lunes, 15 de septiembre de 2014

Si las papas están calientes… ¿Por qué tengo que ser yo?

En Punta del Este, a veces, se toma como ejemplo o referencia lo peor del fútbol uruguayo. Del que se juega con el resultado entre ojo y ojo. Cuando el peligro acechaba en el área propia y no había otro remedio que pegarle de punta y para arriba. Cuanto más lejos fuera el balón mejor. Una forma de alejar el peligro. Una mezcla de zafar de la mejor forma, sin comprometerse demasiado. Pero, olvidándose de Don Isaac Newton y sus leyes gravitacionales. La pelota, en el fútbol, por más que se le pegue de punta y para arriba, vuelve a caer. El problema no es resuelto y lo que es peor los problemas se agravan.
Por eso estoy harta de los comunicados de prensa expresando preocupación ante tal o cual situación en los que se anuncian próximas reuniones en las que se tratará el tema de turno que, al parecer, preocupa a todo el mundo. Por momentos se presenta de tal manera que hace recordar a alguna de las siete plagas bíblicas.
Parece que un gran número de asociaciones civiles y agrupaciones de distinto tipo se contentan con este tipo de placebo, ante males que necesitan medidas mucho más drásticas.
Nadie quiere ponerle el cascabel al gato. Todo termina quedándose en reunirse un rato, hacer un poco de catarsis y llamar a algún periodista local para que te grabe hablando con tono solemne y  cara de circunstancia. ¿Y el problema? Ese sigue ahí muerto de risa porque sabe que en el fondo nadie quiere  tocarlo, ni con un palito
El problema puede tener distintas formas, llámese gasto público, nueva regulación o aumento del delito. No importa cuál es la forma del problema, el hecho es que está ahí como una piedra en el zapato y es imposible de ignorar.
Las reuniones esporádicas con funcionarios o representantes electos con facultades de erradicar la piedrita o piedrota o al menos con llegada directa a los que pueden hacer algo, a veces parece más una suerte de masturbación colectiva sin orgasmo en las que todas las partes salen frustradas.
Unos hablan casi siempre de más, los otros hacen que escuchan. Todos se prestan al juego, se sacan la foto y luego la suben a facebook o twitter como prueba irrefutable de su “preocupación”.
Dejemos de mentir. La mayoría de las reuniones y planteos quedan en la nada, a menos que estemos dispuestos a insistir e insistir como nuestro sobrinito de siete años cuando quiere que le compren un helado.
Recuerdo una reunión con los diputados de Maldonado en la Liga de Punta del Este la primavera pasada, en vísperas de lo que ya se sabía que iba a ser una mala temporada. Recuerdo los discursos, las notas tomadas, los tibios compromisos de llevar los planteos al gobierno central. Después de eso debo tener amnesia selectiva porque no recuerdo más nada, las cosas quedaron allí en ese desayuno. Nunca más escuchamos de ellos.

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