jueves, 22 de abril de 2010

Un encuentro cercano con la fauna marina

Algunos tienen un patito de goma en la bañera, yo puedo vanagloriarme de haber tenido un pingüino y no de goma precisamente.

Aprovechando una templada noche de otoño, el miércoles pasado, mi marido y yo decidimos salir a dar un paseo por la playa de Punta de Piedras, a escasas seis cuadras de mi casa. Nos disponíamos a tener una revitalizadora caminata a la orilla del mar, cuando al pasar junto a lo que parecía una de tantas rocas, vimos que algo se movía apartándose de nuestro camino. Grande fue nuestra sorpresa cuando vimos que la roca con vida resultó ser un pingüino echado, mirándolo mejor nos dimos cuenta que evidentemente estaba herido o enfermo.

Tuve un momento de duda, ¿me hago responsable de este raro pajarraco? ¿o me desentiendo y dejo que la naturaleza siga su curso? ¿me vuelvo a mi casa y lo dejo de cena para algún perro vagabundo? ¿o me complico la vida y ensucio mi lindo chaleco nuevo envolviendo a este bicho y lo llevo a algún lugar seguro?

Prevaleció la ecologista, la buena samaritana; todo esto acicateado por el entusiasmo de mi marido, un norteamericano que lleva apenas un año y medio viviendo en Punta del Este, y a quien encontrar un pingüino vivo en la playa le pareció el colmo del exotismo. Había que ser realmente una desalmada para abandonar a ese pajarón a su suerte y de paso desilusionar a un yanqui con voluntad de boy-scout. No nos olvidemos que los pingüinos solamente existen en el hemisferio sur, así que nuestros civilizados amigos del norte los ven sólo en zoológicos y en películas animadas de Walt Disney.

Allá partimos de vuelta a nuestra casa, con un pingüino bajo el brazo, muchas preguntas sin contestar y nadie a quien preguntarle. Por supuesto que lo primero que hicimos fue sacarle millones de fotos con la intención de subirlas en Facebook. ¿Qué gracia tiene hacer este tipo de quijotada, si nadie se entera? Acto seguido mandé crípticos mensajes de texto a todos mis amigos, el mensaje decía algo así: “Tengo un pingüino en el baño.”

Después de contestar varias llamadas motivadas por mi mensaje, empezamos a pensar qué hacer con el pingüino. La lógica me decía que siendo un animal acostumbrado a los fríos polares, había que proporcionarle un ambiente lo más helado posible para que “Chilly-Willy” (sí, para este entonces ya tenía hasta nombre), se sintiera como en casa. Al ser bautizado había sido ascendido a la categoría de mascota, un aliciente más para mantenerlo con vida, pues ¿qué clase de persona deja morir sus mascotas?

Una pileta de lavar de plástico, un puñado de sal gruesa, abundante agua y un poco de hielo, recreaba, a mi parecer, a la perfección el hábitat de Chilly-Willy. A manera de patito de hule vivo, instalé al pobre pingüino dentro de la pileta en el baño de huéspedes. El bicho mucho no decía, se limitaba a quedarse quietito y no parecía querer alimentarse del pescado que tantas veces le ofrecí.

La noche pasó sin mucho contratiempo, el pajarraco fue un huésped bastante tranquilo y no demasiado ruidoso. A la mañana siguiente comprobé con alivio que nuestra flamante mascota seguía viva, así que a eso de las 9 de la mañana llamé a SOS FAUNA MARINA, una organización no gubernamental con sede en Punta Colorada, que me habían recomendado unos amigos que en su momento también tuvieron un encuentro cercano con una de estas raras aves.

Le conté a la persona de la fundación que me atendió el teléfono que había encontrado un pingüino en la playa, me preguntó dónde y cómo estaba el pájaro a lo que contesté que estaba en mi casa en una palangana con agua fría. “Sáquelo de ahí señora” me dijo mi interlocutor “debe estar muerto de frío”. Evidentemente mi recreación del hábitat de Chilly-Willy no había
Recreando el habitat del Polo Sur sido la más feliz y cuando lo sacamos del agua helada, el pobre pajarraco pareció animarse y empezó a limpiarse las plumas, aliviado.

“En dos horas estamos ahí” me dijo la persona de SOS FAUNA MARINA, lo que me pareció más que razonable, ya que hay unos buenos 50 kilómetros de Punta Colorada a mi casa en el balneario conocido como El Chorro, pasando el pueblo de Manantiales. Dos horas más tarde, tal como prometió, llegaba el salvador de Chilly-Willy en una moto Yasuki azul. Este bravo amante de la fauna marina había venido presto, en su precario corcel chino, al rescate del desnutrido pichón de Pingüino de Magallanes (datos proporcionados por el rescatista, de quien lamentablemente no me acuerdo el nombre).

Me extrañó ver que el hombre no traía nada en que llevarse el pájaro, pero eso no fue problema para este paladín de los bichos de mar, un balde y un poco de cartón sirvieron para hacerle, a los ojos del pingüino, una especie de capsula espacial donde partió hacia Punta Colorada a recuperarse con otros de su especie, en espera de ser devuelto al mar en el mes de septiembre, cuando ya recuperado, su instinto lo llevará al Polo Sur.

Chilly- Willy estuvo poco tiempo con nosotros, pero me dejó la sensación de haber hecho una buena obra de varias maneras: salvé un pingüino, lo dejé contento a mi marido que pudo mostrarle una vez más a sus amigos de Estados Unidos que desde que se mudó a Punta del Este, se está convirtiendo en una especie de Cocodrilo Dundee sudamericano; aprendí que si vuelvo a encontrar un pingüino no es necesario congelar al pobre animal para que se sienta como en casa, y por último, pero más importante, comprobé que hay gente dedicada a la causa ecologista que no se amilana frente a las dificultades, como este bravo señor que acudió a nuestro llamado de auxilio.

Gracias, Chilly- Willy, que tengas un buen viaje de vuelta al Polo Sur.

Florencia Sader
Punta del Este, Abril 2010

SOS FAUNA MARINA, fue fundado en 1993 por Richard Tesore y está ubicado en la zona de la Playa Mansa del balneario de Punta Colorada en Piriápolis. Allí se encuentran las instalaciones donde se socorren y rehabilitan las distintas especies de fauna marina que llegan a nuestras costas por diferentes motivos. Según el sitio web de la organización, cuenta con cuatro piscinas de agua salada, una enfermería y un pequeño local de oficina y ventas. La organización cuenta con el apoyo de varios veterinarios y voluntarios que generosamente dedican su tiempo y esfuerzo a rescatar animales marinos que de otra forma perecerían. A medida que se van recuperando, se los devuelve a su hábitat natural. Por más información pueden visitar su página web: http://www.sos.elacuarista.com.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Excelente, creativo y divertido relato, además de muy informativo a la hora de encontrar un pajarraco de este tipo en nuestras costas, cosa no muy extraña para nosotros.
Gracias y felicitaciones once again.

Unknown dijo...

Me encantó el relato, divertido y muy ameno.