sábado, 14 de septiembre de 2013

Billetera mata paisaje

Todos los que tenemos el don de la vista poseemos como parte de nuestro acervo de recuerdos una serie de paisajes que fueron el escenario de momentos memorables de nuestra vida.
¿Quién de nosotros no se maravilló alguna vez al venir por la ruta interbalnearia con la primera aparición en el campo visual de la ciudad de Punta del Este y la isla Gorriti?
El paisaje nos da sentido de pertenencia, sabemos al divisar tal o cual referencia geográfica que nos estamos acercando o alejando del lugar al que consideramos nuestro hogar. Este constituye un nexo entre el ser humano y la naturaleza. Nos confiere un “sentido de lugar”, es un referente espacial y cultural.
Los hombres somos seres contradictorios, si nos enteramos que una obra de arte fue dañada por un acto vandálico la mayoría de nosotros saltamos indignados y llamamos al perpetrador de bárbaro e insensible. Consideramos que todos los castigos humanos son pocos para semejante bestia capaz de arruinar una creación humana que nos sensibiliza y conecta con lo divino. Dañar una obra de arte acarrea una condena social y despierta la indignación colectiva. 
Este no es el caso con la alteración irreversible de los paisajes. Asistimos día a día a la modificación, muchas veces irreversible de los mismos con una placidez bovina. Esto es especialmente preocupante en el departamento de Maldonado, ya que hay una creencia colectiva de que todo lo que no se puede medir en metros cuadrados o dólares, no es digno de ser tenido en cuenta, y no merece ningún sacrificio de orden económico y menos político.
Una de las acepciones de la palabra “paisaje” según la Real Academia Española es: una extensión de terreno considerada en su aspecto artístico.  En una verdadera obra de arte, -esa que nos golpea en el plexo solar y nos devuelve un poco la fe en el mundo-, no falta ni sobra nada. Si nos parece casi sacrílego cambiarle el final a El Quijote o agregarle unas pinceladas a una obra de Monet, ¿por qué nos sentimos que no tenemos un reclamo válido cuando nos oponemos a que alteren un determinado paisaje?  
¿No es este un activo que poseemos, acaso? Esa combinación de elementos: océano, estuario, bosques de pinos, dunas, rocas, bahías y penínsulas que conviven con dos pequeñas islas que se divisan desde la costa, constituyen algunos de los elementos naturales que nos hacen únicos. Pasa lo mismo con las personas, puede haber muchos hombres y mujeres en el mundo, pero ninguno tiene esa combinación única de características que posee la persona de la cual nos enamoramos.
Sabemos que tanto las personas como los paisajes cambian, es imprescindible, ya que esto es lo único permanente, pero tengamos cuidado de no cambiar tanto de manera de volvernos irreconocibles y decepcionar a esa legión de fieles enamorados con los cuales todavía contamos
Entender la magnitud de los cambios propuestos, fue uno de los puntos que plantearon los ediles de la Comisión de Obras de la Junta Departamental cuando se les pidió que votaran una modificación a la ordenanza de la construcción para la zona de Piedras del Chileno, hace cosa de dos meses.
¿Cómo se va a ver la entrada a Punta del Este si aprobamos esto? preguntaron en todo su derecho, como nuestros representantes electos.  Como única respuesta tuvieron una filmación casera y un render hecho a las apuradas para salir del paso.
La modificación fue aprobada por la bancada oficialista sin mayor debate, ni participación de la ciudadanía. El paisaje tal cual lo conocemos, ese que les describía unos párrafos antes, es pasible y probablemente sea modificado para siempre gracias a este mero acto administrativo.
Billetera mata paisaje. 

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