de todos los rincones del país-, vive de prestar servicios a esta industria. No podemos darnos el lujo de hacer nada que tenga el potencial de perjudicarla.

Lamentablemente a veces parece que de Maldonado se acuerdan solamente cuando llega el verano y nos mandan los muchachos de la Dirección General Impositiva a hacer la temporada.

El ministro Bonomi expresó, en más de una oportunidad, su preocupación por el impacto que puede tener en el turismo el manejo de la información acerca de la ampliación de Las Rosas, dando a entender que se le estaba dando demasiada difusión.

Le guste al señor Ministro o no, Maldonado tiene mayor visibilidad que otros departamentos, lo que aquí pase va a tener más repercusión nacional e internacional que lo que ocurra en otras partes del país. No en vano numerosos extranjeros eligen visitar, invertir su dinero y muchos inclusive radicarse en nuestro departamento. No debería extrañar a nadie que despierte más interés lo que acontece en Maldonado que lo que pasa en Soriano.

Justamente el día de ayer salió en la portada del diario La Nación una nota acerca del próximo aumento de la contribución inmobiliaria en el Este de Maldonado, dudo que el reaforo catastral en cualquier otro de nuestros dieciocho departamentos sea material para una nota de tapa en uno de los diarios más importante de Argentina.

Los ediles frenteamplistas, demostrando su alianza con el gobierno central, consideran que el tema ha sido debatido suficientemente y votaron para dar el asunto por terminado. La oposición, y me atrevo a decir que un gran número de los contribuyentes de Maldonado, consideramos que todavía hay demasiados cabos sueltos, -como los va a haber presos en un futuro cercano- y nos gustaría que se considerara reubicar la cárcel de Las Rosas. Trasladarla a un lugar más remoto, más lejos de la ciudad que viene avanzando a un acelerado ritmo los últimos años.

“Hay tres cosas que nadie quiere tener cerca: la cárcel, la basura y la cancha de Peñarol” dijo el Ministro para dar por terminada la reunión y poner un toque de humor, a lo que hasta el momento había sido un encuentro bastante tenso. La reunión se disolvió pacíficamente, pero quedó la sensación de que faltaron temas por tratar y los argumentos que se presentaron nos llegaron a convencer a los allí presentes.

Los gobiernos y los funcionarios cambian, algunos problemas quedan para que los solucione la próxima administración. Esperemos que en el caso de Las Rosas no se opte por una solución provisional que termine trayendo más espinas para Maldonado, y graves problemas en el futuro.

jueves, 12 de agosto de 2010

Capricho y yo


Capricho es grandote, gris y cabezón; tan peludo por fuera, que se diría que es un animal de peluche. Sólo sus ojos marrones y expresivos lo delatan. Lo dejo suelto y se queda ahí parado, esperando su terrón de azúcar. Lo llamo dulcemente: ¿Capricho?, y me mira de reojo a una distancia prudente, antes de acercarse, para comprobar si efectivamente tengo la codiciada golosina.

Capricho está saliendo de la adolescencia, a sus escasos cuatro años está mostrando signos de una nueva adquirida madurez. A pesar de ser mucho más grande y fuerte que yo, me obedece, no siempre gustosamente, pero hace lo que le pido, creo que la mayoría de las veces debe pensar que mis órdenes carecen de sentido.

La vida de Capricho y sus amigos transcurre en un campo con vista al mar; como ocupaciones tiene comer la mayor cantidad de pasto posible, evacuar copiosamente ese pasto una vez digerido, un poco de ejercicio -siempre y cuando no llueva- y esperar los terrones de azúcar que le llevo en mis visitas. El azúcar es generalmente un premio por su buen comportamiento, -creo que él no lo ve como una recompensa, sino como su legítimo derecho-.

Capricho no puede volar como Pegaso, ni alberga un ejército en su vientre como el Caballo de Troya. A pesar de que en sus venas corre sangre de sus antepasados guerreros, no creo que tenga que demostrar su valor en combate, como lo hicieron Bucéfalo o Babieca. Tampoco es el caballo de un cacique Tehuelche como Pampero, o de un caballero andante como Rocinante, pero a medida que pasa el tiempo voy descubriendo rasgos de su carácter que lo hacen un digno descendiente de estos corceles famosos.

A Capricho no le gustan las motocicletas en general, no importa la marca, modelo o color, aunque las “MADE IN CHINA” le gustan todavía menos. No sé si piensa que le hacen competencia, pero el hecho es que las detesta. Tanto es así que hace poco arremetió contra la “Winner” del capataz del campo. Quienes vieron el acto de vandalismo dicen que simplemente tomó carrera y le dio un topetazo que la hizo volar por los aires, después siguió pastando como si tal cosa.

Capricho es uno de los treinta y tantos caballos Lusitanos que hay en Uruguay. Esta raza tiene el mismo origen del caballo Andaluz, en realidad eran una misma raza hasta los años sesenta, en que decidieron separarlas. El Lusitano es el caballo preferido en las corridas de toros, se destaca por su inteligencia, bravura y nobleza. La estirpe de Capricho llegó a América con los conquistadores, su sangre corre en las venas de la mayoría de nuestros resistentes y leales caballos Criollos.

A pesar de provenir de un rancio abolengo, Capricho no se la cree; vive su despreocupada juventud sin tomar consciencia de que es el sucesor de las cabalgaduras de nuestros próceres. Muchos de los generales y coroneles adornados por las palomas en nuestras plazas, montan los antepasados de este joven cuadrúpedo.

Mi relación con Capricho es relativamente reciente, hace apenas unos seis meses que nuestras vidas se cruzaron. En ese tiempo hemos aprendido a conocernos y compartimos aburridas vueltas en círculo en un picadero, amenizado por divertidos paseos a la playa o a campos cercanos, dónde tanto él como yo, estamos en un constante estado de fascinación ante el descubrimiento de un nuevo mundo.

Él porque es un joven impresionable recién llegado de Tacuarembó, y el universo está lleno de atracciones y distracciones, y yo porque el mundo se ve muy distinto desde el lomo de un caballo. Uno no sólo tiene la ilusión de ser más alto, más rápido, más fuerte, sino que se siente agradecido de que un animal tan bello y poderoso nos deje imponerle nuestra voluntad,-bueno sólo por un ratito, siempre y cuando al final haya un terrón de azúcar como recompensa-.

lunes, 9 de agosto de 2010

Mi viejo Punta del Este

¿Será porque estamos entrando en el mes de la nostalgia, con su apoteosis la noche del 24 y sus numerosas fiestas? ¿O simplemente porque soy canceriana y una de las características de este signo es el apego al pasado?

Por estas razones y otras que no vale la pena enumerar, la otra noche me puse a recordar cuales son las cosas que extraño del viejo Punta del Este.

Obviamente que todo es un tema generacional: mi viejo Punta del Este no es el mismo que el de mi padre, la lista de los lugares que él extraña es mucho más larga que la mía, pero estoy segura que cuando lea esto, vamos a coincidir en algunas cosas.

Los lugares que echo de menos existieron mayormente en la década de los setenta (mi infancia), y los ochenta (mi adolescencia). Aunque pasé gran parte de este tiempo también en Montevideo, parece que los recuerdos más vívidos, los que lograron sobrevivir a la montaña de imágenes, olores y sonidos que fueron acumulándose en mi mente en los años siguientes, fueron los relacionados con Punta del Este y los momentos que aquí pasé.

De los primeros recuerdos está “Catarí” en la avenida Gorlero, con su dueña Doña María y su lasaña verde de hongos. Una vez por semana solíamos ir mi madre y yo a comer esta delicatessen, e invariablemente se repetía el mismo ritual: Mi madre pedía la cuenta y ahí aparecía Doña María y decía con su acento italiano “Ah, no, a mujere sola no le pueddo cobrar.” No sé cuantas veces habremos comido “sañas” gratis (por muchos años pensé que se llamaban “las sañas”. Si son “los ravioles” ¿por qué no pueden ser “las sañas?).

De esa época, no puedo dejar de mencionar la Heladería Gorlero y Johny, el lustrabotas bailarín que trataba de emular al personaje Tony Manero de “Saturday Night Fever”, protagonizada por un jovencísimo John Travolta. Había que ver la cantidad de gente que se juntaba para ver “al Chony” bailando en la vereda al son de la música Disco.

La playita del puerto y su muelle, dónde muchos aprendieron a nadar con el Profesor Paredes, el cine Fragata y sus matinés interminables -de las cuales salíamos con los ojos en compota después de ver tres películas seguidas-, la playa El Emir con dunas, el Hotel Playa, el Jagüel, su pista de patinaje y sus caballos de alquiler -cuando todavía no se había convertido, en la “zona roja” de Punta del Este-.

En fin, podría seguir enumerando lugares y personajes y al volver a leer esto, me daría cuenta que me estoy olvidando de algo ya que a medida que uno empieza a recordar, es como si abriera una canilla que empieza a gotear tímidamente: lugar a lugar, vivencia a vivencia, pero a medida que permanece abierta, los fantasmas del pasado ven una manera de volver y parecen decir: “No te olvides de mi” y así la lista crece y crece.

Ya de mi adolescencia no puedo dejar de mencionar La Fragata con sus desayunos trasnochados, después de haber ido a bailar a algún boliche. De La Fragata siempre me llamó la atención sus mozos, verdaderas instituciones que lo deben haber visto todo, ya que era impresionante la cantidad de gente que por allí pasaba. En cuanto a boliches se refiere, me acuerdo de Ezequiel en el Cantregil Country Club, New Faces, al lado del cine Lido, L’Ete en Punta Ballena y por supuesto Space y sus fiestas temáticas de los miércoles.

Seguro que algunos de los que están leyendo esto, se preguntarán: ¿Pero cómo puede olvidarse de tal o cual cosa? Como decía al empezar este articulo, esto no es solamente un tema generacional, sino que también es, obviamente personal, mi viejo Punta del Este seguramente no es el mismo que el de ustedes, pero todos los que tenemos más de veinticinco ya tenemos uno.

Por suerte todavía permanecen unos cuantos lugares que han sobrevivido al crecimiento y la “Conradizacion” de Punta del Este: “El Floreal”, el Muelle de Mailhos, “L’Auberge”, “San Jorge”, la Playa de los Ingleses, “La Posta del Cangrejo”, Las Mesitas, “Dante” (de una Aguja a un Elefante), el Hotel Palace, en fin, algún otro habrá que no se me ocurre en este momento.

Aunque reconozco que es imposible que todo permanezca igual y que los cambios que la ciudad sufre son inevitables, me reconforta saber que sobrevivieron estos y otros lugares de mi viejo Punta del Este. En definitiva, son parte de la identidad del balneario y también de la mía.

Es justo decir, y lo hago con orgullo, que el nuevo Punta del Este también tiene sus atractivos, de a poco se va convirtiendo en una verdadera ciudad -con todo lo bueno y lo malo que esto implica-, los meses muertos ya no están tan muertos: hay colegios, universidades, cada vez más restaurantes y comercios abiertos y -¡oh milagro!- cine todos los días, con no una pero varias películas para elegir. Todo el que haya vivido la desilusión de que suspendieran la película que uno había estado esperando toda la semana por falta de público, como solía suceder a menudo durante el invierno, sabrá a lo que me refiero.

Y así como podemos ver buenas películas durante la semana, los nuevos tiempos nos han traído no solo más semáforos y decenas de rotondas, sino también nuevas opciones de consumo, nuevas fuentes de trabajos, nuevos motivos de permanencia.

En el fondo hay una parte de mi persona a la que le gustaría que todo siguiera como en los años de la infancia; que aquella idílica foto de ayer no hubiera sufrido modificaciones de ninguna índole. Pero la realidad es que uno crece, y junto con uno las sociedades avanzan.

Recuerdo con sincera nostalgia mi viejo Punta del Este, mientras disfruto de las comodidades y de los nuevos aportes que nos vienen trayendo el progreso y la confianza de los que año tras año se van sumando a nuestra comunidad por encontrar aquí vientos propicios y una paz y una cordialidad que a toda costa debemos conservar.



viernes, 30 de julio de 2010

Secreto bancario: ¿Atraer o repeler inversores?


En estos días vimos en nuestra ciudad muchos argentinos que decidieron pasar sus vacaciones de julio entre nosotros. Me consta que varios de ellos tienen propiedades en Punta del Este, y me pregunto cuántos tendrán cuentas en bancos uruguayos.
Hace cosa de dos meses, se presentó en Uruguay un proyecto de ley en el que se proponen ciertos ajustes al Nuevo Sistema Tributario. Entre estos ajustes está la posibilidad de solicitar el levantamiento del secreto bancario ante el pedido de la Dirección General Impositiva, a efectos de fiscalizar las cuentas ya sea de personas físicas o jurídicas.
Estuve navegando por Internet y preguntando por ahí, y parece que en las últimas semanas no ha habido demasiada mención de este proyecto de ley. No sé si fue el Mundial que logró borrar de la memoria colectiva todo lo que no se tratase de fútbol, pero el caso es que después de haber estado ojeando las medidas propuestas, hay algunas cosas que quedaron dando vueltas en mi cabeza como, esto de: “a efectos de fiscalizar…”
Fiscalizar, que palabrita tan antipática. ¿Cómo se elegirá a los desdichados en cuyas cuentas se va a husmear? ¿Tendrá que efectivamente haber la presunción de evasión impositiva? ¿O basta el ánimo indagatorio de algún funcionario de la DGI, para que se solicite- juez mediante- el levantamiento del secreto bancario de las cuentas de algún antipático personaje? (no del agrado del funcionario de la DGI, se entiende).
Aunque en la exposición de motivos del proyecto de ley dice que “La solicitud, asimismo, en caso que sea requerida por nuestra administración tributaria, deberá estar debidamente fundada, y cumplir con la condición de necesidad para la verificación de la veracidad e integridad de las declaraciones juradas de los contribuyentes o la falta de ellas.” El caso es que el largo brazo de la DGI va a poder llegar a nuestras cuentas, el secreto bancario se debilita, poniendo a las instituciones financieras en una posición vulnerable.
En un artículo publicado en el Diario El País el 15 de julio pasado, se señala que los depósitos en el sistema financiero uruguayo cayeron U$S 145 millones en junio –el mes en que trascendió esta perla de proyecto de ley- con respecto al mes de mayo, según había informado en su momento el Banco Central. El mismo artículo dice que en términos relativos, la caída más preocupante fue en los depósitos de los no residentes, que disminuyeron en unos U$S 18 millones.
El proyecto de ley también prevé que esta información puede ser solicitada por “la autoridad competente de un estado extranjero.” Esta modificación al sistema tributario da la posibilidad de que- convenio de cooperación de intercambio de información tributaria mediante-, las autoridades fiscales extranjeras puedan conocer las operaciones bancarias de sus nacionales, cumpliendo ciertos pasos formales.
Temblamos en ambas márgenes del Rio de la Plata, ya que si la Administración Federal de Ingresos Públicos de Argentina- la AFIP, para lo íntimos- llega a los bancos uruguayos, habría que ver el desbande que se armaría.
Al advertir el revuelo que se estaba armando con la noticia de la flexibilización del secreto bancario uruguayo y la posibilidad de que ambos países firmaran un convenio de intercambio de información tributaria, por el cual viene abogando la Argentina hace tiempo, un funcionario no identificado de nuestro gobierno declaró el 5 de junio pasado al diario La Nación “Podemos llegar a firmar acuerdos con países como Malta, Burkina Faso y Lesotho, pero no la Argentina”.
Según una conferencia llamada: “Los convenios de intercambio de información que viene firmando Uruguay. ¿El fin del secreto bancario?”, recientemente celebrada en la ORT, Uruguay tiene acuerdos de intercambio de información tributaria con los siguientes países: México (firmado y ratificado por Uruguay), España, Portugal (tratados ingresados al parlamento uruguayo, aún no ratificados), Francia, Alemania (tratados firmados por Uruguay, pero aún no ingresados al parlamento). También tiene preacuerdos firmados con las siguientes naciones: Bélgica, Liechtenstein, Malta, Corea del Sur, Suiza y Finlandia.
Una de las razones que se esgrime para modificar la ley, es la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) y su famosa lista negra. Al parecer Uruguay está actualmente -al igual que lo estuvo Suiza en su momento- en la lista gris de esta organización. Suiza logró salir de la misma mediante la suscripción de doce convenios de intercambio de información, cosa que le están exigiendo a Uruguay.
En Suiza -famosa por la impenetrabilidad de sus bancos- el intercambio de información sobre las cuentas de sus clientes dista de ser automático. La Ministra de Economía Suiza declaró en marzo pasado al diario El País de Madrid: "El secreto bancario sigue existiendo para los residentes en Suiza y colaboramos con la OCDE, pero el intercambio de información sobre cuentas de clientes no es automático". El procedimiento ahora depende de las autoridades de cada país, quienes deben hacer la demanda. Pero sólo en caso de sospechas fundadas de fraude fiscal, colaboramos de forma transparente.”
En cambio la reforma propuesta por el Banco Central de Uruguay y el Ministerio de Economía da rienda suelta- a través de los ya suscriptos y futuros convenios de intercambio de información- a los fiscos extranjeros a husmear en las cuentas que puedan tener sus ciudadanos en Uruguay.
¿Esto no les huele mal? ¿A qué tipo de presión política estaríamos cediendo y a qué costo?
Históricamente gran parte del atractivo de nuestro país, y de Punta del Este en particular, residió en ser en muchos sentidos hospitalarios con los turistas y los inversores. No estamos seguros que vaya ser a seguir siendo así. El Ministerio de Turismo y el de Economía y Finanzas no parecen caminar en la misma dirección.
Con todo, preferimos esperar que los próximos convenios que Uruguay firme sean con Lesotho y Burkina Faso, como declaró el funcionario no identificado de nuestro gobierno, y no con ninguno de nuestros vecinos

jueves, 8 de julio de 2010

Alentando a la Celeste desde la capital del imperio


Cuando estaba haciendo la valija para mi viaje a los Estados Unidos, decidí a último momento incluir unas camisetas y unos pareos con la bandera uruguaya, sin pensar que iban a ser el mejor regalo que les podía hacer a mis amigos uruguayos residentes en la capital norteamericana.
Poco a poco la fiebre mundialista se va adentrando en los corazones y voluminosos cuerpos de los estadounidenses. De la mano del Waca-Waca y al ritmo de las caderas de Shakira, los norteamericanos se están dejando seducir tímidamente por un deporte que hasta hace poco estaba asociado exclusivamente con los latinos y las niñitas de colegio- si, acá el fútbol es mayormente un deporte femenino-.
Hoy leyendo una encuesta en uno de los diarios de la capital estadounidense, un sorprendente 27% de los encuestados sostienen que la Copa Mundial de Fútbol afectó su productividad en el trabajo. En Uruguay, un modesto 27% parecerá muy poco, pero un país como los Estados Unidos, de herencia protestante, donde el trabajo es prácticamente sagrado, esto es mucho decir.
Puedo decir que tuve el privilegio de ver el partido Uruguay-Holanda en el Departamento 20, como lo llama el Ministerio de Relaciones Exteriores, rodeada de compatriotas que viven en el exterior.
Banderas, camisetas, tambores, la esperanza y el entusiasmo se dieron cita en un bar del tranquilo barrio residencial de Cleveland Park, en Washington, DC. Al menos unos 50 uruguayos coparon el establecimiento y alentaron a Uruguay con una mezcla de fervor, orgullo y nostalgia.
“Uruguay lleva el deseo de todo un continente al enfrentarse con Holanda” era uno de los titulares de The Express, un diario gratuito que se distribuye en Washington, DC y reúne una síntesis de las noticias más importantes del mítico Washington Post.
Hinchas de todas las edades, pelos y colores se reunieron en un sofocante día de más de 35˚C y alentaron al equipo celeste como si estuvieran en el estadio en Sudáfrica. No faltó el candombe, ni los cánticos. En el mismo lugar había unos pocos holandeses acoquinados en el fondo del bar, apabullados por tanto entusiasmo latino.
La más que dudosa actuación del árbitro se llevo unos cuantos epítetos irreproducibles por nuestros apasionados compatriotas. El 1 a 1 dio paso una especie de delirio que solamente disminuyó cuando Holanda metió los 2 goles que coartaron nuestras esperanzas de llegar a la final. El broche de oro fue el segundo gol de Uruguay, ya que la sensación que allí reinó fue la de un profundo orgullo de haber jugado un excelente partido y cómo decía el titular del diario que menciono, haber llevado a cuestas la reputación de no sólo nuestro pequeño país -prácticamente desconocido para muchos, sin ser por hazañas de este tipo- si no la de todo un continente.
A diferencia de los franceses y otras selecciones que coparon los titulares con sus desplantes infantiloides de jugadores y técnicos, los uruguayitos dieron al mundo un ejemplo de mesura, tesón y espíritu de equipo que les valió para que el 3 a 2 a favor de Holanda no tuviera el amargo sabor de la derrota, sino la satisfacción de saber que se hizo el mejor esfuerzo y se cumplió con el deber.
“Tres millones de esperanzas”, decía uno de los carteles en el estadio sudafricano, tres millones y pico tengo que agregar. Yo vi con mis propios ojos a esos casi 50 uruguayos que estaban conmigo en ese bar en ese tórrido día, uruguayos que viven lejos de su patria; el aire que se respiraba al terminar el partido era de tristeza pero también de un profundo orgullo.
Los uruguayos de Washington, DC se fueron a sus casas y a sus trabajos con sus camisetas, banderas y tamboriles, la frente en alto y la satisfacción de haber visto a la Celeste jugar como verdaderos deportistas y caballeros.
El mundo entero nos estaba mirando, cosa que no pasa a menudo.

Florencia Sader
Washington, DC
Julio 2010

miércoles, 23 de junio de 2010

Una conversión casi milagrosa


En un ataque de inesperado patriotismo, o mejor debería llamarlo “riodelaplatismo” me encuentro mirando el partido Argentina-Grecia, en casa de unos amigos en Washington, DC, la capital del alicaído imperio.

El Uruguay –México me lo perdí, ya que justo en ese momento estaba llegando a mi destino, cansada, sudorosa, vapuleada por la cada vez menos agradable experiencia de viajar en avión.

¿Qué despertó en mi, una autoproclamada “anti Copa del Mundo” la urgencia de destinar una hora y media de mis valiosas y esperadas vacaciones en mirar un partido de fútbol?

No tengo excusa, nadie me obliga a verlo; todos salieron y estoy sola.

Antes que empezara el mundial escribí un artículo que salió publicado en este mismo diario que se llamaba “Un pelotazo en contra” y describe mi increíble tedio ante el inminente comienzo del mundial de fútbol.

¿Qué pasó? ¿Cómo puedo ser tan veleta? ¿Cómo justifico antes ustedes y sobre todo ante mi misma este inesperado cambio de actitud?

La más que decorosa actuación de Uruguay, clasificándose primero en el Grupo A, debe haber tocado alguna fibra muy escondida y está haciendo brotar mi “uruguayez.” Parece que me importaba el fútbol después de todo. ¿Será la posibilidad de que nuestro rincón del planeta, brille, aunque sea por un rato, lo que me hace ir en contra de todo lo que dije antes?

El entusiasmo, la esperanza, la alegría, el orgullo que despierta entre nosotros la actuación de la selección- ayudada por el apolíneo torso de Forlán y la sonrisa de Lugano -, lograron convertirme en una hincha más y de aquí en adelante la Copa Mundial de Fútbol Sudáfrica 2010 va a contar con otra seguidora.

Me contagié de la fiebre mundialista, y mi única cura parece ser seguir religiosamente los partidos de nuestra selección de ahora en adelante.

Y si por esas cosas de la vida Uruguay termina quedando afuera, hincharé por los hermanos rioplatenses, y en el caso de que ellos también se quedaran por el camino, los brasileños tendrán mi apoyo, ya que me gustaría que si no es nuestra,- sí, confieso que tengo unas tímidas esperanzas y como una insensata me atrevo a soñar con un triunfo celeste- la copa quedara entre vecinos.

Al igual que un ateo que finalmente encuentra la fe, me desconozco en esta nueva faceta de hincha esperanzada. Como dijo el filosofo alemán Immanuel Kant “El sabio puede cambiar de opinión. El necio, nunca.” Esta frase me viene perillas ya que puedo justificar mi veleidad, dejándome a la altura de muchos iluminados, y tapándole la boca a algún machista sarcástico que se sienta tentado a atribuir este súbito cambio de parecer a la impresionabilidad del género femenino

sábado, 19 de junio de 2010

Mi Buenos Aires querido...



Uno de mis primeros recuerdos, es un viaje a Buenos Aires con mis padres. Recuerdo a mi padre, muy elegante con su traje, -no se olviden que los trajes en Punta del Este no se usan todos los días-. Vienen a mi memoria los preparativos, el viaje en avión, la llegada, el hotel, la portentosa avenida 9 de Julio, y sobre todo la fascinación que en mi causó el primer encuentro con esta ciudad. Poco sabía en ese entonces que este era el comienzo de un romance que iba a durar por el resto de mi vida.

Buenos Aires con sus taxistas filósofos y sus “colectivos” asesinos nos seduce con su belleza, nos enfurece con sus injusticias y nos asombra con su eterna capacidad de atravesar por las más complicadas peripecias con un garbo y una gracia parisinas. Esa gran ciudad vecina, tan parecida y a la vez tan distinta de nuestra más modesta Montevideo, ejerce en nosotros una atracción que, al menos en mi caso, se renueva cada vez que la visito.

Puede ser que el hecho de estar afincada de vuelta en Punta del Este hace casi dos años, me haya vuelto más susceptible a los encantos del asfalto, pero el hecho es que acabo de volver de Buenos Aires agradecida de tener semejante metrópolis a apenas 40 minutos de avión.

Todos protestan en Buenos Aires, los conocidos y los charlatanes desconocidos que aprovechan la más mínima ocasión para provocar una conversación que inevitablemente se transforma en una oportunidad para dar su opinión acerca del maremoto político por el que siempre parece estar navegando la Argentina. Manifestaciones, paros, todo tipo de protestas son moneda corriente en esta ciudad; llegar a las inmediaciones de la Casa Rosada es toda una aventura.

Cualquier inovación que provenga de este país no es demasiada novedad para los uruguayos, ya que es más la historia que nos une que la que nos separa. En Punta del Este, más concretamente, hace más de un siglo que llevamos recibiendo a miles de porteños todas las temporadas. Los conocemos bien y al verlos en su hábitat natural, podemos entender mejor la atracción que en ellos ejerce nuestro balneario y los impulsa a venir contra viento, marea y piqueteros todos los veranos y algún que otro fin de semana largo, a desenchufarse de la maravillosa pero vertiginosa capital porteña.

Como toda gran ciudad, Buenos Aires se reinventa, aparecen nuevos restaurantes y comercios. En barrios que antes estaban fuera del circuito turístico, ahora pululan jóvenes que parecen salidos de una revista de modas y turistas extranjeros que se matan por conseguir una mesa en alguno de los cafés recomendados por una de las cada vez más numerosas guías de turismo, que prometen develar los secretos de una de las ciudades más glamorosas de América del Sur.

La Avenida Corrientes con su variada oferta teatral, la Calle Florida con sus espectáculos callejeros que sorprenden a los turistas y alegran el ratito que los oficinistas salen por un café o un pucho, San Telmo y su colorida feria de los domingos, Palermo con sus nuevos restaurantes y boutiques de diseño, Puerto Madero y su variada oferta gastronómica, La Biela y sus habitúes que parecen salidos de una historieta de “Locuras de Isidoro”, todo esto y mucho más nos espera al otro lado del rio y nos invita al disfrute.

Por mi parte se necesita de muy poco para avivar la llama, bastan unos días en Buenos Aires y vuelvo a sentir el mismo embrujo que sentí hace mucho años, cuando todavía no conocía otras ciudades que le pueden hacer sombra. De la misma manera que uno siempre conserva en el corazón un rinconcito para el primer amor, con ella soy incondicional, todo se lo perdono. Habrá ciudades más ricas, mejor cuidadas, más ordenadas, no tan ruidosas, menos peligrosas, pero en ninguna de ellas me siento tan como en casa.

¡Aguante Baires! Ya sea por aire, agua o tierra seguiremos llegando para que nos acunes en tu porteño regazo y podamos, por un ratito al menos, disfrutar de tu contradictoria belleza.

martes, 8 de junio de 2010

Un pelotazo en contra


Se viene, se viene, se viene la Copa Mundial de Fútbol, Sudáfrica 2010. ¡Que pelotazo!

¿Qué pasa, está enferma? Dirá el 99 % de la gente, ¿cómo es posible que sea tan desfachatada y se anime a decir una barbaridad semejante?

Debo confesar con cierto pesar, que pertenezco a una vergonzante minoría; soy parte de ese 1 % al que no le interesa para nada el fútbol. Algún gen falló y mi “uruguayez” no es completa.

Me importa un reverendo bledo cuando juega Peñarol y Nacional. Tengo el tupé de seguir mi vida como si tal cosa, mientras mis amigos, parientes y conocidos se matan por ir al Centenario, o se concentran frente a los televisores, como si en el partido se estuviera decidiendo la vida de algún gladiador romano.

Se viene un mes de gente enfervorizada, hipnotizada frente a las pantallas plasma, LCD, LED, especialmente compradas, en interminable cuotitas, para ver el mundial. Durante gran parte del mes de junio y julio, muchos compañeros de trabajo se van a enfermar seguido, los chicos de colegio van a faltar más que de costumbre -con la bendición de sus futboleros padres-. La política, la flexibilización del secreto bancario, el IRPF, van a dejar de ser el principal tema de conversación. Todo va a funcionar a media máquina, sintonizado con los vaivenes de la pelotita en el continente africano.

Tendré que camuflarme y pretender que soy uno de ellos, ya que no hay lugar para nuestro modesto 1 %. Nuestro notorio desinterés es no sólo antipatriótico, -¿cómo no te va a importar cuando juega Uruguay?- sino que también es antisocial, hay que tener mucha personalidad, para sobrevivir al escarnio al que te puede someter el 99 %.

Somos unos parias, lo sabemos, pero no podemos hacer nada al respecto, ya que cuando algo no te interesa, se nota, los hinchas lo huelen y todos nuestros esfuerzos por pertenecer no suenan sinceros.

¡Cuántos corazones rotos en el Río de la Plata por un traspié de Messi o Forlán! ¡cuántas esperanzas destrozadas en dos continentes por la tarjeta roja a McCarthy o Fabiano! ¡qué odio que va a despertar entre los mexicanos ese juez que no cobró falta por la patada que le dieron a Márquez!, ¡cuánta polémica al día siguiente del partido, en la oficina, en el almacén, en la calle, acerca de esa falta, si esa era digna o no de un penal! ¡qué dilema, acerca si fue la mano de Dios o la mano de un jugador la que metió ese dudoso gol! y entre nuestros compatriotas, ¡cuánta presión va a sufrir Tabárez , sabiendo que puede ser crucificado por una horda de hinchas desilusionados!

Algo sabe del tema, no fue totalmente honesta, pensarán, ya que mencionó a varios de los jugadores estrella de las distintas selecciones. Bueno, la verdad es que pedí ayuda al hijo de una compañera de trabajo, que me proveyó de una lista de tres hojas con “la esperanza” de las distintas selecciones, cuando pedí auxilio con este artículo.

Y bueno, no me queda más remedio que sobrevivir a otro mundial. Algún que otro partido me comeré, ya que si no estoy condenada al ostracismo y me tendría que preparar para vivir un mes a contramano con el resto del mundo. Pretenderé que me interesa seguir los avatares de veintidós tipos corriendo detrás de una pelota como si en ello les fuera la vida. Gritaré algún gol, para no desentonar. Veré miles de comerciales alusivos, -ya que el mundial es la gallinita de los huevos de oro de la publicidad-. Fingiré tristeza si Uruguay no logra superar algunos de los pesos pesados que tiene como rivales, en el grupo que le tocó,- ¿Ven? no puedo con la condición, otra vez me hago la entendida-.

No es fácil no tener el gen futbolero, es una carga pesada de llevar. La Copa Mundial de Fútbol es un constante recordatorio de esta dolorosa condición.

martes, 1 de junio de 2010

¡Nos descubrieron!, ¡por fin nos descubrieron!

Un lunes de mayo a las 9 de la noche en uno de los tantos boliches del puerto, un polaco, un italiano, una inglesa, un mexicano, tres norteamericanos, una alemana, una rusa y una uruguaya se reúnen para festejar el cumpleaños de un alemán.

¿Qué es esto? ¿la liga de las naciones? ¿un circunstancial grupo de turistas? No, esto era simplemente la reunión de un grupo de amigos que se juntaban para hacerle una fiesta sorpresa al del cumpleaños.
La particularidad de este encuentro es que todos los presentes- menos la autora de este artículo- son extranjeros radicados en Punta del Este.

Las personas reunidas en esta inhóspita noche de mayo, son simplemente una muestra representativa del creciente grupo de extranjeros que eligieron abandonar el “primer mundo” y mudarse a Uruguay para empezar una nueva vida. Vienen escapando de las manchas de petróleo, los volcanes de nombres impronunciables, las tambaleantes economías, las atestadas metrópolis, los altos impuestos, la inseguridad de las ciudades.

La lengua franca para este grupo es el inglés; inclusive hay un grupo que se hace llamar Punta Expats que se encuentra el tercer lunes de cada mes en distintas cafeterías de Punta del Este. Intercambian libros, anécdotas, consejos e historias de cómo mejor sobrevivir en estas remotas tierras.

Como todos los expatriados del mundo -gente que en sus países respectivos no se darían ni la hora- aquí son como hermanos de leche, unidos por la experiencia común de tratar de encajar en nuestra ecléctica sociedad puntaesteña y no dejarse amilanar por nuestra viveza criolla.

Al llegar, los extranjeros que se radican en Punta del Este, se encuentran con los nativos -o sea nosotros-. Parece ser que aunque nos creemos muy amables y civilizados, también nos especializamos en hacerle la vida difícil a los gringos que no tienen experiencia tratando con nuestra relajada modalidad rioplatense.

Así que por una cuestión de supervivencia hacen frente común, y se reúnen para aconsejarse los unos a los otros acerca de cuál es la mejor forma de tratar con los nativos. Se pasan recetas de cómo lograr salirse con la suya, a pesar de nuestra velada pero persistente resistencia a dejarnos colonizar otra vez por estos adelantados del norte.

El hecho es que los extranjeros están aquí con la intención de quedarse, mandan sus hijos a los colegios locales, los podemos encontrar en el gimnasio, en la peluquería, en el supermercado, comprando o alquilando propiedades. Cuando menos lo esperamos, ¡zas! ahí están pidiendo “Mediou kilou de quesou dambou, pofavorrr.”

Ya son parte de nuestra comunidad, ya nos descubrieron, y parece ser que les gusta la calidad de vida que encuentran en este remoto rincón del mundo. Está en nosotros asimilarlos, no aprovecharse del hecho de que no conocen nuestras costumbres y en muchos casos nuestro idioma.

Al fin y al cabo somos una nación que proviene de inmigrantes. En algún momento un antepasado nuestro- ya sea cercano como nuestros padres, o lejano como un tatarabuelo- decidió radicarse en este país de extraño nombre. Somos la descendencia de estos extranjeros que llegaron llenos de esperanza a empezar una nueva vida, bajo un cielo muy distinto al que los cobijaba en su infancia.

A veces no basta con una geografía amable, la ausencia de desastres naturales y un clima benigno. Los lugares también los hace la gente que los habita.

Seamos generosos y démosle la bienvenida a Lutz, Arisha, Michael, Hanna, Filippo y Elizabeth, como lo haríamos con Luis, Irene, Miguel, Ana, Felipe e Isabel.

Alguna vez, algún antepasado nuestro estuvo en sus zapatos, muchos de nosotros vivimos en el exterior, y ¿quién no tiene algún pariente o amigo viviendo fuera del país?

Así que: Bienvenidos, welcome, bienvenue, bem-vindos, willkommen, benvenuti.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Cuando nos quedamos solos...

Punta del Este en la intimidad, cuando se saca el maquillaje y queda de entrecasa, revela otra belleza, más sutil, más sencilla, pero no por eso menos seductora.

Cuando se va el último turista, y se cierra el boliche de moda, y dejan de funcionar la mayoría de los semáforos, y ya no se menciona Punta del Este en las revistas de chismes argentinas, sabemos que terminó la tan mentada temporada y nos quedamos solos.

La temporada en Punta del Este es como un engañoso y dulce trago de verano que se toma con avidez, se va a la cabeza rápidamente, dejándote con una migraña y ganas de más. Sin embargo, el resto del año - cuando nos quedamos solos - tiene el sabor de un buen licor, de los que se toma despacio y se los saborea sentado frente a una estufa a leña, disfrutando de su textura y aroma.

Quedamos solos, los puntaesteños por nacimiento y los por elección; estos últimos aumentan día a día y los hay de todas las nacionalidades. Son los valientes que vinieron de lugares tan remotos como Canadá, Alemania o Sudáfrica y eligieron Punta del Este para afincarse, integrándose poco a poco, trayendo sus costumbres, sus diferentes acentos, dándole un color diferente a nuestra comunidad.

Cada día son más, vienen escapando de populosas e inseguras ciudades, los altos impuestos con los que algunos países del primer mundo cargan a sus ciudadanos, la polución, el tráfico y otros males característicos del desarrollo. Llegan y muchos de ellos se quedan, haciendo de Punta del Este su casa, algunos empiezan negocios, otros ya están retirados, y varios aprovechan internet para seguir trabajando a distancia desde un cómodo refugio en su nuevo hogar uruguayo.

Cuando se van los que convierten Punta del Este en el agitado y frenético balneario de moda, vuelven a sus ciudades y se llevan con ellos sus autos nuevos, su ropa de marca y sus fiestas con precintos; se despierta otra realidad. Entra en escena una ciudad más pueblerina, de un ritmo más lento y amable, con poco tráfico, casi sin luces, donde uno puede encontrar una cara conocida en el supermercado y arriesgarse a intercambiar una conversación sin miedo de ser arrollado por el carrito de algún veraneante apurado por llegar a la playa.

Punta del Este en la intimidad, cuando se saca el maquillaje y queda de entrecasa, revela otra belleza, más sutil, más sencilla, pero no por eso menos seductora, a la prueba está que son cada vez más los que están descubriendo sus encantos.

Yo la prefiero así, más tranquila sin el estrés de mantener su reinado de: La mejor ciudad balnearia de Sudamérica; revelándose a aquellos que la acompañamos todo el año y no tenemos miedo de sus temporales, sus edificios vacíos y sus calles casi desiertas.

A los que nos quedamos, nos premia dejándonos disfrutar de su temperamental naturaleza oceánica, de sus fragantes y acogedores bosques, de su redescubierta cadencia provinciana, más humana, más amable.
Más nuestra.

jueves, 13 de mayo de 2010

El día después

Mi alcalde ideal es una figura cercana a su comunidad, un vecino respetado, conocido por su trayectoria, alguien en quien confiamos, que va a ser capaz de representar nuestros intereses ante la intendencia, alguien que conoce nuestras necesidades, tiene la capacidad de negociar a favor nuestro.

Es inevitable que al día siguiente de las elecciones uno comente con sus amigos y conocidos las impresiones de la jornada electoral. En este caso el consenso parece ser una enfática y unánime disconformidad con el modo en que fue planteada la elección de los alcaldes.

Se logró desvirtuar lo que podría haber sido una buena idea, obligando a asociar la figura del alcalde con alguno de los partidos políticos existentes. El esfuerzo de descentralizar y dar participación a los ciudadanos- como dice la ley que motivó la creación de los municipios- se debilitó, no sonó sincero y la gente lo notó.

A la prueba está que el 70% de los montevideanos decidieron no molestarse en elegir alcalde, ya sea porque no estaban informados, no sabían quiénes eran los candidatos o simplemente no estaban interesados.

En Punta del Este tenemos alcalde. El nacionalista Martín Laventure logró hacerse del codiciado municipio con poco más del 33% de los votos del Partido Blanco. La estrategia de los blancos fue presentar nueve candidatos, la suma de los votos de todos ellos le dieron la alcaldía a Laventure.

Claramente el favorito de los puntaesteños fue el frenteamplista Horacio Díaz con 1193 votos (sin contar los votos observados), pero de la manera en que está planteado el sistema, no importó lo que la mayoría tan claramente expresó en las urnas. En su lugar, se premió la maniobra política de los blancos, que decidieron presentar una profusión de candidatos y de a puchitos lograron superar al Frente Amplio por 345 votos.

Mi alcalde ideal es una figura cercana a su comunidad, un vecino respetado, conocido por su trayectoria, alguien en quien confiamos, que va a ser capaz de representar nuestros intereses ante la intendencia, alguien que conoce nuestras necesidades, tiene la capacidad de negociar a favor nuestro.

Puede ser que peque de ingenua, de idealista, pero son estas y sólo estas, las cualidades que me gustaría tener en cuenta a la hora de votar un alcalde.

En mi ingenuidad quiero creer que tenemos personas con estas características en todos los partidos políticos. Por una vez me hubiera gustado poder dejar de lado los partidismos, los colores y las banderitas y elegir a quien mejor me representaba.

Parece que esto era mucho pedir.


Florencia Sáder
Punta del Este

martes, 27 de abril de 2010

Alcalde ¿para qué?

Tras una larga discusión, con sesenta y seis votos a favor y cinco en contra, el Parlamento aprobó el 13 de setiembre de 2009 una ley con el rimbombante nombre de: Ley de Descentralización Política y Participación Ciudadana. La norma en cuestión habilita la creación de ochenta y nueve alcaldías o municipios en todo el país, ocho de ellas en Maldonado. Por la misma el departamento quedó dividido en los siguientes municipios: Maldonado, San Carlos (que incluye La Barra), Punta del Este, Piriápolis, Solís Grande, Aiguá, Pan de Azúcar y Garzón (que incluye José Ignacio).

Las preguntas que todos tenemos son ¿qué va a hacer el alcalde? ¿cuáles son específicamente sus funciones?¿era realmente necesario crear este nuevo nivel de gobierno? ¿acaso es una especie de mini Intendente sin presupuesto? Se dice que el alcalde o alcaldesa va a tener un sueldo- a determinar por la Junta Departamental- que puede oscilar entre los $15.000 y $80.000 (pavada de diferencia).
El afortunado que gane la codiciada posición va a tener que gastar saliva, y más le vale que tenga muy buena labia, presentando su caso ante la Intendencia para lograr que le asignen un presupuesto que le permita no sólo cubrir las necesidades del municipio que representa, sino también dejarlo bien parado y de alguna manera justificar la existencia de esta nueva figura alimentada por dinero de los contribuyentes.

La perla más codiciada para la cual se presentaron la friolera de dieciséis candidatos (nueve por el Partido Nacional, cuatro por el Partido Colorado, dos por el Frente Amplio y uno por el Partido Independiente) es la Alcaldía de Punta del Este.

Entre los aspirantes hay empresarios, comerciantes, inmobiliarios, profesionales; algunas figuras que ya habían incursionado en la política y unos pocos novatos en estas lides. Es difícil para los candidatos prometer mucha cosa, ya que la figura del alcalde y sus funciones recién se están definiendo. Al no haber precedente, no se puede criticar al alcalde anterior, porque no lo hay; como dice el poeta Antonio Machado “se hace camino al andar”.

El alcalde será el primer titular de la lista más votada del lema más votado en cada municipio. Hete aquí que algunos partidos optaron por presentar un popurrí de candidatos; si no te convence la escribana podés votar al carnicero, hay para todos los gustos. La estrategia del Partido Blanco en esta elección parece ser saturar de candidatos, a ver si por acumulación consigue hacerse del codiciado municipio de Punta del Este; en las elecciones pasadas los blancos fueron mayoría en esta zona.

La alcaldía de nuestro principal balneario ha motivado extrañas asociaciones como es la de Darío Pérez del Frente Amplio con el relacionista público Alfredo Etchegaray. Si lo que buscaba Pérez al invitar a Etchegaray a acompañarlo en su fórmula es llamar la atención del público y los medios, se puede decir que ya logró su cometido. En cuanto a los votos se refiere, eso se verá el 9 de mayo, ya que es de suponer, muchos puntaesteños no se van a sentir muy identificados con la figura del montevideano Etchegaray.

Esto no termina acá, la Ley de Descentralización Política también prevé la creación de futuros municipios en lugares que no alcancen el mínimo de habitantes requeridos (al menos dos mil), si así lo dispone la Junta Departamental a iniciativa del Intendente. Para que esto suceda deben ponerse de acuerdo el 15% de los ciudadanos inscriptos en una localidad y solicitar constituirse en un municipio.

Este es el caso de la zona costera de Maldonado- que según la división actual depende del Municipio de San Carlos- donde se están juntando firmas para crear la Alcaldía de la Costa, que iría desde La Barra hasta la Laguna de José Ignacio, donde empieza el Municipio de Garzón. Así que si la Junta y el Intendente lo aprueban, Maldonado tendría nueve municipios en vez de ocho.

Las interrogantes son muchas. Como toda nueva iniciativa, no se sabe qué va a resultar de esta nueva capa de la cebolla gubernamental. ¿Le dará sabor a nuestra fernandina existencia tener un alcalde que represente nuestros intereses ante la Intendencia? ¿o nos traerá más lagrimas agregando una nueva capa burocrática que pelar y más funcionarios que mantener?