miércoles, 1 de septiembre de 2010

Elogio de la previsibilidad

A los uruguayos se nos acusa de ser grises, chatos, provincianos, aburridos, previsibles.

Después de pasar unos días en Buenos Aires y disfrutar no sólo de las luces de la gran ciudad, sino del culebrón que proveen los diarios y la televisión con los vaivenes de la clase política y la farándula argentina, quiero quebrar una lanza por la previsibilidad, una de las características que se nos atribuye.

El motivo que me llevó a la capital porteña fue Expo Real Estate, Segundo Congreso de Desarrollo e Inversiones Inmobiliarias que tuvo lugar el 19 y 20 de agosto en el Hotel Hilton de Puerto Madero. Allí se dieron cita los más importantes desarrollistas de la Argentina, así como varios empresarios y otras personalidades del rubro inmobiliario de nuestro país. El encuentro también conto con la presencia de algunos funcionarios de nuestro gobierno, como el Ministro de Turismo, Héctor Lescano y el Intendente de Maldonado, Oscar de los Santos.

En el congreso pudimos ver los distintos y en muchos casos faraónicos proyectos que se están haciendo en diferentes partes de la Argentina. Aprendimos acerca de nuevas formas de financiar los emprendimientos -todavía no demasiado conocidas en nuestro país-, como ser: el fideicomiso al costo, los condo hoteles, y otras figuritas que prontamente se intentarán replicar en este lado del charco, -de hecho, que yo sepa- ya hay algunos edificios financiados de esta manera, tanto en Maldonado como en Colonia.

Punta del Este es el retoño de una pareja despareja. Su madre, la Republica Oriental del Uruguay, es chapada a la antigua, conservadora, tradicional, reservada y a veces un poco miedosa. Argentina, su padre, es arriesgado, aventurero, despilfarrador, visionario, grandilocuente, fanfarrón e inestable. La cordura y muchas veces el sentido común de la madre, frena los excesivos ímpetus heredados de su progenitor, las ansias de aventura y sueños de grandeza del padre, acicatean el espíritu materno, por momentos un poco remolón y excesivamente cauteloso.

Y así va Punta del Este por la vida, tironeado por dos fuerzas que terminan por balancearse y cuando una de las dos personalidades amenaza con obliterar la otra, la que está bajo amenaza vuelve a surgir con más fuerza y reclama su lugar.

No en vano los argentinos se sienten como en casa en nuestra ciudad- de hecho no es sólo el lugar de sus vacaciones, sino también el hogar de muchos de ellos- mientras los uruguayos disfrutamos del aire cosmopolita que se respira en Punta del Este y las numerosas contribuciones -de todo tipo- que los argentinos han realizado en nuestro balneario.

En el congreso asistí a una conferencia llamada “Una mirada estructural de nuestra economía” dictada por el ex Ministro de Economía argentino, Martin Lousteau. En esta presentación se habló de la volatilidad de la economía del vecino país. Se presentaron gráficas que parecían el croquis para una montaña rusa, dónde se ilustraban los dramáticos vaivenes económicos de la Argentina en los últimos cincuenta años. Estos sacudones repercutieron en nuestro país, con menor intensidad, ya que todo lo nuestro es menos catastrófico, no tan rimbombante, es más chiquito, más modesto.

Por algo Punta del Este floreció en Uruguay y no en Argentina; los genes maternos lo hacen más previsible, más estable, estas son las características que los argentinos y otros extranjeros valoran a la hora de decidir dónde invertir su dinero.

Cuando iba en un taxi camino al aeropuerto para tomarme el vuelo de vuelta a Uruguay, el taxista me decía con admiración y un poco de envidia en la voz “Están bien en Uruguay, ¿no es cierto? El de ustedes es un país serio.” “Claro que si” le contesté con mucha convicción, ya que parece que cada vez que uno sale del país, se convierte en un embajador ambulante y no sólo se representa a si mismo sino que a toda una nación.

A su vez ese taxista expresó la creencia de mucha gente; aunque generalmente no somos el alma de la fiesta, ya que con nuestro tamaño, modalidad y exacerbado sentido del ridículo no nos lo permitimos, cada vez nos invitan más a bailar ya que proyectamos la imagen de país serio, confiable, del cual no se esperan grandes sorpresas, ni traicioneros pisotones.

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