lunes, 25 de abril de 2011

De la ética y otras yerbas

Pobrecita la ética, se usa y abusa de ella. Se la esgrime para despertar la confianza de votantes, clientes, colegas. Puestos a prueba, en muchos casos, se abusa de ella y se la tira a un costado, especialmente cuando se interpone entre nosotros y algo que deseamos.

La ética puede ser muy útil por momentos, por ejemplo, cuando de vender nuestra imagen se trata. Es en ese momento en que nos acordamos de ella y queremos proyectarnos como seres confiables y honrados para ganarnos la confianza de terceros. Otras veces puede verse como algo muy constrictivo, ya que nos condiciona, nos obliga a seguir por un determinado camino, que no siempre es el más favorable a nuestras ambiciones políticas, económicas, personales.

La ética profesional no escapa a este dilema, que no por antiguo deja de estar vigente. En un mundo exitista en que cada vez más importa el fin, y menos los medios que tenemos que emplear para llegar a ese fin, la ética profesional es pisoteada sin miramientos, ya que se la ve más como un escollo que como un código de conducta que debe regir entre gente que practica una misma profesión.

Decía el edil colorado Eduardo Elinger en un homenaje realizado el martes 12 de abril por la Junta Departamental a la Familia Sáder con motivo de sus cien años en Punta del Este: “La honestidad y la humildad lamentablemente, no son moneda corriente en una zona además donde prima muchas veces los resultados económicos, no importando los costos desde el punto de vista moral o espiritual.”

Cuánta verdad en las palabras de Elinger, y qué orgullo que estas hayan estado dirigidas a mi familia. Quiero pensar que estas palabras son especialmente significativas para los mayores de la familia, que han sido probados una y otra vez, en una zona que como bien dice Elinger, lo más importante es el resultado económico y la tentación de escoger el camino más fácil es enorme.

Hacer lo correcto no siempre es lo más lucrativo a corto plazo. La tentación de tomar atajos siempre está presente y basta ver la actitud de algunas personas que recalaron en nuestras costas, para ver que priorizan la ganancia a corto plazo, aun a costa de su reputación, pisoteando la antes mencionada ética profesional. “Me sirve invocarla para que colabores conmigo, me olvido de ella cuando llega el momento de repartir algún beneficio económico, producto de dicha colaboración."

En Punta del Este abundan ejemplos como el que menciono en el párrafo anterior, la ética queda opacada por otros intereses que van más de acorde con las exigencias de uno de los Punta del Estes que existe y aunque nos duela, no podemos negar que está vigente.

Este es el Punta del Este cortoplacista, en el que priman los intereses materiales por encima de todo. En este Punta del Este sólo importa el ahora, ya que muchos de los jugadores, tan pronto pueden estar aquí como en Miami o Florianópolis, o cualquier otro lugar en el que puedan sacar algún provecho.

Por suerte todavía existe otro Punta del Este. Las noticias de éste no monopolizan los titulares de los diarios, ya que es el Punta del Este de la gente que día a día trabaja por un futuro mejor, no sólo para su persona sino para su ciudad. Estos no protagonizan grandes escándalos, no estafan, no roban; a estos les importa el futuro del balneario porque, a diferencia de los primeros, no ven a Punta del Este como un lugar al cual hay que tratar de exprimir al máximo a riesgo de secarlo, sino como su casa. Y uno a su casa la cuida.