sábado, 21 de septiembre de 2013

Garzón ante una encrucijada

¿Quiénes tienen más derecho a elegir el destino de un lugar? ¿Los que allí nacieron? ¿O los que entre millones de opciones decidieron hacerlo su lugar en el mundo? ¿Tienen los dos los mismo derechos y obligaciones? Más allá si unos tuvieron más oportunidades en la vida que otros.
Estas y muchas otras interrogantes de difícil respuesta quedaron planteadas el viernes 20 de septiembre en una Audiencia Pública celebrada para discutir un ambicioso desarrollo urbanístico propuesto para la entrada de Garzón. Este proyecto, si es aprobado, significaría un cambio sustancial del pueblo tal cual lo conocemos en la actualidad.
En el departamento de Maldonado nos llenamos la boca diciendo que queremos inversores “extra regionales”. O para decirlo en criollo, no queremos depender tanto de los argentinos que cada poco tiempo nos pegan algún susto. Jerarcas, empresarios y otros especímenes de la fauna local viajan muchas veces con fondos públicos, a cuanto congreso, feria internacional y encuentro haya, a pescar algún “extra regional” despistado, con ganas de invertir o de venir a radicarse en este remoto país ubicado al sur de Brasil.
Da la casualidad, o la causalidad, que hace unos cuantos años vino un mediático cocinero y empresario visionario que vio una oportunidad en un pequeño pueblo dormido que había conocido tiempos mejores.
Puso su restaurant frente a la plaza del pueblo, compró otras propiedades y empezó a promocionar su emprendimiento, haciendo que de a poco la gente se animara a vencer su resistencia de alejarse de la costa, en un lugar conocido en todo el mundo por sus playas. 
Pasaron algunos años y la gente de afuera poco a poco iba llegando. Algunos extranjeros, principalmente europeos, supieron ver en Garzón el particular encanto de la tranquila vida de un pueblo de provincia y decidieron comprar propiedades para refaccionarlas, respetando el estilo del pueblo, en algunos casos afincarse, o al menos para pasar largas temporadas.
El pueblo salió en programas de televisión en distintas partes del mundo, principalmente de los canales gourmet, ya que el mediático chef cocinaba en su plaza. Garzón de a poco se iba transformando en un destino turístico para un público que buscaba una alternativa al turismo de sol y playa. A este combo se agregó el emprendimiento del magnate argentino Alejandro Bulgheroni que su plantación de olivares trajo una nueva industria a la zona. Llegaron también otros pequeños negocios y también los inmobiliarios que instalaron sus oficinas, atraídos por la posibilidad de vender tierras y propiedades en el pueblo y sus alrededores.
Mientras tanto los pobladores originales tenían nuevas fuentes de trabajo, veían como el precio de sus propiedades subía, cosa que no necesariamente los beneficiaba, ya que ahora era mucho más caro comprarse una propiedad en el pueblo. Los nacidos y criados en Garzón de un día para otro pasaron a convivir con estos nuevos vecinos, estos forasteros decididos a quedarse que hablaban con distintos acentos o en otro idioma.
Visto desde los setenta kilómetros que lo separan de Punta del Este, la cosa parecía estar funcionando medianamente bien, o por lo menos se mantenía un precario equilibrio.
Esta ilusión se quebró el día que unos inversores, atraídos por la reputación del pueblo, vieron la posibilidad de un negocio y quisieron hacer un emprendimiento que permitía la construcción de casas en 70 lotes de 4000 metros cuadrados y una zona para 54 casas para trabajadores, dentro del régimen de viviendas de interés social.  Fue ahí en ese momento, que quedó en evidencia la fragilidad de este pacto entre los garzonenses de nacimiento y los garzonenses por elección.
Los pueblos van cambiando, como las personas. Vamos creciendo e incorporando cosas que vamos recogiendo por la vida. Algunas las elegimos, otras simplemente nos pasan.
Garzón se encuentra ante una encrucijada. Ya no es el mismo pueblo del abuelo de uno de los “nacidos y criados”, Don Ricardo Rodríguez que habló en la audiencia pública defendiendo el proyecto propuesto por los desarrollistas. Rodríguez dijo que su vida necesariamente no cambió para mejor  con el desembarco de Mallmann y su troupe, y que no permitir nuevos desarrollos no sería coherente ni justo con la gente del pueblo.  Por otro lado, también hay que considerar los intereses de esos extranjeros, esos que vamos a buscar a las ferias internacionales con dineros públicos, que entre tantos lugares en el mundo eligieron a Garzón por una serie de características y el estilo de vida que promueve.
Difícil tarea para este pueblo y para las autoridades contemplar las dos posiciones, las dos entendibles, lógicas y valiosas.
Quizás lo más prudente y deseable sea lo que varios sugirieron, y haya que planear entre todos los actores involucrados cómo quieren que crezca Garzón y a qué ritmo, ya que se corre el riesgo de alterar irremediablemente no sólo la fisonomía, sino la esencia de un pueblo que supo, con una pequeña ayudita, insertarse entre las opciones turísticas de Uruguay y la región.
En Garzón, como en Pueblo Edén, -otro entrañable pueblo rural del departamento de Maldonado que la gente está descubriendo-, todo va y debe ir más despacio. ¡No se apuren por favor!



Carta enviada por Francis Mallmann leída en la Audiencia Pública de Garzón:
Cuando decidí elegir Garzón hace diez años para realizar mi nuevo restaurante en Uruguay, lo hice cautivado por sus raíces y diseño de pueblo de campaña en lo que me gusta denominar “el Uruguay de atrás”.
No fue nada fácil invertir y convocar junto a Manuel Massi y Juan Santucci a que el turismo nos viera con interés. Con arduo trabajo y esfuerzo lo logramos, no sólo localmente, sino a través de la enorme atracción que tuvo nuestro desarrollo en la prensa internacional. Hoy Garzón es una marca importante dentro del paraguas del turismo en esta república. El sustento de nuestra voz siempre fue el silencio, la campiña, la belleza y la cordialidad de su gente. Estos pueblos rurales mantienen una calidad de vida y son una muestra de la historia y raíces culturales de este hermoso país.  
Punta del Este y su bella zona de influencia es hoy un destino importante en la carpeta de ofertas de turismo internacional. Sin embargo he visto en los treinta y cinco años que he desarrollado mi actividad como cocinero en este país, como ciertos rasgos puros de pueblitos sobre la costa se han ido perdiendo entre desarrollos y pura ambición inmobiliaria. 
¿Verdaderamente hace falta que Garzón cobije un proyecto que una vez más quiebre este frágil equilibrio entre sus raíces y el desarrollo? ¿Es justo que los que hemos cuidado de la mejor forma posible sustentar su historia, arquitectura del siglo pasado y silencio, encontrarnos arrollados por un proyecto que a las claras sólo busca la rentabilidad usando el arduo trabajo realizado por nosotros para volver a darle lugar a un pueblo que estaba sumido en un precario abandono?

Soy yo también empresario y lucro con mi actividad en este querido paraje, pero nada agregará este nuevo fraccionamiento a nuestro pueblo, que debe seguir protegiendo sus más preciados valores: sus pobladores, su actividad rural y la pequeña individualidad en su crecimiento inmobiliario. 

Una vez más peligra en Maldonado el frágil equilibrio entre la belleza y la más pura ambición. Mucho me apena.

1 comentario:

Unknown dijo...

analice lo que quieren hacer y me parece que no va a ser bueno para Garzon, entiendo que de la manera que esta hoy, es mas atractivo para futuros inversores que buscan paz y no una inversion global que va a terminar de convertir el pueblo en un hibrido, matando de alguna manera la gallina de los huevos de oro. para sintetizar, si Garzon pierde el encanto, pierden todos. Nacidos y criados, y nuevos habitantes