jueves, 17 de octubre de 2013

Viviendo bajo la influencia de Moloch

Existe un gran “Moloch” que vive en la intersección de las calles Acuña de Figueroa y Burnett en la capital del departamento de Maldonado y crece de forma antinatural, como pan con exceso de levadura.
Moloch fue un dios de los fenicios,  al cual los hombres para redimirse de sus pecados le ofrecían niños vivos, que eran devorados por el fuego que anidaba sus entrañas. Era representado por un figura humana con cabeza de carnero o becerro.
A nuestro Moloch local lo tienen sin cuidado los niños. Esta macabra deidad tiene gustos un poco menos refinados y la digestión más pesada. En vez carne tierna, a fuerza de una dieta forzada le fue tomando el gustito a los  metros cuadrados de hormigón.
Nuestro Moloch  empezó siendo más modesto, más frugal de lo que es ahora, pero a mediados de la década de los noventa algo cambió y se fue poniendo angurriento. A medida que se acostumbró a la dieta que le impusieron, aumentó su voracidad y empezó a pedir más y más cemento. El apetito de este dios que tememos y adoramos en Maldonado, parece no tener límites. Poco le importa si en el proceso se sacrifican hectáreas de bosques e idílicos paisajes, la opinión de la gente que allí vive o si se altera irremediablemente el frágil equilibrio de pequeños pueblos rurales. Exige despótico la reconversión de tierra para permitir más cemento y más cemento a una velocidad cada vez mayor.
No le basta con unos modestos 200.000 metros cuadrados por año, ritmo al que crece otra ciudad balnearia como Mar del Plata, quiere más que eso y para lograrlo se vale del trillado argumento del  progreso. El avance de Moloch es implacable y no admite titubeos ni demoras, lo principal es conseguir esos metros cuadrados para saciar momentáneamente su hambre voraz.
En los primeros seis meses del año, Moloch tuvo servido en su mesa unos 280.000 metros cuadrados ofrecidos en sacrificio por derecha y de acuerdo a las normas vigentes. Sin embargo, este suculento plato no vino solo.  Forma parte del menú ofrecido en el mismo período, otros 800 mil metros cuadrados generados a partir de la reforma de la ordenanza para la zona de Piedras del Chileno y Laguna del Diario. Una suerte de espeto corrido o de tenedor libre que contienen también otras propuestas para el ídolo insaciable, que todavía no pudo empezar a deleitarse con los 6.5 millones de metros cuadrados aprobados el 18 de diciembre pasado en el ambicioso plan de desarrollo para el Eje Aparicio Saravia y la zona de Rincón del Indio. Todavía las condiciones no están dadas para que la construcción empiece, arrasando uno  de los últimos pulmones verdes que quedan cerca de Punta del Este.
Moloch no limita su apetito a zonas urbanas. En los últimos tiempos le echó el ojo a un apacible pueblito rural, hasta ahora fuera del radar. Es  el turno de pueblo Garzón. De salir aprobado el proyecto edilicio allí propuesto, -proyecto que enfrenta a lugareños y extranjeros que llegaron a este remoto rincón del departamento, atraídos inicialmente por el marketing de Francis Mallmann y el tranquilo estilo de vida que allí se promueve-, se tirarán a la hoguera de sacrificios otros 762.00 metros cuadrados, según palabras del arquitecto José Luis Real, autor del proyecto. 
Tierras fiscales tampoco se salvan. En el mes de septiembre se pusieron en venta cuarenta y dos terrenos pertenecientes a la Intendencia de Maldonado que hacían de plazas o espacios verdes entre edificación y edificación. Estos ahora están a la venta para  financiar el Centro de Convenciones y viviendas de interés social. Adiós espacios verdes.
Moloch es insaciable. Como todo ídolo con poderos divinos pero con necesidades terrenales, al mejor estilo de una tragedia griega.