domingo, 2 de diciembre de 2012

Alegría y Hormigón


¡Qué fin de año! Los agoreros que vaticinaban una temporada mediocre, tirando a mala tuvieron que tragarse sus lúgubres pronósticos y rendirse ante el brillo centellante de dos anuncios que nos dejaron a todos boquiabiertos.

Por supuesto que hablo del mega emprendimiento inmobiliario en Charrúa Hills  y del desembarco de una torre que lleva el apellido del mediático empresario inmobiliario norteamericano, Donald Trump.
¡Qué festín para la prensa local y nacional! Nuestros vecinos del otro lado del charco, verdes de envidia de ver asomar el peluquín rubio de Trump y su boquita fruncida, de este lado del r
ío. ¡Los brillos, los dólares, los chismes que vamos a cosechar!

Lejos quedó el recuerdo de las modestas y deslucidas medidas del ministerio para incentivar el turismo. 
Con estosanuncios hemos sido catapultados a las primeras ligas. Eric Trump, hijo  de “El Donald” (como lo llaman algunas medios estadounidenses) dijo que desde Dubai no veía tantas obras en construcción.

¡Todo es alegría y optimismo en el departamento de Maldonado!

Contentos deben estar los arquitectos Pieri, el padre, Adolfo, Asesor de la Dirección de Planeamiento Urbano, impulsando enérgicamente los emprendimientos y modificaciones a la ordenanza de la construcción  desde adentro, entre ellos la “nueva península” en altura en Rincón del Indio, y el hijo Jorge, miembro de la Sociedad de Arquitectos, diligentemente firmando estos mismos proyectos.
Ya tuvimos otra dupla parecida en una administración anterior, así que a los que fruncen el ceño, les podemos decir: “Si se hacía antes, ¿por qué no ahora?” 

Tenemos algunas cosillas que desentonan un poco con tanto oropel, pero son detalles mínimos que van a pasar desapercibidos desde el piso 22 de la Trump Tower o la  Zona Franca en Charrúa Hills. 

Citemos unos poquitos ejemplos para no ser mala onda, ya que está todo tan “PUM para arriba”:
La pasarela de la playa mansa que tuvo que ser clausurada por peligro de derrumbe, dejando a los desprevenidos cruceristas caminando por la calle, a merced de cuanta motito y ómnibus pasa. El hidrante tapado por el deck de un restaurant en la Calle 20, que fue en gran parte responsable de que los bomberos no pudieran empezar antes con su trabajo de apagar el fuego que consumía al emblemático edificio Biarritz. El Muelle de Mailhos, prácticamente hundido ya y clausurado, inutilizando una de las pocas playas que queda en la Península. Los graffitis  que adornan gran parte de los carteles y la fachada de un par de grandes edificios abandonados en la zona del Faro. El Centro de Convenciones, ese que justifica la creación de lo que es prácticamente una nueva ciudad, cuya licitación se prorroga ya que es un misterio si hay o no interesados en construirlo y gestionarlo. 

A riesgo de romper un poco con el tono entusiasta con que empezó este artículo, voy a terminar contando lo que dijo el viernes pasado en la segunda Audiencia Pública del Municipio de Punta del Este, una ciudadana alemana, residente uruguaya, que vino atraída por la calidad de vida y las bondades que promete Punta del Este en las ferias inmobiliarias y turísticas, a la que tan alegremente van nuestros jerarcas y asesores pagos con fondos municipales: “¿Existe en la clase política una fantasía de que los extranjeros son todos ricos, desinformados y bobos? ¿Piensan que los extranjeros son vacas de oro que no necesitan un mínimo de alimentación?”

Creo que el reclamo de esta señora, dicho en un castellano entrecortado con un fuerte acento alemán, resume el sentir de muchos los que aquí vivimos, trabajamos y soñamos. Su comentario se refiere a los extranjeros, pero se puede hacer extensivo a todos los vecinos de Punta del Este, que poco a poco vamos perdiendo la paciencia. 

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