miércoles, 1 de diciembre de 2010

La Previa

Ya estamos en los descuentos, se viene la temporada. Estamos como los caballos de carrera, tascando el freno en las gateras, esperando la campana.

Basta darse una vuelta por Punta del Este y alrededores, para ver que están todos pinta que te pinta las casas y los locales, los jardineros están planta que te planta en los jardines, la intendencia está rompe que te rompe las calles, muchos comercios están remarca que te remarca la mercadería. Todos los que aquí vivimos nos estamos preparando de una manera u otra para la llegada de los veraneantes.

Llegarán, como siempre, después de Navidad. Algunos se adelantan y pasan en Punta del Este la Nochebuena menos navideña de sus vidas, ya que los Papá Noel escasean y los villancicos brillan por su ausencia; los puntaesteños no nos caracterizamos por rezumar espíritu navideño, precisamente. En los días siguientes, empiezan a descender sobre Punta del Este, por aire, por tierra, por mar; de la noche a la mañana pasamos de ser una relativamente tranquila ciudad del interior, a convertirnos en el epicentro de la actividad turística del país, y porqué no de la región.

Para muchos es fundamental estar en Punta del Este en estos codiciados y caóticos días, no en vano reveillón es el momento más álgido del verano. Todos quieren ser parte del “circo esteño,” como lo llama el diario argentino La Nación, en una nota del domingo pasado llamada “Luces del Este” en la cual dan un auspicioso panorama de la temporada 2011.

Los que vivimos en Punta todo el año sobrellevamos esta época con una mezcla de expectativa y desazón; por un lado nos gusta ver llegar a los veraneantes que dan vida a nuestras calles, playas, comercios y sustentan nuestra economía, pero al mismo tiempo, el cambio de ritmo tan brutal nos deja desconcertados y aturdidos, al menos durante los primeros días de la invasión turística.

Llegan y como por arte de magia se prenden los semáforos, se abren comercios, se iluminan las torres, aparecen monstruosos cruceros en el puerto, empiezan los embotellamientos, el caos en los supermercados y cenar a la una de la mañana se transforma en aceptable. Viene una cantidad considerable de desconocidos con ropa de marca, pero también desembarcan clientes, amigos, familiares, y todos quieren atención, un pedacito nuestro, un poco del escaso tiempo con el cual contamos.

Ya nos encontramos a menos de un mes del comienzo de la temporada, en estos veintitantos días que nos quedan, tenemos que terminar de ponernos nuestra mejor cara para recibir a los que vienen a nuestro balneario, en busca de un paraíso prometido en revistas, folletos de turismo, o simplemente buscando recrear los buenos momentos vividos en veranos pasados.

Los que estamos aquí todo el año, nos sonreímos con complicidad, ya que sabemos que en cuanto vuelvan a apagarse los semáforos volveremos a ser los dueños y señores del lugar. Nos esperan pacientes “las aguas de marzo cerrando el verano” como en la canción del poeta brasilero Antonio Carlos Jobim

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